
Poder y dinero siempre han ido de la mano. Ambos se retroalimentan, en una simbiosis a veces tan sospechosa como visible en Washington y Bruselas, las capitales políticas del planeta. En esta tensión entre el bien común y los intereses privados, las tecnológicas son las que más han desembolsado en la capital comunitaria para aupar sus prioridades.
El abultado gasto en lobby de los Google, Apple y compañía refleja no solo su posición como las firmas más poderosas del mundo, sino también todos los desafíos regulatorios que encaran en la UE.
Según los datos compilados por Statista disponibles a finales del pasado mes, a partir de la información que proporcionan las compañías al registro de transparencia de la UE, Google encabeza el ranking con casi 7 millones de dólares (6,23 millones de euros) dedicados en 2017 a presionar a eurodiputados, funcionarios de la Comisión, representantes de los Estados miembros y periodistas.
Le sigue Microsoft con más de 5,5 millones de dólares (4,9 millones de euros), y en cuarta posición se sitúa Facebook, que ronda los 4 millones de dólares (3,5 millones de euros). En tercer puesto se cuela la petrolera Shell, con más de 5 millones de dólares (4,45 millones de euros).
Sin embargo, son las empresas tradicionales, y todas alemanas, las que cuentan con más personal propio dedicado a tiempo completo a tareas de lobby en la capital de la UE. Bayer cuenta con algo más de 13 miembros dedicados a defender sus intereses, seguida por Siemens, con algo más de doce miembros, y la química Basf, con algo más de once personas.
Los datos compilados se refieren al gasto realizado en 2017. La información del pasado año no solo confirmaría el empuje de los dólares de las tecnológicas de Silicon Valley, sino que probablemente alcanzaría cifras superiores, dadas las grandes batallas legislativas y los problemas reputacionales que encaró el sector en 2018.
Google encabezó la lucha para intentar tumbar las nuevas normas de los derechos de autor de la UE. Al final la revisión del copyright salió adelante, limitando la capacidad del buscador para compartir contenido de creadores y de medios.
Facebook, por su parte, realizó una intensa campaña para intentar detener la hemorragia de confianza que provocó el escándalo de Cambridge Analytica, incluso con visita incluida de su fundador, Mark Zuckerberg, al Parlamento Europeo.
Las tecnológicas han estado además en el punto de mira de la temida comisaria de Competencia Margrethe Vestager. La danesa ha concluido recientemente su disputa de una década con Google por el abuso de posición dominante; obligó a Apple a pagar unos 13.000 millones de euros en impuestos a Irlanda, el mayor varapalo económico dado por Bruselas; y tiene de nuevo en la mira a Amazon.
Más recientemente, desde finales del pasado año hasta esta parte, ha sido también una tecnológica, aunque esta vez de China, la que ha tenido que echar toda la carne en el asador para defenderse. Huawei está contra las cuerdas por la presión de EEUU sobre los europeos para que descarten al fabricante chino de telecomunicaciones del desarrollo de la próxima generación de redes (5G). Resulta complicado estimar el gasto de Huawei, que tiene a su servicio a varias firmas de relaciones públicas en Bruselas, pero los registros de la Comisión muestran un contacto frecuente con miembros del Ejecutivo comunitario al más alto nivel.
Presión difícil de cuantificar
Más difícil de cuantificar es la presión que realizan países terceros a los socios de la UE, aunque resulta igualmente efectiva, si no más. En el contexto del caso de Huawei, EEUU lleva apretando a los europeos constantemente este semestre para que rechacen al teleco chino. El encargado de este dossier en la Administración estadounidense, Robert Strayer, ha realizado cuatro briefings con la prensa europea en algo más de tres meses sobre el mismo asunto.
Arabia Saudí se apuntó un tanto aun más visible al conseguir hundir en marzo la lista negra de países que lavan dinero y financian terrorismo, tras la presión realizada al más alto nivel. El rey Salman llegó a escribir amenazando a los 28 socios con represalias en comercio e inversiones. Las capitales finalmente no dieron el aprobado a la lista de la Comisión Europea.
El gasto de la presión de países terceros sobre la Comisión Europea es difícil de calcular
Para organizaciones que vigilan la actividad de los lobbies en Bruselas, a menudo se produce un matrimonio entre del mundo corporativo y los estados miembros. Corporate Europe publicó el pasado febrero un informe en el que concluyó que los grupos de presión más poderosos, como la Mesa Redonda Europea de Industriales (ERT), el Foro Europeo de Servicios (ESF) o el grupo Magritte, disfrutan de un acceso a altos cargos de los Gobiernos que resulta inconvencible para las ONG y sindicatos.
Las empresas son habituales de las embajadas de los países ante la UE. Los holandeses mantuvieron ma?s de 500 reuniones con lobbistas entre 2017 y 2018, de las que un 73% fue con enviados empresariales, y solo un 15% con ONG y sindicatos.
Además, Corporate Europe también advirtió sobre la proximidad de algunas grandes firmas con sus gobiernos. "Ejemplos extremos son la influencia de Telefónica, gigante espan?ol de las telecomunicaciones, cuya cercanía al gobierno le aseguro? que e?ste integrara y defendiera como propios sus intereses".