En las próximas horas conoceremos el desenlace de la tregua comercial entre Estados Unidos y China. Un alto el fuego que en la última semana ha ofrecido momentos tumultuosos y obligado a la administración de Donald Trump a formalizar su amenaza de elevar el viernes los aranceles a un grupo de importaciones chinas por valor de 200.000 millones de dólares desde el 10% hasta el 25%.
El propio inquilino de la Casa Blanca recalcó en una serie de tuits publicados el miércoles no tener problema retomar el pulso arancelario pero indicó que la visita del viceprimer ministro chino hoy a Washington significa que Pekín "quiere lograr" un acuerdo.
No obstante acusó al gobierno de Xi Jinping de querer realizar cambios en el mismo con la intención de poder renegociarlo con el aspirante demócrata a la presidencia de EEUU, Joe Biden, o "con uno de los demócratas más débiles y así seguir estafando a EEUU". En este sentido, Trump dio a entender que China podría creer que el actual mandatario republicano podría no ganar la reelección en 2020.
Lo cierto es que aunque el presidente estadounidense no diera por muertas las negociaciones, algo que tampoco ha hecho China, la Oficina del Representante Comercial de EEUU (USTR, por sus siglas en inglés) oficializó ayer la amenaza de elevar los aranceles del 10% al 25% sobre un catálogo de bienes chinos por valor de 200.000 millones de dólares.
El USTR había impuesto primero aranceles del 10% sobre estas mercancías en septiembre, con el objetivo original de aumentar la tasa al 25% en diciembre. Pero a medida que las negociaciones dentro de la tregua comercial que comenzó ese mismo mes, comenzaron a dar sus frutos, se decidió retrasar el aumento de estos gravámenes.
Sin embargo la orden se encuentra ya en el Registro Federal y entrará en vigor en la medianoche del viernes salvo cambios de última hora. El USTR justificó su decisión alegando que "en las negociaciones más recientes, China optó por retirarse de los compromisos específicos acordados en rondas anteriores". La notificación también señaló que la agencia iniciaría paralelamente un proceso mediante el cual las empresas podrán solicitar exenciones a dichos aranceles.
Hasta la fecha, muchas compañías han podido pedir ser excluidas de las rondas previas de aranceles, como los impuestos al acero o el aluminio así como a los aplicados a un grupo de productos chinos por valor de 50.000 millones de dólares. Aún así, cuando se impuso el arancel del 10% al catálogo de bienes por 200.000 millones de dólares el pasado septiembre no se dio opción a este proceso. El incremento hasta el 25% permitirá esta alternativa con el fin de no dañar a determinadas empresas y sobre todo al consumidor estadounidense.
La agencia Reuters adelantó que el motivo que provocó el malestar de la administración Trump ocurrió a última hora del pasado viernes, cuando China envió un cable diplomático con profundos cambios en el borrador del acuerdo comercial, de casi 150 páginas. De hecho, citando fuentes conocedoras de este asunto, en cada uno de los siete capítulos, Pekín eliminó sus compromisos de cambiar las leyes para resolver las quejas principales que causaron que Estados Unidos iniciase la guerra comercial: el robo de propiedad intelectual y secretos comerciales de Estados Unidos; transferencias forzadas de tecnología; la política de competencia; el acceso a los servicios financieros; y la manipulación de la moneda.
Todo ello en un momento en que las distintas mesas de inversión realizan sus cabalas sobre el impacto que reanudar la escalada arancelaria tendrá en ambas economías. "Creemos que el efecto directo de un aumento del arancel en la lista de 200.000 millones al 25% restará al PIB chino alrededor de 0,1 puntos porcentuales. Si el arancel del 25% se extende al resto de las exportaciones chinas a EEUU, esto podría reducir el PIB del país asiático en 0,3 puntos porcentuales adicionales", explica Jennifer McKeown, economista de Capital Economics.
Según sus cálculos, los efectos en EEUU probablemente serán mínimos, debido a la menor importancia del comercio con China y al hecho de que Pekín se queda sin margen para tomar represalias.