
Ocho de ocho. Pleno. El Ibex 35 ha caído en el 100% de las sesiones postelectorales desde 1992. Y este lunes 29 de abril, la fragmentación a la que parece condenada el Congreso de los Diputados no augura una reacción diferente. Especial Elecciones Generales 2019.
Los tres escenarios que más temen los inversores tras las elecciones generales en España de este domingo son que la incapacidad de los grupos parlamentarios para formar un gobierno estable conlleve una repetición de los comicios, que mantenga al país sin presupuestos, que se configure un Ejecutivo volcado a la derecha con una influencia decisiva de Vox (sin flexibilidad en el conflicto catalán) o que surja una coalición a la izquierda con un peso específico de Unidas Podemos que pretenda aumentar desmesuradamente el gasto público.
El escenario central que manejan los analistas es un Gobiero del PSOE con apoyos
Ninguno de estos contextos es descabellado, pero también es cierto que el escenario central que manejan los analistas y que apoyan la mayoría de encuestas es un buen resultado del PSOE, que sea suficiente para formar un Gobierno que, ya necesite apoyos a la derecha, a la izquierda o de los nacionalistas, garantice una legislatura de políticas económicas en sintonía con la Unión Europea (UE), de lo que la ministra saliente del ramo, Nadia Calviño, parece un aval, aunque cuente con la mancha de no haber podido aprobar los presupuestos generales en 2019.
En definitiva, el ambiente está impregnado de una incertidumbre que se puede definir con un "cualquier cosa puede ocurrir", y que, en datos, se ha reflejado en los 4 puntos porcentuales en los que el Ibex 35 se ha descolgado del EuroStoxx 50, la principal referencia europea, en los dos últimos meses o en el mínimo histórico al que se ha reducido el diferencial entre el interés que asume Portugal por financiarse a 10 años, 1,17%, frente al cupón del bono español, 1,08%.
Estas cifras son relevantes, pero esconden el impacto de otros lastres recurrentes para el Ibex 35, como su mayor bancarización respecto al resto de índices europeos ante un futuro próximo sin subidas de los tipos de interés oficiales, o de tendencias ya conocidas, como la reconocida recuperación de la economía lusa.
Los inversores temen a Vox y los postulados económicos de Podemos
De esta manera se explica que la prima de riesgo española haya deambulado en torno a los 100 enteros, de los que apenas se ha distanciado en los últimos 10 meses, sin mayores sobresaltos.
De hecho, a pesar de la incertidumbre política en un contexto de desaceleración del crecimiento económico global en el que la tensión por el desafío independentista en Cataluña sigue en máximos, inversores, gestores y analistas coinciden en que hoy por hoy no se puede hablar ni mucho menos de una italianización de la política de España que pueda impactar extremadamente en la bolsa o en la deuda.
La referencia más cercana es precisamente la reacción de la prima de riesgo transalpina tras las elecciones generales de marzo del año pasado. Como la española, permaneció impasible ante la incertidumbre durante semanas, incluso tras conocerse los resultados, hasta que en mayo se disparó a máximos de la crisis del euro de 2012, ante el anuncio de la coalición de gobierno de los dos polos euroescépticos, el Movimiento 5 Estrellas y La Liga Norte. Desde entonces, el diferencial entre el interés del bono italiano a 10 años y el del Bund alemán se ha mantenido por encima de los 250 enteros, casi sin interrupción, por el pulso constante de este ejecutivo con el establishment de la eurozona.
Una tensión aún mayor provocó la amenaza de una segunda vuelta entre el comunista Jean-Luc Mélenchon y la ultraderechista Marine Le Pen en las elecciones presidenciales de Francia. La incertidumbre hundió al euro en los 1,04 dólares en enero de 2017, su mínimo de los últimos 16 años, y disparó la prima del país hasta niveles de 2012. La victoria final de Emmanuel Macron ahuyentó los fantasmas.
Miedo a las sorpresas
En ocasiones, las encuestas aciertan y, cuando el domingo por la noche se publican los resultados oficiales, a nadie le sorprenden. El partido ganador tenía preparado ya el balcón y el cava bien frío, mientras que los derrotados buscaban la forma de minimizar los daños. Es el caso de elecciones como las de 1993, cuando las estimaciones señalaban la reelección de Felipe González y el Ibex 35 solo cedió un 1,75 por ciento.
En los comicios de 1996 la encuesta electoral por excelencia clavó los resultados, pero el mercado respondió con dureza –una caída del 5,22 por ciento en la sesión del lunes– a la incertidumbre creada alrededor la gobernabilidad del país, ya que hasta días después no se rubricó el pacto del Majestic entre el PP y CiU.
También en 2008 acertaron en la continuidad en la Moncloa de Zapatero, y el mercado español respondió de manera positiva, pues tan solo perdió un 0,3 por ciento en la sesión del día siguiente. La última ocasión en la que la encuesta del CIS pudo presumir de ser la más fiable, fue en 2011, cuando acertaron en concederle la mayoría absoluta a Mariano Rajoy en las elecciones adelantadas. Ese lunes, el Ibex sufrió una caída del 3,48 por ciento, pero toda Europa siguió esa misma tendencia –el EuroStoxx 50 cedió un 3,42–, por lo que el mercado español no fue más penalizado que el resto del Viejo Continente.
En la otra cara de la moneda tenemos aquellos comicios en los que el resultado no era tan esperado, las encuestas erraron y en la noche electoral saltó la sorpresa. El mayor ejemplo fue en 2004, cuando se apuntaba a la continuidad del PP en el Gobierno, pero en unas elecciones marcadas por los atentdos del 11-M, los socialistas volvían a Moncloa ocho años después. Esta concatenación de sucesos no fue bien recibida por el Ibex, que veía como su valor caía un 4,15 por ciento, punto y medio más que el Euro-Stoxx 50. Por último, en las elecciones de diciembre, el CIS señalaba hacia un Gobierno del PP con Ciudadanos, pero erró, y la ingobernabilidad trajo consigo una brusca caída del 3,62%.
La última ocasión en la que se sacaron las urnas para elegir al nuevo presidente del Gobierno en España fue el domingo 26 de junio de 2016
La última ocasión en la que se sacaron las urnas para elegir al nuevo presidente del Gobierno en España fue el domingo 26 de junio de 2016 –fue la repetición de la votación del mes de diciembre en la que no se consiguió un acuerdo de gobierno–, solo dos días después de conocerse los resultados del referéndum celebrado en Reino Unido.
El sí a la opción que contemplaba la salida del país británico de la UE supuso un completo terremoto bursátil en toda Europa, que llegó justo el viernes anterior a los comicios generales. Paradójicamente, donde más se sintió el sismo fue en el mercado español, que, con una caída de más del 12%, firmó la sesión más bajista de la historia del selectivo. No obstante y, pese a que el lunes posterior a la votación el índice perdía un 1,83 por ciento, la semana la consiguió cerrar con un rebote que superó los 6 puntos porcentuales. Este repunte fue incluso mayor al que vivió el EuroStoxx 50, que quedó por debajo del 4 por ciento.
El riesgo político
La primera premisa que refuta el peso de la inestabilidad política en el comportamiento del Ibex 35 es que el mercado rechaza "cualquier tipo de incertidumbre", según recuerda Javier Niederleytner, profesor del máster en Bolsa y Mercados Financieros del IEB, y, en el contexto actual, la electoral es especialmente reseñable.
Por una parte, por el pantanoso calendario que sigue al 28 de abril, con las elecciones al Parlamento Europeo –en las que se teme un fuerte ascenso de fuerzas euroescépticas de ambos extremos del espectro ideológico– y con los comicios a los ayuntamientos y a la mayoría de comunidades autónomas de España convocados el mismo día, el próximo 26 de mayo.
Por otro lado, la fragmentación electoral ha llevado a la Cámara Baja a una dimensión desconocida desde la Transición, donde "los pactos son indispensables", según remarca Josep Bertrán, responsable de programas financieros del EAE Business School, tanto para formar gobierno como para sacar adelante iniciativas legislativas. Algunas tan cruciales como los propios presupuestos.
"La diversidad es enriquecedora si existe voluntad de diálogo y negociación, pero lamentablemente no existen alternativas políticas suficientes con este talante como para que la fragmentación funcione como es debido", observa Juan Llona, gestor de fondos de Imantia Capital.
"La fragmentación parlamentaria es un proceso global que todavía tiene recorrido porque las nuevas tecnologías permiten a los partidos políticos hacer una segmentación de clientes cada vez más exhaustiva y eso posibilita que surjan partidos de nicho capaces de llegar a colectivos concretos que se sienten identificados con mensajes que penetran de manera individualizada", explica Juan Llona, de Imantia Capital, quien advierte de que "esto tiene sus riesgos", ya que "la probabilidad de decepción aumenta, porque venden una solución personal y, por eso, no es una locura pensar en un exvotante de Podemos que elija a Vox en estas elecciones".