Economía

Reino Unido prepara la estrategia para mantener el control del Brexit

  • May podría anticiparse con una demora para evitar el no a salir sin acuerdo
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El Gobierno británico ultima una estrategia a la desesperada ante la aparentemente inevitable derrota del acuerdo del Brexit mañana en Westminster, tras la humillación de enero, cuando una mayoría de 230 tumbó un plan que había llevado consensuar año y medio. El objetivo más inmediato es anticiparse a las maniobras del Parlamento para asumir el control del proceso y evitar la caída del Ejecutivo.

Theresa May se había comprometido a someter a consulta el veto a un divorcio no pactado y permitir a continuación a los diputados posicionarse ante una potencial prórroga, pero la primera ministra podría retocar su palabra para mantener el mando sobre la ruptura. Dependiendo de las dimensiones del rechazo, y medios afines al Gobierno aseguran que Downing Street maneja una diferencia de tres cifras, la premier aspiraría a una tercera votación antes del 29 de marzo.

Las conversaciones son frenéticas, tanto con Bruselas como tras los muros del número 10. Aunque en Londres mantienen la línea abierta con la contraparte comunitaria, sus esperanzas de desbloquear la parálisis para evitar la catástrofe mañana son mínimas, por lo que la misión fundamental es reducir la incertidumbre. A priori, May había prometido para el miércoles una votación para descartar un Brexit sin acuerdo y, una jornada después, la que ordenaría la extensión del Artículo 50.

Sin embargo, la primera ministra podría acortar el camino y tomar ella misma la iniciativa, anunciando una demora de la ruptura, en caso de que Westminster oficializase su repudia por un divorcio desordenado. Asimismo, el Gobierno se plantea la posibilidad de presentar al Parlamento una moción sobre qué sería aceptable para lograr la aprobación del acuerdo, para así tener al menos una base con la que justificar ante el continente qué opción pasaría el corte de la Cámara de los Comunes.

No en vano, más allá de las diferencias sobre cómo resolver la salvaguarda irlandesa, el verdadero obstáculo, el motivo por el que la UE mantiene el pulso es porque desconfía profundamente de que cualquier concesión que otorgue a Londres sea suficiente para superar la reticencia del Parlamento británico. Bruselas es consciente de que el origen de la parálisis no es tanto legal, como político, por lo que las soluciones de la semana pasada del fiscal general del Estado británico toparon con el escepticismo de un bloque que sabe que el problema es doméstico.

A la espera de un improbable salvavidas de última hora, la demora del Brexit se consolida como el desenlace más inmediato, pero, a partir de ahí, todo son incógnitas, desde la duración de la prórroga, qué determinaría si Reino Unido tendría que participar en las elecciones europeas, hasta el propósito de la misma: un 'ok' requiere unanimidad entre los Veintisiete y pesos pesados como Francia solo la apoyarán para "nuevas opciones".

Al respecto, las únicas posibilidades realistas parecen reducirse a una suavización de la salida, una aspiración con potencial que preparan ya diputados conservadores y de la oposición; o un eventual segundo referéndum, un objetivo que, por el momento, carecería de mayoría en Westminster, pero que quedaría como último recurso.

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