
Hillary, Hillary, Hillary. Adulada, buscada, imitada. No hay duda alguna de que Hillary Clinton, senadora por el Estado de Nueva York y ex primera dama es, en estos momentos, la líder demócrata con el mejor perfil de cara a conquistar la Casa Blanca en las presidenciales de 2008, tras anunciar oficialmente su candidatura para la 'pugna' electoral.
Aventaja a la congresswoman Nancy Pelosi, que sigue siendo una desconocida para el gran público. Vale más que John Kerry, quien, en comparación con ella, parece como distraído y elitista. Tiene más carisma que Al Gore, admirado paladín de la ecología, pero que carga con el sambenito (quizás injusto) de ser un solemne aburrido.
Dicho esto, también hay que señalar que Hillary tiene un problema: su extraordinaria capacidad de polarizar. Si el 50 por ciento la adora, la otra mitad no la soporta. A veces sin causas justificadas. Y no se trata de un 50 por ciento hecho sólo de republicanos. Las feministas de la izquierda republicana no le perdonan el que haya asumido una línea "débil" y "comprensiva" en relación con su marido en la época del escándalo Lewinsky.
Hace poco Hillary festejó por todo lo alto su 59 cumpleaños. Cuando su marido, Bill Clinton, le preguntó qué quería de regalo, la ex primera dama respondió sin dudarlo: "Que hagas campaña en el Estado de Nueva York para los candidatos demócratas".
Y, fiel a sus promesas, el ex presidente pasó la jornada del viernes recorriendo el Estado, desde Babylón a Long Island, desde Syracuse en el norte a Albany, la capital, para terminar en Nueva York, donde cantó, tocó la guitarra y contribuyó a aumentar los réditos electorales de su mujer con el reconocimiento de una decena de candidatos y más de un millón de dólares en donativos.
Sin embargo, antes de las presidenciales, Hillary tuvo que conseguir la confirmación para un segundo mandato de seis años en el Senado representando a Nueva York. Unas elecciones que, para ella, fueron un paseo. Ninguno de los más conocidos candidatos republicanos se atrevió a presentarse contra ella.
Por ahora, los ataques contra ella han sido pocos y modestos. Su contrincante dijo que "de joven era fea y que, hoy, es más guapa gracias a gastos de millones de dólares en cirugía plástica ". Toda una bofetada de John Spencer, el ex alcalde de Yonkers. El comentario hirió a Hillary en su orgullo, pese a que su rival se disculpó después. "Hillary no vive en una burbuja", dice una de sus amigas que pasó con ella incluso los momentos más difíciles. "Es vulnerable a los insultos, aunque lo disimula bien, porque sabe que tiene que hacer un esfuerzo para ampliar su base electoral", añade.
Más aún, muchos electores, en numerosos sondeos, están dispuestos a perdonarle que abandone sus obligaciones en el Senado para dedicarse a la campaña electoral.
En las elecciones a sendora, Hillary invirtió más de siete millones de dólares en publicidad y en otros capítulos electorales, un récord en una campaña senatorial y en un lapso de tiempo tan corto.
Pero esas cantidades son minucias para ella. Con todo, guarda ya dinero de cara a la carrera electoral del 2008, que exigirá una inversión de más de 100 millones de dólares. Una cifra ciertamente a su alcance, pero no necesariamente suficiente para llegar a la Casa Blanca.