
El euro es probablemente el símbolo más visible y robusto de la construcción europea. Pero por el flanco de la moneda común también penetró la crisis más dura que ha sufrido la UE en su historia. La divisa europea cumple este año dos décadas, habiendo superado una Gran Recesión y una segunda recaída provocada por el exceso de austeridad de la UE.
Sorteó igualmente una ruptura que Grecia a punto estuvo de materializar en 2015. Sin embargo, el euro todavía encara importantes batallas, en un contexto político y económico enrarecido. "El euro se ha convertido en un símbolo de unidad, soberanía y estabilidad", dijo la pasada semana el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. Recordó que ha traído "prosperidad y protección" a los europeos en estos 20 años. Por eso, "debemos asegurarnos que continúa haciéndolo".
La ralentización del crecimiento, las disputas presupuestarias con Italia y Francia, el empuje del proteccionismo, y las incertidumbres derivadas del Brexit aguarán tan señalado aniversario, y dificultarán los retos que tiene por delante la divisa europea para consolidarse. El objetivo final debe ser acercar la moneda común a sus ciudadanos, cada día más escépticos con el proyecto común. Porque en un año en el que la UE se juega mucho en las elecciones europeas del próximo mayo, "a menos que no empecemos a tomarnos en serio la idea de "una Europa que protege", los votantes nos dirán lo mismo, aunque más alto", resume un diplomático europeo en referencia al auge del populismo.
La unión fiscal, la gran ausente
Economistas y políticos coinciden: una unión monetaria debe ir acompañada de una unión fiscal. Un presupuesto compartido por los socios de la eurozona, que se nutra de impuestos comunes, y que pueda actuar como estabilizador en épocas de crisis. O como resume el Gobierno español: un colchón para proteger a los ciudadanos y no solo a los bancos en épocas de 'shocks'. La idea del presidente francés, Emmanuel Macron, de crear tal presupuesto de "varios puntos de PIB de la eurozona" quedó reducida a la propuesta de la Comisión Europea de una capacidad fiscal, con función estabilizadora, de algo más de 50.000 millones de euros. Una decena de países encabezados por Holanda no quieren ni oír hablar de este presupuesto para la eurozona. Tras un año de discusiones, aceptaron el pasado mes perfilar durante este semestre un nuevo instrumento para apoyar la competitividad y la convergencia de las economías europeas (es decir, una zana- horia para incentivar reformas nacionales), pero lejos de la función estabilizadora de un presupuesto. La creación de un tesoro europeo que emita deuda, último estadio de la unión fiscal, aparece incluso aun más remota. El Ejecutivo comunitario ha dado algunos tímidos pasos en esa dirección con su propuesta para crear titulizaciones de deuda soberana de la eurozona.
La incompleta unión bancaria
Si es cierto que Europa avanza a golpe de crisis, el gran paso adelante de la Gran Recesión fue la unión bancaria. Sin embargo, casi siete años después de que los líderes europeos acordaran poner en común la supervisión y resolución de sus bancos, todavía carece del gran paraguas común para proteger a los depositantes. La propuesta comunitaria para crear una garantía europea para los depósitos inferiores a 100.000 euros está respaldada por todas las instituciones y casi todos los países, casi con la única excepción de Alemania. La canciller alemana, Angela Merkel, consiguió excluir incluso una referencia directa a esta garantía en la última cumbre del euro del pasado mes. La discusión ha vuelto a la mesa de los técnicos, quienes harán propuestas este semestre para calibrar la reducción de riesgos en los balances de los bancos con la mutualización de los depósitos.
Nuevo sistema de gobernanza
El Pacto de Estabilidad y Crecimiento, el marco de gobernanza básico del euro, necesita una revisión. La falta de control en los años previos a la crisis, el exceso de austeridad en los años de la recesión y la incapacidad para lidiar con casos crónicos como el déficit francés o la deuda italiana han llevado a voces como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Consejo Fiscal Europeo, entre otros, a pedir reglas más sencillas pero efectivas. Los críticos recomiendan convertir los límites actuales del pacto (3 por ciento del PIB de déficit y 60 por ciento de deuda) y sus numerosas excepciones, en dos criterios básicos que controlen la deuda y el gasto. Pero también con sanciones más a mano.
Mayor peso internacional
El euro es la segunda divisa más importante del planeta. Sin embargo ha perdido terreno respecto al dólar desde la última recesión en transacciones internacionales o como moneda de reserva. Para aumentar su peso e influencia en el planeta, la Comisión Europea planteó algunas ideas el pasado mes con las que quiere incentivar su utilización, empezando por los mismos estados miembros cuando por ejemplo paguen a sus proveedores de energía o compren otras materias primas como importaciones agrícolas. Sin embargo, la Comisión y las capitales que más empujan por la profundización del euro reconocen que la relevancia de la divisa europea va unida a completar la unión económica y monetaria y un verdadero mercado de capitales europeo.