
Más allá de la inestabilidad política, la tensión social y el deterioro institucional que ha vivido Cataluña durante los últimos doce meses, uno de los debates más encendidos entre partidarios y detractores del proceso soberanista ha sido alrededor de los efectos del 1-O sobre la economía de la comunidad autónoma.
Ciertamente, grandes macromagnitudes como la evolución del producto interior bruto (PIB) o el desempleo han seguido una senda relativamente positiva en la comunidad, lo que vendría a respaldar la posición que mantenida por los gobiernos tanto de Carles Puigdemont como de Joaquim Torra, que han minimizado sistemáticamente las eventuales consecuencias económicas del procés. Con todo, estas dos variables tienen un componente inercial que puede enmascarar la realidad. Cuando se pone la lupa en otras magnitudes que dependen de la estabilidad y de la seguridad jurídica a medio y largo plazo (como la creación de sociedades mercantiles, la inversión extranjera o la confianza empresarial) o que se relacionan con la imagen exterior de un territorio a corto plazo (como en el caso del turismo), las conclusiones son más preocupantes.
En lo referente al PIB, la economía catalana ha seguido una evolución positiva y con un ligero diferencial al alza en relación al crecimiento del conjunto de España, aunque no se ha escapado a la progresiva desaceleración de la economía. Así, el PIB catalán crecía en el tercer trimestre de 2017 a un ritmo del 3,4 por ciento, mientras que este porcentaje se ha reducido en tres décimas (hasta el 3,1 por ciento) durante el segundo trimestre de 2018, la última cifra disponible publicada por el Idescat, el instituto de estadística catalán.
El empleo resiste
Por su lado, la tasa de desempleo en Cataluña bajó hasta el 11,4 por ciento en el segundo trimestre de este año, sumando 432.000 personas, mientras que antes del 1-O (en el tercer trimestre de 2017) el porcentaje de parados ascendía al 12,5 por ciento, según la Encuesta de Población Activa del INE. Si se tiene en cuanta el paro registrado, la última cifra disponible de agosto de 2018 es de 380.000 personas sin empleo. Por contra, en septiembre del año pasado, el paro registrado se elevaba hasta las 400.400 personas en Cataluña.
Estas macromagnitudes muestran una evolución positiva de la economía catalana un año después del 1-O, aunque nunca se podrá saber cuáles habrían sido las cifras en el caso de no producirse la espiral de inestabilidad política que empezó a raíz del referéndum, según coincidieron en señalar varios empresarios catalanes consultados por elEconomista. Por el contrario, existen sectores que sí han notado más intensamente los efectos del proceso soberanista. Uno de los más analizados es el turismo, por su importancia en la economía de la comunidad y por su mayor sensibilidad a la inestabilidad política y social. El número de turistas extranjeros que llegó a Cataluña cayó un 6,7 por ciento anual en julio de 2018, llegando a los 2,38 millones. En el mismo mes de 2017, la cifra de turistas extranjeros que llegaban a la comunidad llegó a los 2,56 millones y registraba un crecimiento del 6,8 por ciento. Con todo, el gasto total de los visitantes ascendió a los 2.895 millones de euros, un 3,2 por ciento más. Las pernoctaciones hoteleras, por su parte, descendieron un 6,5 por ciento en julio de 2018, sumando 7,24 millones. No obstante, en el mismo mes de 2017 las pernoctaciones ascendieron a los 8,45 millones y estaban creciendo un 3,4 por ciento anualmente.
Han sido precisamente los hoteleros catalanes los que más han advertido durante el último año sobre las consecuencias de la inestabilidad política sobre el turismo, señalando que el deterioro de una marca como Barcelona tiene efectos inmediatos sobre la llegada de visitantes, pero también a medio plazo y largo plazo, especialmente entre el turismo de negocios y de mayor nivel económico.
Menos visitantes nacionales
En este ámbito, el turismo nacional es el que más se ha resentido por la inestabilidad política en Cataluña. Tras crecer un 15,5 por ciento en el segundo trimestre de 2017, empezó a descender un 1,7 por ciento entre julio y septiembre, para pasar a desplomarse un 9,2 por ciento entre octubre y diciembre. La caída se frenó en el primer trimestre de 2018 (última cifra disponible al cierre de esta edición), cuando los viajeros del resto de comunidades a Cataluña se redujeron un 0,1 por ciento, con lo que el turismo nacional ha encadenado tres trimestres consecutivos de caías en esta comunidad.
El comercio fue otro de los sectores que más notó el impacto del 1-O durante el otoño de 2017, pasando de crecer un 2,4 por ciento en septiembre a descender un 2,8 por ciento en octubre. Los comerciantes catalanes han superado el resto del año con crecimientos, excepto en diciembre y en julio, cuando cayeron un 0,3 por ciento en ambos meses. El índice general del comercio al por menor del INE se situaba en 101,2 puntos en septiembre de 2017 y registró en julio los 115,2 puntos. Con todo, los comerciantes que más han advertido durante el último año sobre las consecuencias del 1-O en su actividad han sido los del centro de Barcelona, que han visto como decenas de manifestaciones de partidarios y contrarios a la independencia alteraban su actividad habitual, especialmente durante los fines de semana.
Las ventas en grandes superficies se han llevado la peor parte dentro del comercio. Si ya pasaron de crecer un 3,5 por ciento en septiembre a descender un 11,6 por ciento en octubre, han transitado el resto del año en cifras negativas (exceptuando noviembre, marzo y junio), para llegar a julio con un decremento del 6,3 por ciento. Con todo, si el índice general de las ventas en grandes superficies se situó en 92,8 puntos en septiembre, en julio logró alcanzar los 106,9 puntos, mostrando una progresiva recuperación del sector.
Estampida empresarial
En el ámbito empresarial, uno de los fenómenos que definen más gráficamente las consecuencias del proceso soberanista ha sido la fuga de compañías desde Cataluña a otras comunidades autónomas. Un total de 4.422 empresas han completado el traslado de su sede entre enero de 2017 y junio de 2018, con una punta especialmente pronunciada en el cuatro trimestre del año pasado, según las cifras facilitadas por el Colegio de Registradores.
La Generalitat estimó esta cifra en 3.700 empresas entre octubre y julio en una rueda de prensa la semana pasada. A pesar del retorno de Agbar anunciado recientemente, grandes firmas han trasladado su sede social a otras comunidades y por el momento no han expresado su intención de retornar a Cataluña. Además, en muchos casos, se trata de auténticos buques insignia de la economía catalana, una parte importante de las grandes empresas que tenían la sede en este territorio y la mayoría de las que aportaba la comunidad al Ibex 35. Son los casos del Banco Sabadell, CaixaBank, Gas Natural Fenosa (ahora Naturgy), Abertis, Colonial, Catalana Occidente, eDreams, Applus, Bimbo, Codorníu, MRW, o Cementos Molins, entre muchas otras.
A pesar de que este traslado de sedes sociales desde Cataluña hacia el resto de España no ha representado, de momento, la salida de centros productivos hacia otras comunidades, el impacto del fenómeno en la imagen de la economía catalana ha sido evidente, como reconoció la propia consellera de Empresa, Àngels Chacón. Según los cálculos del Govern, la facturación anual agregada de las compañías que han abandonado Cataluña asciende a 100.000 millones.
En esta misma línea, la creación de empresas ha registrado en los últimos doce meses una reducción muy acusada. En agosto de 2017, las altas contabilizadas en el Registro Mercantil Central ya anticiparon la llegada del 1-O con un desplome del 24,9 por ciento. El resto del periodo, la creación de sociedades ha seguido una tendencia a la baja, con caídas de dos dígitos en muchos casos -exceptuando en abril- y concluyendo la serie con un nuevo recorte del 11,5 por ciento en agosto de 2018. Lo mismo ha sucedido con el índice de confianza empresarial, que tras empezar a remontar a principios de 2017 se redujo un 2,2 por ciento en el cuarto trimestre de 2017 y un 2,3 por ciento en el primero de 2018, para luego remontar ligeramente y cerrar en un 0,3 por ciento en el periodo entre julio y agosto de este año.
Cae la entrada de capitales
La inversión extranjera registra frecuentemente notables oscilaciones entre distintos periodos, ya que una sola entrada de capital de gran magnitud puede ocasionar una variación porcentual considerable entre dos trimestres dados. Con todo, la inversión extranjera en Cataluña registró una caída del 61,7 por ciento en el primer trimestre de 2018, quedando en 345,7 millones de euros, y sufrió un nuevo descenso del 16 por ciento entre abril y junio, hasta los 645 millones de euros, según la última cifra publicada por el Ministerio de Industria.
En el tercer trimestre de 2017, la entrada de capital extranjero en Cataluña fue de 531,3 millones, lo que a su vez ya representó una bajada interanual del 74,4 por ciento. Por el contrario, las exportaciones catalanas han seguido aguantando el ritmo positivo, a pesar de registrar una progresiva desaceleración, con la caída del 1,2 por ciento anual en mayo como única cifra negativa de los últimos doce meses.
Incluso la Generalitat admitió en junio la reducción de la inversión extranjera en Cataluña, cuando informó que durante el año pasado la Consellería de Empresa había captado durante 2017 un total de 70 proyectos de inversión extranjera por valor de 241 millones de euros, lo que supuso un descenso del 31,3 por ciento respecto a los 351 millones captados en 2016, cuando se batió el récord histórico.