
La Unión Europea prefiere no esperar al potencial desastre de una salida caótica de Reino Unido y, ante las evidencias no solo de que podría no haber acuerdo, sino de que Theresa May sería incapaz de lograr su aprobación parlamentaria, ha decidido acelerar las medidas de contingencia.
Los embajadores comunitarios analizaron anoche planes "a nivel nacional y europeo", dada la cada vez mayor "incertidumbre" al norte del Canal de la Mancha, donde la oposición ha avanzado que votará en contra de cualquier propuesta inspirada en el acuerdo de Chequers, que la primera ministra presente en el Parlamento.
No en vano, horas antes del encuentro, cuya agenda había sido tácticamente filtrada, Jeremy Corbyn había clausurado el congreso anual que ha devuelto al Laborismo la relevancia perdida tras ocho años sin tocar poder.
La falta de mayorías absolutas en Westminster y la división de los conservadores en materia del divorcio convierte su apoyo en vital para garantizar el éxito en la Cámara de los Comunes de cualquier fórmula que May logre establecer con Bruselas.
La solución final debe incluir una unión aduanera, demanda reiteradamente descartada por Downing Street
Para que el Laborismo la ampare, la solución final debe incluir una unión aduanera, demanda reiteradamente descartada por Downing Street, y un compromiso que iguale los beneficios del mercado común, dos condiciones que convierten cualquier posibilidad de contar con su respaldo en marginal.
De no lograr sacar adelante la votación, el partido reclamará la convocatoria de generales, es decir, confirmar lo que venía siendo su objetivo político desde hace tiempo.
May lo ha descartado, pese a las especulaciones, hasta que, por lo menos, la ruptura haya quedado oficializada el 29 de marzo, pero es difícil vislumbrar qué alternativa le quedaría en caso de que su propuesta sea refutada en el Parlamento.
Corbyn, quien se reúne en Bruselas con Michel Barnier, aseguró ayer mismo que la salida sin acuerdo no es una opción, por lo que el rechazo significaría regresar a la mesa de negociaciones. La premier, sin embargo, no lo tiene tan claro y ha avisado reiteradamente de que cualquier votación será binaria: o su propuesta o el temido Brexit desordenado.
El problema es que la motivación laborista va más allá del divorcio y presenta evidentes connotaciones tácticas. Sabe que rechazar el acuerdo podría precipitar el ansiado adelanto electoral, cualquier demanda servirá como excusa para tumbar Westminster, si May finalmente logra algún consenso con la UE.
De ahí que los estados miembro hayan optado por "intensificar la preparación" para evitar las peores consecuencias de un divorcio caótico, entre las que figura la imposibilidad de operar vuelos, según ha reconocido oficialmente el propio Gobierno británico.
De acuerdo con el documento de la reunión de ayer, es más, algunos han sugerido mini acuerdos específicos con Reino Unido.