Economía

La Ayuda al Desarrollo ¿salvamento o condena para África?

  • Expertos críticos con la asistencia sostienen que aborta la industria local y refuerza la dependencia
  • Autores como Dambisa Moyo apuestan por eliminar las ayudas y alaban la inversión china en la región
  • Sus defensores destacan los logros en desarrollo humano conseguidos y apuestan por repensar el modelo

"La idea de que la ayuda puede aliviar la pobreza sistémica es un mito: la ayuda es un desastre económico, político y humanitario sin precedentes para la mayor parte del mundo en desarrollo". Esta sentencia no ha sido enunciada por ningún político europeo conservador. Tampoco por un teórico neoliberal estadounidense ni por el presidente de un banco suizo. Su autora es Dambisa Moyo (Lusaka, Zambia, 1969), subsahariana de nacimiento y doctora en Economía por la Universidad de Oxford, quien en su libro Cuando la ayuda es el problema (2009) desgrana los motivos por los que el auxilio económico, lejos de sacar a África del pozo, la hunde cada vez más.

¿Cómo puede la Ayuda al Desarrollo ser perjudicial para el desarrollo mismo? En el mundo acomodado, el envío de dinero y materiales al duro y complejo territorio que se extiende al sur del Sahara se ha convertido en un cliché, parte del paisaje del discurso solidario arquetípico. Es una verdad aceptada que, de todas las regiones del planeta, África es la más desolada, primitiva, incontrolada y desigual, y todo el socorro económico que se le pueda prestar es poco. En torno a este dogma, se ha gestado una colosal telaraña de ONGs, instrumentos financieros solidarios, programas gubernamentales y, en algunos casos, fanfarria mediática, a cuenta de estrellas del cine y de la música.

La de Moyo es una de las voces que cuestiona este rumbo, y lo hace desde la lucidez que le da su condición de nativa. En el libro arriba citado, la experta plantea la pregunta de si el "billón de dólares o más" (sic) en ayudas entregado al continente han ayudado en algo a los africanos. "No", se responde a sí misma, tajante. "Ha contribuido a que los pobres sean más pobres".

Su interpretación es que la beneficencia de los países ricos, encarnada en donaciones y préstamos a muy bajo interés, aborta cualquier atisbo de industria local, ahuyenta a los inversores, sostiene mandatarios corruptos y despreocupados, dispara los precios y, en el peor de los casos, financia guerras. En palabras de la propia Moyo, vuelve a los gobiernos africanos "vagos" y apegados al paternalismo de Occidente, inactivos ante las lacras que condenan a la población. Los ingresos se dan por descontados y los responsables del erario público "carecen de incentivos para buscar formas diferentes y mejores de financiar el desarrollo".

"Allí donde las instituciones no estén presentes, por mucho que regales no podrás desarrollar el país. Cebarás el parasitismo estatal"

Insignes próceres de la ciencia económica como Peter 'el Barón' Bauer o Angus Deaton, premio Nobel y autor de El Gran Escape, precedieron a Moyo en su visión. Dentro de nuestras fronteras, Juan Ramón Rallo, economista y director del Instituto Juan de Mariana, se mueve en esta corriente: "la evidencia nos señala que la ayuda perjudica más de lo que beneficia", sostiene.

"La eficacia de la ayuda al desarrollo depende de la limpieza de las instituciones, la protección de la propiedad privada y el Estado de Derecho" –explica- "Allí donde estas instituciones no están presentes, por mucho dinero que regales no podrás desarrollar el país; muy al contrario, cebarás el parasitismo estatal, las redes clientelares y la dependencia".

El Gobierno, para ser fiable, necesita no sólo ser limpio: precisa la confianza de los ciudadanos y de los inversores, respetar las reglas de juego –encarnadas, según Rallo, en la tríada de "libertad, propiedad y contratos"-, y solucionar los problemas externos: "si un país pobre está excluido del comercio por restricciones regulatorias occidentales, orientadas al proteccionismo, lo tendrá mucho más difícil, por mucha que sea la caridad que reciba".

"Los que roban quieren que la tarta sea más grande, y saben que para ello tienen que permitir un cierto florecimiento" –continúa- "Pero si un Gobierno corrupto y ladrón sabe que puede conseguir recursos de fuera, el desarrollo deja de interesarles, por lo que con la ayuda al desarrollo se termina pagando a las instituciones parasitarias".

Moyo, como Rallo, cree en el libre mercado como motor de la prosperidad, y propone una 'hoja de ruta' que reduzca de manera progresiva pero inexorable las donaciones caritativas a África. Al mismo tiempo que se reduce, la ayuda debería ser reorientada hacia la mejora de infraestructuras, la reducción de la corrupción, la integración en el mercado crediticio internacional y la comercialización de la enorme deuda que lastra a los estados de la región.

En este sentido, alaba el papel de China, país que, lejos del 'buenismo', ha hecho en los últimos años colosales inversiones de infraestructuras en África, que han sido pagadas con materias primas. Pese a que la intervención del país asiático no tiene, en modo alguno, motivos humanitarios –es negocio puro y duro-, ha conseguido, en opinión de la autora, "lo que la ayuda prometió siempre y nunca logró".

"China y África son socios complementarios, forman un matrimonio basado en la razón"

Mbuyi Kabunda, congolés y profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid, es también un entusiasta defensor del papel del 'Gran Dragón' en África. "China y África son socios complementarios, forman un matrimonio basado en la razón" –Dice- "Pekín está inmerso en una despiadada guerra económica y tiene una insaciable sed de recursos unida a un exceso de capital, cuando las necesidades de África son las opuestas".

El docente denuncia el "juicio injusto" que se ha hecho respecto a la masiva entrada china en el continente, a pesar de que, admite, el Estado asiático no respeta la Ecología ni los derechos humanos. No obstante, considera la relación con China más deseable que la asistencia de Occidente, "que desde el fin de la Guerra Fría ha estado dirigida a la privatización, con terribles resultados".

"El activo más importante para el PIB de África son las remesas, no las ayudas"

La idea de que la ayuda exterior constriñe cualquier embrión de industria y vampiriza el tejido empresarial autóctono encuentra respaldo en el ínfimo nivel de producción africano. Tan sólo un 2% de las exportaciones globales corresponden a África, cuando su población roza los 1.300 millones, el 16%. Es, además, el continente que más rápido crece en términos demográficos, gracias precisamente al que quizá sea el mayor de los éxitos de la Ayuda al Desarrollo: la mejora de las condiciones sanitarias.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la esperanza de vida en África ha aumentado en 9,4 años en la última década. Las enfermedades más letales, como la Malaria o el SIDA, han reducido su impacto, lo que se traslada a las previsiones de aumento de la población infantil, que se estima que llegará a ser el 40% del total mundial en 2055. El acceso a la Educación, pese a los baches, también evoluciona: según el Banco Mundial LINK, países como Sudáfrica, Kenia, Zimbabue o República del Congo han asegurado prácticamente la universalidad de la escuela primaria, con tasas de escolarización muy próximas al 100%, mientras que Camerún, Tanzania, Ruanda o República Democrática del Congo alcanzan el 80%.

Gonzalo Fanjul es el director de análisis del Instituto de Salud Global de Barcelona. Es investigador de políticas y activista con dos décadas de experiencia en EEUU, España y Perú, ha dirigido campañas para Oxfam Intermon y es colaborador habitual en los medios de comunicación más importantes de nuestro país en calidad de especialista en la lucha contra la pobreza. Sabe una cosa o dos de la Ayuda al Desarrollo, y no le convencen los planteamientos de Moyo, Deaton y 'el Barón': "El libro de Moyo es muy flojo" -Dice como preámbulo- "En esa misma línea he leído críticas más lúcidas, como La carga del hombre blanco, de Bill Easterly".

"Las ayudas no son la panacea" -Acepta- "Pero los escenarios que plantea Dambisa Moyo no dejan de ser minoritarios. Sólo en algunos casos, como el de Mozambique, la caridad tiene un peso significativo en el PIB de los países africanos. En el resto, representa una parte muy pequeña de las cuentas". En opinión del especialista, no es la generosidad condescendiente del 'hombre blanco' el sostén de las precarias economías del continente, sino el esfuerzo de los africanos en el exterior. "Son las remesas de los emigrantes el activo más importante para el PIB de África", afirma.

"La Ayuda actual es totalmente diferente a la de hace 20 años. Antes se hacía al servicio de los intereses de las grandes potencias. Eso ya no es así"

Las cifras corroboran su discurso. Según los datos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés), en 2014 el montante de las remesas llegó a los 63.800 millones de dólares, superando ampliamente a los 50.000 millones de la Ayuda Oficial al Desarrollo. Eso a pesar de que, según el Banco Mundial, el África Subsahariana, con un costo promedio del 9,4%, sigue siendo la región a la que es más caro enviar dinero.

"La ayuda actual es totalmente diferente a la de hace 20 años" -Continúa Fanjul- "Antes, se hacía al servicio de determinados intereses de las potencias: los ingleses sosteniendo a Mobutu, los belgas sosteniendo a los hutus... Eso ya no es así", explica, en frontal oposición a las tesis de Moyo. "Se han introducido mecanismos de condicionamiento, mayor control y transparencia, no sólo por parte de los donantes sino también por parte de los Gobiernos de los países beneficiarios". Ésta es, para el activista, la mayor de las potencialidades de la Ayuda al Desarrollo: la de ejercer de "palanca" que active los mecanismos de la Democracia y cree cultura de Estado moderno.

Esto es algo que la colosal pero interesada y opaca inversión china no puede aportar. Pese a las ventajas que supone el capital asiático –hay cerca de 10.000 empresas chinas implantadas al sur del Sahara- África no deja de ser el laboratorio de China, el campo de pruebas para el desarrollo infraestructural y tecnológico de las empresas del 'Gran Dragón'. Y no se deben dejar de lado las implicaciones geoestratégicas y militares: la influencia militar de la segunda potencia mundial es cada vez más intensa, hasta el punto de que Pekín eligió Yibuti, como emplazamiento para su primera base castrense en el extranjero. No son pocas las voces que califican esta relación como 'neocolonialismo'.

Las ayudas, por consiguiente, están más que justificadas, desde una perspectiva "ética y práctica", concluye.

"Trabajar con los africanos, no por los africanos"

Carlos Oya, economista, profesor titular en la universidad SOAS de Londres y experto en desarrollo y Economía agraria africana, opina que, "guste o no", los avances en África se han producido gracias al "muchísimo dinero" enviado desde los países desarrollados. Su colega Kabunda, desde su condición de africano, coincide con él en que sería "cruel" eliminar la ayuda, "como darle una patada a la escalera después de haber subido". La asistencia de los países ricos, proclama, debe ser "redirigida" a través de "prácticas domésticas endógenas", esto es, convertir a los ayuntamientos, las empresas locales y las pequeñas organizaciones autóctonas en gestores de los recursos económicos recibidos. De esta manera, se evitaría "fortalecer la dependencia".

Para esto, matiza, no sólo hay que exigir responsabilidad a los donantes, sino también a los receptores. "Desde la descolonización, la corrupción ha causado en la región unas pérdidas de 300.000 millones de dólares" –argumenta- "Con ese dinero ya se habrían solucionado los problemas de subdesarrollo". Una vez establecidos los mecanismos de rendición de cuentas, explica, la reorganización de la asistencia debería comenzar desde el primer peldaño, el de los aspectos prioritarios del desarrollo humano. Son, a su juicio, tres las columnas maestras del futuro de África: "Educación, Sanidad y sobre todo el campesinado, que representa aún al 70% de la población".

Bajo estas premisas, Kabunda cree que con años de constancia se puede construir un porvenir basado en la cooperación y no el patronazgo. "Trabajar con los africanos, no por los africanos", concluye.

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Comentarios 3

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caixacoso
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OBRA SOCIAL LA CAIXA, LA MENTIRA DE LA CAIXA:Amenazar y despedir encubiertamente a madres y embarazadas.

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#1
O no ?
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Los mercados africanos serán la última y gran burbuja financiera, en donde el dinero listo debe posicionarse y a donde el dinero bobo llegará demasiado tarde, como siempre.

No creo que haya otra en la Antártida, aunque del trile todo puede esperarse.

Puntuación 0
#2
PROBLEMA DE AFRICA....
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Las potencias oiccidentales se dedicaron unicamente a -sacar recursos- pero naaa de hacer algo por el pais,.........ahora lo menos q se puede hacer es AYUDARLES , pero controlando pero q muyt bien a quien se da el dinero, pq, sino caera' en manos de cuatro mafiosos y el pueblo seguira' igual.....

Puntuación -4
#3