
Tras la entrada en vigor el pasado viernes de los aranceles del 25% sobre una lista de productos chinos por valor de 34.000 millones de dólares, el gigante asiático no solo ha respondido a Washington con la misma moneda, sino que también busca blindar a sus empresas y trabajadores del pulso comercial iniciado por Donald Trump.
Según señala la web del Ministerio de Comercio chino, Pekín "ha considerado completamente la posibilidad de sustitución de los bienes importados y el impacto en el comercio y la inversión en general" a la hora de imponer sus represalias a la mayor economía del mundo. Además, se especificó que los ingresos arancelarios de estas medidas se usarán principalmente "para aliviar el impacto" que la guerra comercial en curso pueda tener sobre las compañías y empleados del gigante asiático.
En este sentido, el Gobierno de Xi Jinping monitorizará de cerca el impacto que los gravámenes procedentes de EEUU puedan tener en el tejido empresarial chino mientras anima a las distintas compañías a cambiar el origen de sus importaciones como, por ejemplo, la soja, así como productos pesqueros y vehículos.
Al mismo tiempo, la Administración Xi estaría consultando con primeras figuras de Wall Street en busca de asesoramiento que permita entender el comportamiento de Trump, según adelantó Politico. Así, líderes como el consejero delegado de Blackstone, Steve Schwarzman, el de JPMorgan Chase, Jamie Dimon o el exsecretario del Tesoro Hank Paulson, habrían recibido llamadas de funcionarios chinos.
Una de las principales incógnitas reside en quién lleva la voz cantante dentro de la Casa Blanca cuando se trata de seguir caldeando la situación con nuevos aranceles. Por un lado, el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, y el director del Consejo Económico Nacional, Larry Kudlow, generalmente respaldan el libre comercio y se han mostrado preocupados por las dislocaciones económicas que pueden derivarse de una guerra comercial a gran escala. Por otro, el secretario de Comercio, Wilbur Ross, el asesor comercial Peter Navarro y el representante comercial de EEUU, Robert Lighthizer, apoyan una línea dura con Pekín.