
Una madrugada del pasado noviembre, pasadas las 3 am, la energía de los eurodiputados y diplomáticos discutiendo el presupuesto europeo para 2018 tocaba mínimos. Con la cadencia de un ciclista que no baja el ritmo al llegar la montaña, Nadia Calviño empujó la negociación adelante, mientras su jefe político, el comisario Günther Oettinger, se apagaba a su lado.
Para los que estaban en la sala esta anécdota describe a la nueva ministra de Economía. La directora general de Presupuestos de la Comisión Europea es una negociadora dura, pero al mismo tiempo con una energía y entusiasmo contagioso, según coinciden fuentes consultadas para este artículo.
Descrita como muy inteligente y competente, ha mostrado que controla sus dosieres al detalle durante los doce años que ha estado en Bruselas. Nada más aterrizar le tocó supervisar las fusiones en los todopoderosos servicios de Competencia de la Comisión. Luego lidió con la reforma del sector financiero tras el colapso del sistema en 2008. También participó en la elaboración de la unión bancaria, visto como el paso adelante más importante en la integración europea desde el euro.
En esta última etapa ha cuadrado los números para la propuesta del próximo presupuesto plurianual de la UE. Ha sido el borrador presupuestario más difícil que ha tenido que preparar la Comisión Europea, y con el que nadie ha quedado contento, incluida España. A Calviño y su equipo les ha tocado un sudoku imposible al apilarse las prioridades, caer los fondos con la salida del Reino Unido y un calendario que aprieta. Sus cualidades eran un as en la manga para Oettinger, como ya había probado en el pasado al mediar sobre los recursos que se debería llevar la Garantía Juvenil, un asunto en el que España quedó en el fuego cruzado entre la Eurocámara y el Consejo.
Pero la charla de Pedro Sánchez ayer con el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, era por algo más que un gesto de cortesía. El nuevo presidente del Gobierno anunció al luxemburgués que se llevaba a una de sus negociadoras estrella. Malas noticias justo cuando a Bruselas le crecen los enanos, con la llegada de un gobierno populista en Italia, el estancamiento en las negociaciones del Brexit, la guerra comercial con Donald Trump, y malestar por haber perdido la oportunidad para dar un salto adelante en el refuerzo de la eurozona.
Sin embargo, en la Comisión se felicitaban ayer por una decisión que reconoce la trayectoria de Calviño, una convencida europeísta. "Es una buena noticia para España y para la UE", dijo un portavoz comunitario.
Su experiencia internacional, el conocimiento de Bruselas, el respeto de los interlocutores, las tablas, los idiomas, o sus habilidades comunicativas serán sin duda un activo para el nuevo Ejecutivo de Sánchez. Con un gobierno en minoría y el asunto catalán incandescente, el líder socialista se cubre así las espaldas frente a los avisos que le puedan llegar de Bruselas y las presiones de Berlín por el desvío con las metas del déficit este año, las reformas que piensa revisar o el retraso con la privatización de Bankia.
Pero el envidiable perfil técnico de Calviño resultará insuficiente si no prueba que fuera de Bruselas también ruge como un animal político. La gallega aterrizará en un campo de minas, con el PP con las pinturas de guerra ya en la cara, y los independentistas dispuestos a disparar por la espalda si hace falta.
Currículum
Personal. Nacida en La Coruña, en 1968. Está casada y tiene cuatro hijos.
Formación. Licenciada en Economía por la Complutense y en Derecho por la UNED.
Trayectoria. Técnico comercial del Estado, tras más de una década trabajando en el Ministerio de Economía español, pasó a la Comisión Europea en 2006. Desde 2014 es directora general de Presupuestos, bajo el mando del comisario europeo alemán Günther Oettinger.