
El exministro de Economía, Luis de Guindos, ha posesión de su cargo como vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE). Casualidades de la vida, el día coincidió con la caída del Gobierno al que perteneció en los últimos cinco años y también con el 20 aniversario de la institución comunitaria a la que accede.
Guindos, sea por azar, oportunidad o empeño personal, se ha convertido en la última y única gran figura del Ejecutivo de Mariano Rajoy que ha visto desde la lejanía y con mando en plaza la moción de censura impulsada por el PSOE por la que Pedro Sánchez ha alcanzado La Moncloa.
Solo poco más de tres meses son los que han distanciado al exministro de sufrir de primera mano en el seno de un Gobierno su derribo, el primero de la historia de la democracia, junto a sus excompañeros de bancada.
Bien es cierto que las intenciones de Guindos fueron abandonar Economía mucho antes. Lo intentó cuando peleó por la presidencia del Eurogrupo. Con el sillón del BCE lo consiguió en febrero, puesto desde el que a partir de ahora defenderá los intereses de nuestro país y de la eurozona.
El desembarco del español en el organismo monetario se ha producido en plena vorágine política, inesperada hasta hace una semana, que puede complicar su labor, aunque su voto tampoco sea de tanta transcendencia porque la hoja de ruta del BCE está fijada desde hace algún tiempo.
Ahora Guindos tendrá que fijar su posición con un Gobierno de ideas que pueden llegar a chocar en algunos aspectos. Tres son las cuestiones de relevancia que están sobre la me-sa. La primera es el calado y la celeridad de la retirada de la política de estímulos en Europa que acabará con una subida de tipos de interés. El ritmo y la intensidad, en principio, dependerá de la evolución de los acontecimientos, tales como la crisis abierta en Italia y sus efectos en la economía y los mercados. En principio, no se espera que hasta mediados del próximo año se mueva el precio oficial del dinero.
La primera pista so-bre su actuación se producirá, precisamente, el 14 de junio, cuando se reúna el consejo de gobierno del BCE y Guindos ejerza de verdad en su cargo.
La segunda es la normativa que se aplica al sector financiero. En este terreno puede haber divergencias entre el nuevo Gobierno socialista y el recién estrenado vicepresidente del BCE. Aún quedan por establecerse reglas que afectan a las entidades con el objetivo de armonizar criterios y ahondar en una unión bancaria real, sin que existan diferencias de tratamiento para problemáticas tales como las provisiones o los riesgos.
La tercera es la visión de Bankia. Mientras el BCE y Guindos apuestan por la privatización -cuanto antes sea posible mejor- para intentar recuperar las ayudas otorgadas, que ascienden a 24.100 millones, el socio principal del Gobierno y algunas facciones del PSOE están más a favor de mantener el grupo nacionalizado en manos del Estado, con el fin de que se geste una banca pública.
El exministro, desde que salió del Ejecutivo, ha mantenido un perfil bajo y se ha dedicado a tomar contacto con los distintos equipos de la autoridad moneria europea. Eso, en las últimas semanas, ha intentado en la designación de la nueva cúpula del Banco de España. De hecho, según distintas fuentes, la moción de censura obligó al presidente Rajoy a cambiar los nombramientos. La candidata de Guindos, Rosa Sánchez Yebra -que fue su secretaria de Estado del Tesoro- estuvo a punto de ser designada para el cargo de gobernadora o subgobernadora, pero a última hora su nombre saltó por los aires por el elevado perfil político y porque el consenso en el relevo con el PSOE se había roto ante el desafío lanzado por Pedro Sánchez para llegar a La Moncloa.
El papel de Guindos, por tanto, se ha complicado en el BCE. Cuando fue propuesto hace tres meses la situación tanto política como macroeconómica era significativamente más tranquila.