
Salvo cambios de última hora, algo a lo que ya nos tiene más que acostumbrados la Casa Blanca, Estados Unidos no tiene previsto ceder a las demandas europeas para blindar permanentemente al bloque comunitario de sus gravámenes al acero y el aluminio. Al menos así lo indicó el miércoles el secretario de Comercio, Wilbur Ross, desde París, dando a entender que a partir de este viernes la Administración Trump oficializará su pulso arancelario con Bruselas.
"China no ha usado esto como una excusa para no negociar (en referencia a los gravámenes)... solo la UE está insistiendo en que no podemos negociar si hay aranceles", criticó el secretario de comercio estadounidense desde la capital gala horas antes de reunirse con la comisaria europea de comercio, Cecilia Malmström. Un encuentro donde no pareció haber consenso alguno según pudo deducirse del comunicado emitido posteriormente. "Afortunadamente podríamos tener una agenda positiva con nuestros pares estadounidenses sin aranceles ni cuotas. Sin embargo, siendo realistas, no creemos que podamos esperar eso", sentenció la alta funcionaria europea.
De esta forma, a partir de la medianoche, las exportaciones europeas de acero y aluminio sufrirán bien un gravamen del 25 y el 10% respectivamente o bien algún tipo de cuota por parte de EEUU. Una decisión que no cerraría la puerta a seguir negociando, según explicó el secretario de Comercio estadounidense. "Puede haber negociaciones con o sin aranceles vigentes", dijo Ross incidiendo en que la UE ha mostrado un interés relativamente limitado en negociar seriamente con el Gobierno estadounidense.
Desde que los aranceles al acero y el aluminio entrasen en vigor el pasado 23 de marzo, Washington ofreció a sus aliados europeos, así como a México y Canadá exenciones hasta el 1 de junio para poder negociar. La Administración Trump ha tratado así de poner más presión sobre Bruselas instando al Viejo Continente a reducir sus gravámenes sobre los coches importados del extranjero a cambio de quedar libre de los gravámenes respaldados por la Sección 232 de la Ley de Comercio estadounidense, que alega motivos de seguridad nacional.
Otro punto de presión de la Casa Blanca, cuyas negociaciones han estado lideradas por Ross y el representante comercial, Robert Lighthizer, ha estado en la posibilidad de imponer cuotas a las exportaciones europeas de acero y aluminio como parte de la iniciativa del Gobierno estadounidense de poner una mayor presión sobre el exceso de capacidad generado en China. De hecho, Washington planteó imponer un límite hasta el 90% de las importaciones europeas registradas el año pasado. Sin embargo, Europa consideró inaceptable digerir un porcentaje que fuera inferior al total de exportaciones a EEUU registradas en 2017.
Más de 6.000 millones
Los Estados miembros se juegan hasta unos 6.050 millones de euros si Washington acaba por imponer aranceles o cuotas sobre las importaciones al acero y al aluminio, según los datos que baraja la Comisión Europea. Una cifra que Bruselas contrarrestará gravando la importación de una lista de productos estadounidenses por valor de 6.400 millones de euros.
Ross insistió desde la sede de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico que el beneficio de los aranceles en la economía estadounidense supera al incremento en los costes que enfrentarán algunas industrias como resultado de un encarecimiento de las importaciones de acero y aluminio. "El cielo no se ha caído sobre EEUU y no lo hará", dijo Ross quien recalcó que no ve compañías automotrices o de productos envasados cerrando como consecuencia de esta decisión.