
Tras la caída del telón de acero a principios de los 90, varios países de Europa del Este que habían estado bajo el yugo comunista se unieron a la 'fiesta' de la globalización. Algunos de estos países, como Polonia, los bálticos o la República Checa, han crecido con fuerza durante años gracias a una fuerza laboral barata y abundante, que ha sido el cebo que ha atraído a cientos de empresas europeas a implantar fábricas y líneas de ensamblaje en dicha zona. Ahora, estos países deben dar un paso más para seguir progresando, si el capital humano y la inversión no mejoran, las fuertes subidas salariales pueden terminar socavando la competitividad de estos países y el crecimiento potencial. La educación y la formación del capital humano será fundamental para dar este paso.
Cuando los hermanos Baumruk comenzaron a fabricar piezas de maquinaria industrial en su garaje después del colapso del régimen comunista en Checoslovaquia, podían contar con un ingrediente crucial: mano de obra barata. Sus empleados estaban dispuestos a hacer trabajos manuales por una fracción de los salarios que los alemanes cobraban haciendo casi lo mismo al otro lado de la frontera.
Casi tres décadas después, la misma compañía es irreconocible. Los pasillos de la fábrica cerca de Plzen están decorados con máquinas de Japón de última generación que prensan láminas de metal y tubos de corte para fabricantes de equipos industriales profesionales y que están dirigidos por ingenieros altamente formados y de alta cualificación.
"Las personas tenían salarios bajos y no podíamos comprar máquinas para producir a gran escala", comenta Martin Baumruk, uno de los hijos de los fundadores. Baumruk dirige la compañía, cuyas ventas anuales son de aproximadamente 10 millones de euros. "Ahora la persona adecuada es más valiosa para nosotros que la propia maquinaria que compramos".
Cambios en la industria
El negocio de Baumruk encarna la nueva realidad que está transformando las economías excomunistas de Europa del Este. Desde Varsovia hasta Riga, los gobiernos están comenzando a toparse con los límites de un modelo económico que atrajo a los inversores extranjeros occidentales durante casi tres décadas, basado en mano de obra poco cualificada y con salarios más bajos. Con los salarios creciendo con fuerza y el desempleo en los países del este por debajo del 4%, los políticos han comenzado a darse cuenta de que deben invertir más en investigación y educación.
"Debemos concentrarnos en productos que aporten un mayor valor añadido", comenta Radomir Jac, economista jefe de la unidad de gestión de activos con sede en Praga de Assicurazioni Generali. "Construir más fábricas y líneas de ensamblaje no beneficiará a nuestra economía. En todo caso, creará más tensiones en el ya caliente mercado laboral".
Es un cambio radical de la década de 1990, cuando el colapso del comunismo llevó a las empresas privadas de Europa occidental y Estados Unidos a beneficiarse de los bajos salarios y, más tarde, esto se multiplicó con el desplome de los aranceles gracias a la entrada de estos países en la Unión Europea.
En la República Checa, la alemana Volkswagen compró Skoda Auto en 1991; Eslovaquia dio la bienvenida al fabricante de electrodomésticos Whirlpool y se convirtió en el mayor productor de automóviles del mundo per cápita. La región se convirtió en un vínculo vital en las cadenas de globales de producción que mantienen la industria alemana en funcionamiento.
Ahora, el aumento de los salarios está comenzando a desplazar parte de la producción hacía países más 'baratos'. La japonesa Yazaki, por ejemplo, está cambiando la producción del cableado de algunos de sus modelos de coches desde el área de Plzen hasta Serbia, donde los salarios de la industria son casi un 60% más bajos. En Polonia, la fuerte afluencia de trabajadores de Ucrania está taponando agujeros en la fuerza de trabajo y restringiendo los salarios.

Con una de las poblaciones mejor educadas de la región, el gobierno checo impulsó programas de desarrollo que han atraído a la automotriz alemana BMW a invertir más de 200 millones de euros en una instalación de investigación que desarrolla tecnología digital y programas para el coche autónomo. En Rumanía, los incentivos fiscales han atraído a empresas como Oracle Corp. e IBM.
En Polonia, compañías como Amazon, JP Morgan e IBM han establecido centros o centros de distribución, lo que ha llevado la inversión extranjera directa hasta un récord de 9.000 millones de euros 2016. Esto se debe en parte a que la fuerza de trabajo de Polonia ofrece un nivel de la formación requerida por las empresas más alto, sobre todo si se comparan los salarios con otras partes de Europa del Este, comenta Joanna Tyrowicz, profesora de economía en la Universidad de Varsovia y cofundadora del centro de investigación GRAPE.
Polonia está teniendo serios problemas por las interferencias de los políticos en el poder del PiS polaco: los esfuerzos del gobierno para controlar el sistema judicial y la radiodifusión pública no ayudan, destacan desde Bloomberg. Además, Tyrowicz señala que "la mayor incertidumbre sobre las normas fiscales y otras regulaciones junto con la disminución de la estabilidad de las condiciones comerciales definitivamente reducen el valor de la inversión en Polonia, por lo tanto, desalientan a algunos de los inversores potenciales".
Para encontrar una solución al aumento de los salarios, Europa del Este puede mirar a naciones como Taiwán y Corea del Sur, que pasaron de la fabricación de bajo nivel a la vanguardia de la innovación tecnológica en el transcurso de unas pocas décadas. Jeffry Frieden, profesor de la Universidad de Harvard, argumenta que los países necesitan fabricar productos cuyo valor añadido iguale como mínimo los salarios que se están pagando.
"Si tienes éxito, los salarios aumentan y tienes que moverte hacia productos que necesitan mejor capital humano, es decir, mano de obra más cualificada", sostiene. "La historia de éxito de la mayoría de los países del mundo que se han pasado de pobres a ingresos medios, y de ahí a ser ricos, están basadas en una historia del desarrollo de la calidad de la fuerza de trabajo y eso significa educación".
Sin embargo, se requiere investigación e innovación para colocar a los trabajadores en empleos con mayor valor añadido, y Europa oriental no se está moviendo lo suficientemente rápido. Un estudio del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo muestra que el número de patentes otorgadas en relación con la población (un indicador de la innovación) ha crecido menos de lo esperado (menos de un 50%) entre 2002 y 2015 en la región, que también incluye países como Rusia y Turquía. . En el mismo período, las patentes otorgadas en China crecieron un 3.000% y en Corea del Sur, un 317%.
"Hablar de cambiar el modelo económico es más fácil que hacerlo", comenta David Marek, economista jefe de Deloitte en Praga. "Las economías de Europa del Este no pueden salir de la trampa de ser la 'línea de ensamblaje' de Occidente hasta que comiencen a invertir adecuadamente en investigación y desarrollo".