Gary Cohn, expresidente de Goldman Sachs y hoy director del Consejo Económico Nacional, principal opositor
La trastienda de la Casa Blanca se ha convertido en una batalla campal, donde los globalistas, liderados por Gary Cohn, expresidente de Goldman Sachs y actual director del Consejo Económico Nacional, buscan desesperadamente revertir los planes de la Administración Trump de imponer aranceles a las importaciones de acero y aluminio. Una decisión que no solo amenaza con la dimisión del considerado como guardaespaldas del mercado en el Despacho Oval, sino que también ha generado un cisma dentro del partido republicano.
Cohn, quien podría considerarse aliado del ala más internacionalista de la Casa Blanca, una facción donde también se incluyen a la hija de Trump, Ivanka, o su marido Jared Kuschner, quienes han perdido influencia en las últimas semanas, prepara un evento este jueves, que incluirá directivos de todas las industrias que sufrirán las consecuencias, directa o indirectas, de los gravámenes del 25 por ciento y el 10 por ciento, respectivamente, a las importaciones de acero y aluminio.
El objetivo de este encuentro es contrarrestar la influencia que los directivos del acero y aluminio estadounidense han tenido sobre Trump a la hora de dar luz verde a esta controvertida decisión, de la que todavía se desconocen detalles y que añade un nuevo grado de dificultad a las negociaciones en curso para modernizar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Coincidiendo con esta ofensiva de Cohn, uno de los arquitectos de la reforma fiscal aprobada el pasado 22 de diciembre, y cuyo futuro en el Gobierno es una interrogante si finalmente se activan estas medidas proteccionistas, un estudio para la organización Trade Partnership elaborado por Joseph Francois, director gerente del World Trade Insititute y Laura M. Baughman, presidenta de The Trade Partnership, estima que por cada empleo creado con estos aranceles se eliminarán cinco puestos de trabajo.
Según sus cálculos, y tomando como ejemplo lo ocurrido cuando la Administración Bush implementó aranceles sobre las importaciones de acero en 2002, un hecho que eliminó 200.000 puestos de trabajo, los gravámenes que planea Trump generarían 33.464 empleos en la industria del acero y el aluminio, pero destruiría 179.334 en el resto de la economía estadounidense.
De hecho, el fabricante de motocicletas Harley Davidson advirtió que las represalias a los aranceles sobre las importaciones de acero y aluminio tendrán "un impacto significativo" en sus ventas. La compañía con sede en Milwaukee, Wisconsin, recalcó que apoya un comercio libre y justo, pero consideró que estos gravámenes encarecerán el precios de todos los productos que contengan estos metales, independientemente de su origen.
Jeffrey Currie, analista de Goldman Sachs, tachó los aranceles como "draconianos" y explicó que el país acabará "pagando aranceles sobre las importaciones de metal de mayor calidad de sus aliados".
Por su parte, el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Paul Ryan, reconoció que "hay abusos" pero criticó el plan de Trump y el Departamento de Comercio. "Hay exceso de capacidad, dumping y traslado de acero y aluminio por parte de algunos países, particularmente China", añadió.