
De la bonanza a la crisis, de la crisis a la recesión, de la inflación a secas a la estanflación y de ésta al vértigo de la deflación, la gran amenaza en sus dos vertientes: la que afecta al nivel general de precios y la deflación de activos. Los fuertes vaivenes financieros y la propia crisis van trastocando el escenario económico y la zozobra pasa, como en una montaña rusa, de las escaladas a los vértigos ante el descenso.
A la desaceleración del Producto Interior Bruto, iniciada hace meses, siguió una época rayana en el estancamiento económico con precios disparados: el pánico estaba en la estanflación. Mala combinación, temida por las dificultades que entraña combatirla. Ahora hemos pasado de temerla, explica el presidente de Freemarket International Consulting, Lorenzo Bernaldo de Quirós, a inquietarnos ante una posible situación de "recesión deflacionaria", no tanto en su variante de caída del índice de precios (IPC) -"impensable en una economía moderna siempre que los bancos centrales no se crucen de brazos", prosigue Bernaldo de Quirós- sino en la del precio de los activos.
"¿Los nuevos problemas? Por un lado, la dificultad adicional que entraña luchar contra un escenario deflacionista y, por otro, que puede conducir a una situación parecida a la que vivió la economía japonesa en la década de los noventa. Un futuro nada halagüeño que merece la pena evitar".
Inflación 'negra'
Ahora el nivel de precios remite y "la inflación ha dejado de ser el peligro", sostiene el rector de la Universidad Antonio de Nebrija, Fernando Fernández. Va más allá: apunta que, incluso, puede que se sobrerreaccionara contra ella. Esa sería la razón por la que el Banco Central Europeo (BCE), con Jean-Claude Trichet al frente, ha sido tan remiso a acometer bajadas de tipos de interés a pesar de la pérdida de gas que registraban las principales economías europeas, arrastradas por la crisis global.
Bajar los tipos incentivaría el dinamismo, a costa de arriesgar la inflación, extremo al que el guardián de los precios prefirió no exponerse. Finalmente hubo de claudicar y ya anuncia nuevas bajadas. "Trichet confundió la burbuja en el mercado del petróleo con la inflación y sobrestimó la presión salarial sobre los precios", añade Fernández. Una inflación negra provocada por el oro negro...
En la misma línea que Fernando Fernández apunta también un informe de la gestora Carmignac, cuando indica, contundente, que "mal que le pese a Trichet, el riesgo de inflación se aleja". Precisamente, un estudio de Carmignac sobre la economía estadounidense también contempla un horizonte recesivo con menor liquidez, confianza y apalancamiento y con más riesgos en la solvencia. Todo ello unido al deterioro del empleo y la consiguiente debilidad del consumo no hace más que presagiar la situación que más espanto causa en el imaginario económico norteamericano: la deflación.
Y es que tanto pánico muestra un ciudadano alemán ante una escalada de los precios -estigmatizado por la hiperinflación germana- como un americano ante el fantasma de la deflación, uno de los factores que ahondó la Gran Depresión. De esta disparidad de enfoques surgen gran parte de las divergencias de objetivos de política monetaria entre el BCE y la Fed. Cada uno tiene su antagonista. La inflación, el primero; la deflación, el segundo.
Los economistas son más pesimistas con las consecuencias de la deflación que con las de la inflación. El director del Servicio de Estudios del Instituto de Estudios Económicos (IEE), Gregorio Izquierdo, explica para elEconomista que las crisis con deflación son "muy profundas, muy duras" y van más allá de lo que se considera una "recesión cíclica", con ajustes brutales en el empleo y una tremenda contracción en el circuito económico.
'Commodities' más baratas
Desde luego, hoy la inflación está remitiendo. En el caso de España es notable, desde una cota del 5,3% en julio ha suavizado su avance hasta un posible 3,6% en octubre. Con permiso del petróleo, claro está. Y de un contexto internacional de abaratamiento de las materias primas (commodities).
La bajada del crudo desde los máximos veraniegos por encima de los 140 dólares al entorno de los 65 no viene sino a demostrar que el episodio de subida del nivel general de precios tenía un componente más "importado" que endógeno, explica el director de Coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorro (Funcas), Ángel Laborda.
Pero no sólo cae el barril tras protagonizar una escalada imparable, también otras materias primas. Como indica Laborda, se hunden porque sus mercados funcionan como mercados financieros. Mientras, un informe de Merrill Lynch habla de bajadas del 50% en el oro negro y los metales, y del 30% en los alimentos. Y para reforzar el proceso, continúa el estudio de la compañía americana, ahí está el reforzamiento del dólar, un 20% en seis meses. Carmignac estima que la rapidez con que el dólar ha cambiado de rumbo ha contribuido a la reducción de liquidez, un desencandenante más de la coyuntura deflacionaria.
Con todo, el rector de la Universidad Antonio de Nebrija resume claramente el cuadro de síntomas. La caída de las commodities, del petróleo, de los activos inmobiliarios y de los tipos de interés hacen planear la sombra de la deflación de activos a nivel mundial. Es más, si no hay deflación propiamente dicha en la economía española a estas alturas, explica Fernández, es porque el índice de precios excluye los inmobiliarios.
Con todo, remacha Bernaldo de Quirós, la actual coyuntura es, cuando menos, de "estancamiento con deflación de activos". Y los expertos consultados por elEconomista abundan aún más sobre el diagnóstico. Coinciden en señalar que el problema es de carácter global. Ahora bien, puntualiza el presidente de Freemarket, afectará especialmente a aquellos países en los que la burbuja inmobiliaria creció con más intensidad, como Irlanda, Reino Unido y España.
Efecto pobreza
Todo este contexto, mezclado con estancamiento económico o el paradójico "crecimiento negativo" -en el que ya naufraga la economía española en términos intertrimestrales según el Banco de España- forma un cuadro económico recesivo sobre el que planea la pérdida de valor de los activos. Tanto los inmobiliarios, como los financieros, las acciones, están cayendo y ello produce, apunta Laborda, un "efecto riqueza negativo" que desemboca en la contracción del consumo.
En esta dirección apunta también Gregorio Izquierdo, al señalar que "la deflación de activos nos empobrece a todos". A título de ejemplo, los inmobiliarios. Si valen menos, no sólo tienen menor valor de realización o venta, sino que además representan una menor garantía para la financiación a la que están vinculados. Para colmo, en un contexto en que se espera que materias primas, inmuebles y acciones valgan cada vez menos, los consumidores retrasan sus decisiones de compra, al esperar precios menores para el futuro. Los planes de consumo y de inversión se resienten debilitando la demanda.
Se puede evitar
Declarada la enfermedad, los economistas proponen la cura. Según Carmignac, "los países desarrollados no están solos" y la Gran Depresión dejó como lección los antídotos para estos casos: bajadas de tipos, recapitalización de los bancos, garantía para los depósitos y préstamos y la revisión de las normas contables sobre valoración de activos. En definitiva, generar liquidez, aumentar el dinero en circulación. ¡Que vuele el helicóptero de Milton Friedman y lance dinero a consumidores y empresas! Metafóricamente o no, pero ¡ojalá que llueva... liquidez!