Economía

May pretende popularizar la imagen de los conservadores tirando de gasto

  • Los laboristas se escoran a la izquierda inspirándose en Corbyn
La primera ministra de Reino Unido, Theresa May. Reuters.

La campaña electoral británica ha entrado finalmente en materia con la concreción de unos programas electorales que confirman la línea rupturista de estos comicios en relación a cualquier votación de la historia reciente.

Aunque las encuestas dan por zanjada la contienda, con una hegemonía conservadora sin precedentes en tiempos modernos, la cita del 8 de junio marca un punto de inflexión en la evolución del bipartidismo en Reino Unido, con las dos formaciones que tradicionalmente se han repartido el poder resueltas a completar un giro ideológico con potencial para rediseñar el mapa político al norte del Canal de la Mancha.

Más allá de las sensibles diferencias estratégicas con las que afrontan la cita, los tories con una marcada vocación personalista, aprovechando la popularidad de Theresa May, frente a la apuesta por las ideas del Laborismo, los programas electorales constituyen un fiel reflejo de la visión de los líderes, lo que vinculará el veredicto de las urnas a la suerte de los candidatos.

La primera ministra está decidida a reconfigurar en el imaginario colectivo la imagen de los conservadores como el partido "de la mayoría" y su programa reajusta los cimientos de la derecha para capitalizar apoyo en áreas hasta ahora vetadas. La formación que abanderaba el libre mercado apuesta por ampliar la influencia de los trabajadores sobre las juntas de dirección y, frente al dogma que la batalla contra el déficit suponía para la administración de David Cameron, May admite no solo más gasto, sino que el agujero presupuestario continúe por más tiempo.

El movimiento está altamente calculado por los mandarines tories, conscientes de que ninguna fórmula que recuerde a las consignas de su eterno rival podría hacer daño a una formación conocida por su connivencia con la laxitud regulatoria y la rectitud fiscal. De ahí que la mandataria se haya atrevido a certificar el fin del legado de sus antecesores para retratarse como una política más cercana a la Inglaterra profunda que a las élites con las que se identifica a los conservadores, especialmente tras la estadía de Cameron en el Número 10, donde no logró disipar el aura de privilegio que lo acompañó en su carrera.

Presentada como opción segura

Ella, por el contrario, se presenta como una opción segura incluso para quienes nunca se habrían planteado votar tory, aceptando incluso riesgos que amenazan con envalentonar al núcleo duro de su partido, como la disposición a retrasar el equilibrio presupuestario, o un mayor intervencionismo estatal, como en el tope a las facturas energéticas. Esta propuesta, aunque acuñada inicialmente por los laboristas, se queda corta ante el espíritu planteado por estos: siguiendo el guión de Jeremy Corbyn, prometen nacionalizar industrias de referencia como la ferroviaria y encaminar el sistema de energía hacia un modelo de propiedad pública.

Con todo, la mayor preocupación entre los conservadores se centra en el hecho de que, salvo el IVA, el programa deja la puerta abierta a subir los impuestos en materia de contribuciones a la Seguridad Social, e IRPF, especialmente para los altos salarios. El Laborismo, por su parte, descarta incrementos en los dos primeros, pero ha anunciado ya nuevos tramos para las rentas altas, no solo con la reintroducción del 50% para aquellas superiores a las 123.000 libras (143.000 euros), sino con la elevación al 45% para las que sobrepasen las 80.000 libras (93.000 euros).

May promete más dinero para educación y sanidad y se atreve a plantear una revolución en la financiación de la asistencia social, especialmente para los mayores: quienes la reciban en el hogar tendrán que contribuir con sus activos, incluida la vivienda, para sufragar el coste. El planteamiento es polémico y contrasta con la declarada voluntad laborista de "acabar con los peores excesos" de los cambios promovidos por los conservadores, con una ruptura con el modelo dominante hacia uno de más impuestos y más Estado. Sus promesas, de hecho, suman 48.600 millones de libras (56.600 en euros), que prevén financiar elevando la cesta fiscal.

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