
El Fondo Monetario Internacional ha echado un jarro de agua fría sobre las economías de América Latina y Caribe durante la revisión de sus Perspectivas de Crecimiento Mundial (WEO, por sus siglas en inglés) presentadas el lunes en Washington. Según el equipo liderado por Maurice Obstfeld, economista jefe de la institución, la región se expandirá este año un 1,2%, lo que supone una rebaja de 0,4 puntos porcentuales con respecto las cifras presentadas el pasado octubre. Para 2018, el Fondo mantiene intacta su proyección, con un crecimiento del 2,1%.
"La actividad fue más débil de lo esperado en algunos países de América Latina que están atravesando una recesión, como Argentina y Brasil", justifican desde el Fondo, donde también mencionan factores como unas condiciones financieras más restrictivas y vientos en contra más fuertes para México debido a la incertidumbre relacionada con el nuevo gobierno en Estados Unidos, así como el deterioro ininterrumpido de la situación en Venezuela.
En el caso de Brasil, la economía más grande de la región, el FMI rebajó en tres décimas sus previsiones de crecimiento para este año, cuando su PIB se expandirá un 0,2%. Por su parte, México sufre un importante recorte de 0,6 puntos porcentuales tanto para el crecimiento económico de este año, que será del 1,7%, como para el que viene, cuando éste se situará en el 2%.
El FMI menciona factores como el repunte de más del 6% del dólar estadounidense desde el pasado mes de agosto, un hecho que ha depreciado sustancialmente al peso mexicano. También advierte que los datos preliminares apuntan a "elevadas salidas de inversiones de cartera de no residentes de mercados emergentes tras las elecciones estadounidenses".
En general, la institución señala que en algunas economías emergentes todavía persisten vulnerabilidades fundamentales como el elevado nivel de la deuda empresarial, el decreciente volumen de las utilidades, la debilidad de los balances bancarios y la ausencia de amortiguadores sólidos. Este panorama hace pensar que estas economías continúan expuestas a un posible empeoramiento de las condiciones financieras mundiales, fugas de capital y las implicaciones de unas depreciaciones fuertes en sus balances.
Obstfeld y su equipo recomiendan que mejorar la capacidad de resistencia financiera puede reducir la vulnerabilidad ante un deterioro de las condiciones financieras a nivel mundial, fluctuaciones cambiarias significativas y el riesgo de cambios en la dirección de los flujos de capital.
Por su parte, las economías con un nivel elevado y creciente de deuda no financiera, pasivos externos sin cobertura o una fuerte dependencia de endeudamiento a corto plazo para financiar inversiones a más largo plazo deben adoptar prácticas más sólidas de gestión de riesgo y contener los descalces de los balances.