La victoria del candidato republicano, Donald Trump, en las presidenciales estadounidenses ha comenzado a desestabilizar la relación comercial de EEUU y México por las amenazas del presidente electo de desbaratar acuerdos comerciales y de imponer aranceles, algo que tendrá efectos en ambas economías por su estrecha interconexión industrial, materializada en el origen estadounidense del 40% de la producción azteca vendida en EEUU.
De hecho, México ha reorganizado su Gobierno para mejorar el entendimiento con la nueva Administración estadounidense. A falta de tan sólo 13 días para que Trump jure su cargo, la presión del republicano hacia México se intensifica. Si a finales de noviembre el todavía empresario anunciaba a bombo y platillo su intercesión para frenar los planes de Carrier, el fabricante de aires acondicionados, que pretendía trasladar hasta 2.000 empleos de Indiana al país vecino, el recién estrenado 2017 ha llegado cargado de amenazas para las automotrices.
El pasado martes, Trump echó mano de su red social favorita, Twitter, para criticar a General Motors, a quien acusó de estar "enviando el modelo Chevy Cruze hecho en México a los concesionarios de EEUU sin tarifas". Un mensaje que vino cargado con amenazas de imponer aranceles aduaneros a la compañía de Mary Barra. La empresa no tardó en responder que todos los Chevrolet Cruze sedán vendidos en EEUU "se producen en la planta de montaje de GM en Lordstrom, Ohio".
Según la automovilística, únicamente la producción del Chevrolet Cruze de cinco puertas para mercados globales tiene lugar en México y sólo una pequeña cantidad del modelo se vende a este lado del Atlántico. Con la tensión acumulada -recordemos que durante su campaña electoral Trump amenazó con deshacer el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta) e imponer tarifas de hasta el 35% sobre los productos procedentes de México-, Ford aprovechó la reprimenda a GM para ganar puntos ante la próxima Administración de Estados Unidos.
La automotriz liderada por Mark Fields canceló sus planes para invertir 1.600 millones de dólares (1.510 millones de euros) en la creación de una nueva planta en San Luis Potosí (México) y, por el contrario, adelantó que destinará hasta 700 millones de dólares en expandir su centro de ensamblaje en Flat Rock, Michigan, donde producirá vehículos de alta tecnología autónomos y eléctricos, además del icónico Ford Mustang y el Lincoln Continental. Eso sí, en un giro por mejorar su rentabilidad, la compañía confirmó que construirá su próxima generación de Focus en una planta en Hermosillo.
Amenaza a Toyota
Estas decisiones contaron con el beneplácito del republicano, que culminó la primera semana del año intimidando a Toyota con un "gran arancel" si no mueve su producción de México a EEUU. "Toyota ha dicho que construirá una nueva planta en Baja, México, para fabricar su Corolla para EEUU. De ninguna manera, construya la planta en EEUU o pague un gran arancel", rezaba el trino de Trump. El fabricante nipón había anunciado en abril de 2015 sus planes de invertir hasta 1.000 millones de dólares (945 millones de euros) para fabricar su modelo Corolla en Guanajuato y no Baja California como indica Trump en su tuit.
Precisamente, el presidente de Toyota, Akio Toyoda, fue preguntado en Tokio horas antes sobre si su empresa tenía previstos cambios en sus inversiones en México tras los asedios del republicano a sus principales rivales en EEUU. "Consideraremos nuestras alternativas cuando veamos qué políticas adopta el nuevo presidente", señaló en referencia a Trump. De hecho, la filial estadounidense de Toyota salió al rescate, asegurando que sus inversiones en Guanajuato no implican una reducción de sus operaciones en EEUU, donde invierte directamente 21.900 millones de dólares (20.700 millones de euros), cuenta con 10 plantas, 1.500 concesionarios de venta y 136.000 empleados. "Toyota espera colaborar con la Administración de Trump para servir mejor a los intereses de los consumidores", expresó en un comunicado.
Los últimos ataques de Trump a la industria del automóvil y sus operaciones mexicanas no son aleatorias. Según la Organización Mundial de Comercio (OMC), los productos más exportados por México son los coches, así como las piezas y motores para vehículos, bienes que ascienden hasta los 80.000 millones de dólares (75.850 millones de euros) en 2015. Por ello, Trump utiliza a las automotrices como punto de partida en su presión por desbaratar o renegociar el Nafta, el acuerdo firmado entre EEUU, México y Canadá , que ha facilitado que muchos fabricantes de automóviles trasladen su producción a México, abaratando sus costes, para posteriormente venderlos en Estados Unidos.
Cuatro de cada diez de los productos fabricados en México y exportados a tierras estadounidenses son automóviles. Sin embargo, para el ensamblaje de los vehículos, México importa partes de otros países, primordialmente de EEUU. De acuerdo con datos de la OMC, la principal importación mexicana en 2015 fueron piezas automovilísticas, por un valor de 23.433 millones de dólares (22.150 millones de euros).
Si observamos los números, alrededor del 40% de los productos fabricados en México y posteriormente exportados al país vecino son estadounidenses, por lo que cualquier tipo de guerra comercial supone un arma de doble filo para ambas economías, debido a la extrema integración en sus cadenas de suministro. Aún así, las consecuencias serán más profundas para México.
"Hay muchos canales de contagio de EEUU a México", señala Soledad López, estratega de UBS. "Estados Unidos es la fuente del 98% de las remesas del país (un 2% del PIB) y de casi el 50% de la inversión extranjera directa al país", justifica, mientras matiza que EEUU es destinatario de casi el 80% de las exportaciones aztecas, incluido el 90% de los coches fabricados en el país.
Desde el banco suizo apuntan que el déficit comercial estadounidense con México en bienes y servicios ha ido en aumento durante los últimos años, alcanzando los 58.000 millones de dólares (55.000 millones de euros) en 2015. Sin embargo, excluidos los automóviles, México en realidad contaría con un déficit, a medida que amplía las importaciones energéticas de su vecino.
"Cualquier deterioro de las relaciones entre Washington y México tendrá graves consecuencias para la economía y mercados mexicanos", advierte. Los datos hablan por sí solos. Tras la victoria de Trump el pasado 8 de noviembre, el peso ha perdido más del 10% de su valor, forzando al Banco de México a salir al rescate de la divisa, a través de la venta de 1.000 millones de dólares, para evitar un desplome mayor, y el indicador bursátil MSCI Mexico ha borrado más de un 15% de su valor. El Banco de México (Banxico) intervino el viernes por segundo día consecutivo en el mercado cambiario con la venta directa de dólares en la sesión asiática. Un día antes, la Comisión de Cambios decidió intervenir con la subasta de al menos 1.000 millones de dólares por primera vez desde febrero después que el peso se desplomara a su menor nivel desde su redenonimación en 1993. La autoridad financiera trata así de poner orden en el mercado y evitar movimientos excesivos que deprecian su divisa.
Un impacto relevante
Con todo, Trump amenaza con desatar la tormenta perfecta sobre la economía mexicana. Según Bank of America Merrill Lynch, el país cuenta con un superávit comercial (si excluimos el petróleo) de 140.000 millones de dólares (132.420 millones de euros).
Si el Gobierno estadounidense cancelase el Nafta e impusiera tarifas a los productos mexicanos, tanto la cuenta corriente como el crecimiento del PIB mexicano se verían afectados. La entidad estima que si las exportaciones mexicanas a EEUU cayeran en un 25%, la expansión económica se reduciría hasta el 1,1%; y en un improbable escenario radical, en el que la primera economía mundial cortase totalmente sus relaciones comerciales con México, su PIB se contraería un 3%.
De momento, las cosas no pintan favorables. Esta semana, Trump anunció que Robert Lighthizer será el representante comercial de EEUU, un nombramiento no exento de polémica, dado que ha sido un importante defensor del proteccionismo y podría desempeñar un papel crucial en cualquier renegociación del Nafta. Si este acuerdo, que genera 4,9 millones de empleos en EEUU, fuera cancelado, las importaciones entre México y EEUU dependerán, al menos sobre el papel, de las reglas marcadas por la OMC. Para acceder al mercado estadounidense, México pagaría una tarifa de hasta el 2,5% por la exportación de sus automóviles y de hasta un 6,4% por la de sus productos agrícolas. En el caso estadounidense, el país pagaría un 7,7% y un 38,4% más, respectivamente, para que sus productos industriales y agrícolas accedan al mercado mexicano.
El economista jefe de BofAML para México, Carlos Capistrán, manifiesta que el vigente contexto "está en línea con las previsiones de menor inversión directa extranjera en México y nuestras proyecciones de crecimiento, que estiman que el PIB mexicano crecerá un 1,25% en 2017". Añade que la inflación tocará el 5,3% a mediados de 2017 por el repunte de la gasolina y la electricidad. La situación acabará por hacer mella en el crédito y los salarios.
El profesor del IEB, Javier Santacruz, cree que es bastante probable que Trump instigue una guerra comercial y, por tanto, "va a generar una fuga de capitales de México hacia EEUU, acrecentada por la apreciación rápida del dólar y una deslocalización de inversiones hacia otros países de América Latina, que tienen en este momento un mayor potencial de crecimiento".