
Donald Trump ha anunciado que cancelará el pedido del nuevo avión presidencial de la compañía Boeing por su elevado coste. Descubrimos cuál es la principal razón de este precio: el 85% son gastos de seguridad
No es una novedad que el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, tire de su cuenta de Twitter para suscitar una polémica o mostrar su desacuerdo con algún asunto en concreto. A comienzos de semana y coincidiendo con la publicación en el Chicago Tribune de unas declaraciones del consejero delegado de Boeing, Dennis Muilenburg, donde defendía la globalización y el libre comercio, el próximo inquilino de la Casa Blanca sacó los colores al fabricante aeronáutico por el elevado coste del próximo avión presidencial, conocido comúnmente como Air Force One. ?Boeing está construyendo un nuevo 747 Air Force One para futuros presidentes pero los costes están fuera de control, más de 4.000 millones de dólares. Cancelar el pedido?, rezaba el tuit de la discordia, que afectó momentáneamente a los títulos de la compañía al tiempo que generó cierto pánico entre su directiva. En un comunicado posterior, Boeing informó que Muilenburg mantuvo una conversación telefónica con el próximo mandatario de EEUU donde expresó su ?compromiso para trabajar con la nueva administración para controlar los costes y hacer lo más asequible posible el proyecto para los contribuyentes?.
Un tono cordial con el que Muilenburg intentó apaciguar la situación, dado que el Gobierno de EEUU es uno de sus clientes más jugosos y contribuyó en un 27 por ciento a los ingresos anuales de la compañía en 2015, lo que supone aproximadamente 26.000 millones de dólares en contratos. Sin embargo, al mismo tiempo, Boeing es el exportador más importante del país, de ahí su hincapié en la necesidad de mantener una relación fluida en materia comercial, especialmente en China, donde cuenta con operaciones físicas para rematar los pedidos de las aerolíneas del gigante asiático.
Con Trump y Muilenburg condenados a entenderse, las miras se centran en el precio, a cargo del contribuyente, del archiconocido avión presidencial. Durante más de 70 años y desde que Franklin D. Roosevelt inaugurase esta tradición, Boeing ha sido el encargado de diseñar y fabricar las aeronaves encargadas de transportar al comandante en jefe del país desde 1943. Actualmente, la flota está compuesta por dos 747-200B, que militarmente se designan como VC-25A, que fueron puestos en funcionamiento en la década de los 90 siendo George H. W. Bush el primer mandatario en hacer uso de los mismos.
La osamenta comercial de este 747-200 se transforma básicamente en ?un centro de comando móvil en el caso de un ataque contra el país?, según explica la propia Casa Blanca. Con 70,6 metros de largo y una anchura (en sus alas) de 56,9 metros, el actual Air Force One cuenta con una planta de 400 metros cuadrados, que incluyen una oficina privada para el presidente, una sala de conferencias y hasta un gimnasio. También tiene una sala médica que permite incluso realizar cirugías si fuera preciso. Su cocina tiene capacidad para alimentar a un centenar de comensales.
Su coste operativo ronda los 170.000 y 190.000 euros la hora, un precio que Trump también criticó durante la campaña, cuando el todavía presidente, Barack Obama, utilizó el aparato para desplazarse y hacer campaña a favor de la demócrata Hillary Clinton. El presidente electo tiene su propio avión, un 757-200, una aeronave que el empresario ha calificado como ?más grande que el Air Force One?, sin embargo su longitud es de 47 metros y su ancho de 40 metros. Además, no cuenta con la posibilidad de volar de Washington a Hong Kong sin necesidad de repostar.
Un alto presupuesto
En enero de 2015, las Fuerzas Aéreas de EEUU eligió el Boeing 747-800 como el próximo modelo que transportará al presidente del país, algo que no llegará a materializarse hasta 2024, cuando el actual Air Force One cumplirá un ciclo de vida de aproximadamente tres décadas.
El pasado mes de mayo se requirió a Boeing una serie de propuestas para dos aeronaves, que pueden incrementarse hasta un total de tres, antes de confirmar el contrato. Según la compañía, esta aeronave será más eficiente en su consumo de combustible y contará con capacidad para transportar 71.214 kg más que el 747-200. No sólo eso, su velocidad Mach alcanza los 0,855, lo que le convierte en el avión presidencial más rápido de la historia.
Hasta la fecha, el Gobierno de EEUU se ha gastado 170 millones de dólares en este proyecto, según Boeing, lejos de los 4.000 millones de dólares (unos 3.800 millones de euros) publicitados por Trump. Esta suma incluye tres contratos precisamente para ayudar a rebajar los costes de diseño del futuro avión. Las Fuerza Aéreas proyectaron en su presupuesto presentado en febrero un coste de 2.778 millones de dólares (2.630 millones euros) para la investigación, desarrollo y pruebas de la próxima flota del Air Force One. Esta suma no incluye costes adicionales sobre la compra de las aeronaves, aunque se ha confirmado que pretende costear la operación con el dinero ya presupuestado. Un informe publicado en marzo de 2016 por la Oficina de Contabilidad del Gobierno (GAO, por sus siglas en inglés), sitúa el coste total de dos aviones en 3.210 millones de dólares, (3.045 millones de euros) de los que 1.987 millones forman parte de la investigación y el desarrollo para el nuevo modelo. Según la información conocida hasta la fecha el nuevo Air Force One requiere que el Boeing 747-8 actualice todos sus sistemas eléctricos hasta el estándar militar en curso y debe contar con dos sistemas adicionales de respaldo.
Contra armas nucleares
El aparato estará protegido contra el pulso electromagnético, un efecto secundario de la detonación de armas nucleares que logra dañar la mayor parte de artefactos electrónicos. Otras mejoras incluyen un equipo militar completo de comunicaciones y un sistema de autodefensa. Precisamente, directivos de Boeing han asegurado a los miembros de la próxima administración Trump que son los requerimientos y especificaciones de las Fuerzas Aéreas y el Servicio Secreto lo que encarece el coste del aparato, que comercialmente viene a costar entre 225 millones y 325 millones de dólares. Si ambas agencias federales decidieran rebajar el coste de sus sistemas, el precio de los aviones de reemplazo podría abaratarse.