Economía

El gasto público no es una solución milagrosa: la 'panacea' es el gasto inteligente

  • "Ahora la pelota está en el tejado de los políticos y gobiernos"
  • "Se necesita gasto público en nuevas tecnologías y mejoras de productividad"
Christopher Dembik, economista y analista de Saxo Bank

Los bancos centrales han llegado a su límite. Tras años de políticas monetarias expansivas, que incluyen desde tipos negativos hasta miles de millones en liquidez y compra de activos, casi todo Occidente  se encuentra en una trampa de liquidez que parece no tener salida. Por eso, cada vez son más los economistas y expertos que se suman a la 'ola' del gasto público como varita mágica para salir del estancamiento secular, entre ellos se encuentran algunos pesos pesados de Saxo Bank, como Christopher Dembik, analista del banco, y Steen Jakobsen, economista jefe, que piden un gasto público inteligente.

No obstante, el gasto público per se no es ni bueno ni malo, el gasto público bueno debe servir para aumentar la productividad, para invertir en nuevas tecnologías e infraestructuras. "La efectividad del gasto fiscal depende del diagnóstico y de su implementación", el gasto que se usa para mantener a industrias decadentes, por ejemplo, es un gasto ineficiente y "con cero posibilidades de triunfar".

Dembik explica en una nota de Saxo Bank que ante la poca efectividad de las nuevas medidas tomadas por los bancos centrales, ahora "la pelota está en el tejado de los políticos y gobiernos. Todas las organizaciones internacionales, especialmente el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el G20, están pidiendo más gasto público para elevar el crecimiento económico hacia niveles pre-crisis. Por tanto, pensamos que, sin lugar a duda, el gasto fiscal va a ser el protagonista indiscutible y el primer punto de las agendas de los inversores a nivel mundial".

Según este experto, Europa no corre el mismo riesgo que Japón de entrar en deflación, aún así los políticos del Viejo Continente están tomando decisiones para prevenir una caída de precios: "En abril de 2015, el plan Juncker se puso en marcha. Va por buen camino, ya que se han aprobado 20.400 millones de euros en proyectos (un cuarto de esta cantidad para el beneficio de pequeñas empresas y start-ups) dentro del objetivo de tres años de 60.000 millones de euros por el Comité de Inversión EFSI", señala Dembik.

"Más de un tercio de los países de la Unión Europea han lanzado o tienen pensado activar algún tipo de estímulo fiscal en las próximas semanas (por ejemplo, Reino Unido y Hungría). Aun así, solo tres países tienen finanzas públicas lo suficientemente sólidas como para hacerlo: Alemania, Suecia y Austria", que son los que cuentan con unas finanzas públicas más equilibradas y por tanto las que deben 'tirar del carro'.

El populismo será positivo

Como ha destacado en varias ocasiones Steen Jakobsen, el populismo puede traer consigo las turbulencias que la economía necesita para despegar, versión con la que coincide Dembik: "Las elecciones y referéndum que se llevarán a cabo en los próximos meses en Italia, España y Austria, y en Francia en abril de 2017, inevitablemente favorecerán el estímulo del populismo y debilitarán el apetito de austeridad (o la consolidación fiscal)". 

Como destacaba el economista jefe de Saxo Bank, Steen Jakobsen, en uno de sus últimos análisis, el auge de los populismos será positivo porque el contrato social está roto, el contrato social se puede definir como "un convenio o acuerdo entre el gobernante y sus gobernados que define los derechos y deberes de cada uno". Pues bien, este contrato social está roto: "La sociedad tal y como la conocemos está harta de ser dócil y aceptar una 'situación de emergencia' interminable. ¡Uno sólo puede afrontar un número limitado de emergencias en el tiempo de una vida!", asegura Jakobsen.

"Ahora los votantes del mundo quieren cualquier cosa menos a la clase dirigente tradicional. Este es el motivo por el que Hillary Clinton no puede ganar las elecciones de EEUU: ella es la personificación de la clase dirigente, del orden elitista. Trump, por otra parte, representa el caos en un mundo de orden, y esto es lo que los votantes de EEUU quieren", asegura el economista de Saxo Bank.

Los salarios cada vez representan una menor parte del PIB, mientras que los beneficios siguen ganando peso. Ojo, el crecimiento de los beneficios no quiere decir que los empresarios se estén forrando, puede significar que las empresas (en su afán por competir) gasten más en inversión, como incrementar su capacidad tecnológica.

El auge de estos políticos de los extremos tiene cierto sentido: "Económicamente, esto tiene todo el sentido del mundo, y lleva gestándose largo tiempo. El ratio compensación salarial/PIB en EEUU es el más bajo registrado jamás".

Para concluir su argumentación, Dembik sentencia que tradicionalmente, el debate se ha centrado en gobierno grande frente a gobierno pequeño, pero esta oposición no tiene ningún sentido en un mundo globalizado, "donde el Estado necesita regular aún más las finanzas y enfrentar los desafíos que supone el cambio climático. En su defecto, lo correcto sería hablar de un gobierno inteligente: un gobierno que se apoya en las nuevas tecnologías para reducir los costes operativos, que enfrenta el problema de la caída de la productividad y que desarrolla una verdadera política industrial, algo que nunca se hizo en los últimos 25 años en la mayoría de los países ricos", para poner en marcha todo esto se necesita mayor inversión y gasto público.

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