
7 de abril de 2015. Esa es la última fecha en la que la prima de riesgo española marcaba una cifra inferior a los 100 puntos básicos. Desde entonces, el entorno político-económico de Europa y, especialmente, de nuestro país, empujó el termómetro del riesgo soberano a niveles casi 70 puntos superiores a los actuales, dos días antes de los resultados electorales del 26-J.
La misma situación se vivió en febrero, tras el escenario político que depararon las elecciones de diciembre, cuando la ingobernabilidad abrió la puerta a un nuevo repunte de esta cifra hasta los 160 puntos. Tras ello, Mario Draghi, presidente del BCE, apareció en escena con su anuncio de compra de bonos corporativos y de la ampliación del TLTRO, rebajándola en 40 puntos hasta los 120 puntos básicos de marzo de este año.
La fragmentación política arrojada por las encuestas en las elecciones del 26 de junio no ofrecía el mejor de los escenarios políticos. Sin embargo, las urnas volvieron a ser clave, y la mayor cercanía de una eventual investidura del PP sirvió como punto de inflexión para los intereses de la deuda, que comenzaron a caer hasta ayer, momento que cerró por debajo de la barrera de los 100 puntos.
Lejos queda ya la etapa en que la prima vivía en niveles muy superiores a los 200 puntos. Tónica habitual hasta el discurso de Draghi con su promesa de "hacer lo que sea necesario" para salvar el euro en julio de 2012, que marcó un antes y un después para los intereses de la deuda española. Un día antes de su intervención, el diferencial entre la rentabilidad de la deuda española a diez años, en plena crisis financiera, y la alemana, marcaba su máximo histórico con 639 puntos básicos. Los programas del BCE (LTRO I y II, QE?) llevaron entonces a la prima de riesgo nacional a mínimos no vistos desde 2010.
Hasta junio de 2015 se vivió una tendencia alcista hasta los 160 puntos básicos tras el referéndum griego. Esta subida precedió al crash de la bolsa china que invitó a los inversores a buscar refugio en la renta fija periférica -más rentable que la de Alemania-, haciendo caer el riesgo país a niveles ligeramente superiores a los 100 puntos batidos ayer.
Abre 'brecha' con Italia
Con este descenso en su rentabilidad, el bono español a diez años abre distancia respecto al italiano. La prima de riesgo del país transalpino, que ha focalizado en las últimas fechas buena parte de los temores en la eurozona ante la maltrecha situación que atraviesan sus entidades financieras, se sitúa en los 116 puntos básicos, 17 por encima de la española.
Mayor aún es la brecha respecto a la prima de riesgo portuguesa, que roza los 300 puntos básicos -se sitúa en los 299 puntos-, y sobre Grecia. La rentabilidad del bono heleno a diez años se sitúa en el 8,054% y su prima de riesgo en los 814 puntos básicos.
Las políticas monetarias ultraexpansivas aplicadas por los bancos centrales han llevado a no solo tumbar la rentabilidad de los títulos de deuda soberana hasta niveles cercanos a cero, sino, incluso, arrastrarlos hacia terreno negativo. Es el caso de Suiza, cuyos bonos con un período de maduración inferior a los 30 años se sitúan en terreno negativo. La rentabilidad de sus bonos a 10 años, del -0,504%-, es la más reducida de todo el globo, seguida de la ofrecida por el bono alemán, el único de la eurozona que se sitúa en terreno negativo.
El Bund hizo gala de su condición de activo refugio tras el resultado del referéndum en Reino Unido, al pasar de ofrecer una rentabilidad del 0,093% en el día de la votación al -0,042% al que cerró la sesión posterior. Actualmente su rendimiento se sitúa en el 0,085 por ciento tras alcanzar mínimos históricos el 8 de julio, cuando llegó a situarse en el -0,189%.
El otro país con títulos de deuda pública a largo plazo en negativo es Japón. Los tipos de interés al -0,1% establecidos por el Banco de Japón han arrastrado a sus bonos a 10 años hasta el -0,082%. Según Fitch, el valor de los títulos de deuda pública que ofrecen rentabilidad negativa asciende a 11,7 billones, de los cuales, 7,9 -el 68%- son nipones. A mucha distancia le sigue Francia y Alemania son los siguientes países con un mayor volumen de deuda soberana en negativo. No en vano, cada uno de ellos cuenta con bonos valorados en casi 1 billón de dólares.