Economía

Dos negacionistas pierden una apuesta entre caballeros al asegurar que el cambio climático es una milonga

  • Se atrevieron a pronosticar que 2015 sería más frío que 2008
Imagen: Reuters

Mal negocio hicieron en 2008 Ian Plimer y Sir Alan Rudge cuando, imbuidos del ardor del debate, aceptaron apostar 1.000 libras esterlinas cada uno a que el año 2015 sería más frío que el corriente. Su confianza exultante en que el cambio climático es un invento de un puñado de políticos progresistas les había enfrentado en una conferencia en Cambridge con un economista experto en clima, Chris Hope.

"No hay ningún problema de calentamiento global. Se detuvo en 1998 y en los dos últimos años se ha producido un enfriamiento planetario que ha borrado cerca de 30 años de aumentos de temperaturas". Así de rotundo y atrevido se expresaba todavía en 2009 Ian Plimer, geólogo australiano, profesor emérito de Ciencias de la Tierra en la Universidad de Melbourne y director de exploración para varias compañías mineras.

La suya era la tesis detrás de la apuesta, mantenida también por el ingeniero (y ex miembro del consejo de administración de no menos de 20 grandes empresas británicas) Alan Rudge: que no existe ningún fenómeno climático que haya sido desencadenado por el ser humano, y que la brusca bajada de temperaturas registrada cuando se celebraba aquella conferencia era la mejor prueba de que el calentamiento había sido un episodio aislado, sin relación con la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera.

Como ellos, la mayoría de los asistentes al encuentro estaban convencidos entonces de que eso de la fusión del casquete polar por culpa de las emisiones de dióxido de carbono era una milonga, así que Hope se levantó, cogió el micro e invitó a quien quisiera a que apostase contra él.

Sólo el geólogo y el ingeniero de telecomunicaciones lo hicieron. Si Hope tenía razón, y al terminar 2015 había hecho más calor que en 2008, él ganaría 2.000 libras. En caso contrario, debería pagar 1.000 a cada uno de sus contrincantes.

Como recuerda el diario The Guardian, Plimer y Rudge hicieron el tonto al aceptar la apuesta. No sólo se basaron más en sus propias creencias que en las evidencias científicas, sino que eligieron además muy mal los términos relativos de su contienda, al usar 2008 como término de comparación.

Ese año fue frío, mucho más que los anteriores. Había sido, de hecho, el año más benigno desde 2.000 y por tanto era un ejemplo claro de eso que los matemáticos llaman un mínimo local. Incluso descontando el aumento progresivo que causa el cambio climático, para que 2015 hubiese sido más suave que 2008 debería haber pasado algo extraordinario, como un ciclo especialmente virulento del fenómeno conocido como La Niña en el océano Pacífico, o una gigantesca erupción volcánica que oscureciese con sus cenizas la atmósfera.

Que finalmente y como ha quedado certificado 2015 fuese el año más cálido en todos los registros conocidos fue sólo la guinda de un tartazo que se habían ganado ellos solos al apostar contra el cambio climático, y elegir para hacerlo un año históricamente frío. Por eso su suerte estaba doblemente echada en el momento que recogieron el guante.

Apostar contra Fogg

Además de no saber de climatología, parece que Plimer y Rudge tampoco aprenden de las lecciones de la literatura. Porque el mayor error que cometieron no fue apostar, como hicieron los presuntuosos miembros del Club Reformista al retar a Phileas Fogg, contra personas bien intencionadas y mejor informadas. Su mayor pecado fue hacerlo en público, como habría hecho un cuñado cualquiera.

Sí hay que reconocerles a ambos el haber actuado como caballeros, pues ya han abonado sus deudas (no ha sido hasta recibir, gustoso, el pago cuando Hope ha desvelado el final de esta aventura). Por elegantes que fuera, la actuación de este dúo de entrañables bocazas no parece haber servido sin embargo para mejorar la reputación de su particular club. El lobby negacionista Global Warming Policy Foundation, del que ambos forman parte como asesores científicos, se lleva de esta forma una sonora bofetada de la que quizá no se recupere nunca.

¿Fin de la historia? No del todo. En un giro aún más rocambolesco, Hope ha demostrado sus dotes como economista y su manejo de la ironía al asegurar su apuesta de forma privada, apalancándola contra el climatólogo James Annan.

Tras sellar su pacto con Plimer y Rudge, el economista le preguntó al científico, conocido por alertar del calentamiento global y por hacer exactamente lo mismo que había hecho Hope (apostar contra los negacionistas), a cuánto pagaría esa misma apuesta: "Que 2015 sea más cálido que 2008".

La respuesta fue "cinco contra uno" a que el cambio climático existe, así que Hope le daría una libra a Annan si el planeta se calentaba, y recibiría cinco de él si el planeta se enfriaba. El negocio para ambos, de acuerdo como estaban en que el cambio climático es real, era perfecto: Annan ganaría una cantidad modesta, pero muy fácil, de dinero por cada unidad arriesgada si el clima, como él predice, estaba cambiando; Hope en cambio renunciaría a una parte razonable de su dinero para cubrirse de una -poco probable- equivocación.

Doblemente asegurado

Sólo quedaba fijar la cantidad exacta: 666 libras. De esa forma, Hope ganaría 1.334 si 2015 era más cálido, como finalmente ocurrió (2.000 ganadas a Plimer y Rudge, menos el precio de su particular seguro, cobrado por Annan). Si se hubiese equivocado, habría ganado en cambio... 1.333 (resultado de restar a las 3.333 cobradas de Annan las 2.000 pagadas a Plimer y Rudge).

Hope asegura que no cuenta su experiencia para presumir de lo buen matemático que es ni para sermonear sobre la necesidad de ser prudente al meterse en jardines dialécticos, sino para advertir de que apostar a favor de que se nos viene encima el cambio climático es un negocio redondo.

Aunque el economista no pretende que medio mundo se lance a jugarse los cuartos contra el hermano de su cónyuge, sí que invita a reflexionar sobre cómo mecanismos similares a los de las populares casas de apuestas británicas pueden ayudar a empresas y a particulares a protegerse contra el cambio que hemos desencadenado, y de esa forma suscitar un debate constante.

"No se si estos sistemas, u otros que se puedan diseñar, pueden generar suficiente dinero como para protegerse del peligroso impacto del calentamiento global", que según explica Hope puede ascender a billones de dólares, "pero sí que podrían servir como incentivo financiero para obligar a aquellos que niegan que el cambio climático existe a evaluar cuidadosamente los riesgos de no hacer nada".

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