Economía

Putin: experto en geopolítica, enclenque en materia económica

  • Ha formado dos grupos asesores, pero no sigue sus recomendaciones

La economía rusa está en contracción desde hace 18 meses, pero no parece que el todopoderoso Vladimir Putin tenga un plan para reanimarla. Centrado en la política exterior desde comienzos de 2014 -en especial por la crisis en Ucrania y la intervención en el avispero sirio- el exagente de la KGB se enfrenta ahora a una dolorosa elección en el frente económico: plegarse a las demandas de los mercados, o enrocarse en el Kremlin para proteger un sistema casi autocrático.

"Putin toma con mucha autonomía las decisiones políticas y geopolíticas, pero siempre que puede retrasa las económicas, porque le cuesta mucho más decidirse", explica Yevgeny Yasin, un antiguo ministro de economía del país euroasiático, que añade que "hacen falta medidas serias, decididas, para sacar a la economía del estancamiento, pero tengo la sensación de que el presidente no está preparado para tomarlas".

Es cierto que parece que lo peor de la actual fase recesiva de la gran economía rusa -la más larga en el 'reinado' de Putin que dura ya 16 años- parece haber pasado ya. Pero también es cierto que hasta los tecnócratas del gobierno ruso admiten ahora que no se barrunta en el horizonte señal alguna de un rebote hacia el crecimiento. Los precios del crudo, claro, podrían venir a salvar a Putin, pero casi todos los analistas descartan que el mercado de hidrocarburos vaya a dispararse a medio plazo.

Con el petróleo en precios insuficientes para alimentar la economía rusa, las sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea tras la anexión de Crimea han limitado además el acceso a los capitales, empresas y familias siguen recortando el consumo, y el Banco Central de Rusia ha advertido además de que no hay margen para estímulosmonetarios: la inflación galopa al 7% anual.

Sin solución a la vista

Así que Putin ha levantado el teléfono y ha formado un par de comités de asesores para que le provean de ideas con las que acelerar la economía y acercarse así a su objetivo de crecer el 4% en 2017 (los expertos enfrían esa previsión a un mucho más realista 1,2%).

Con cierta prisa para no perder popularidad, ni tener que echar mano de la tijera del mismo gasto militar que está dopando su política exterior desde el mar Negro hasta el golfo Pérsico, Putin necesita todos los consejos que pueda encontrar. Y de momento parecen haber surgido dos corrientes.

Alexei Kudrin, a quien se le atribuye el éxito de la consolidación fiscal como ministro de finanzas entre 2000 y 2011, parece encabezar la lista de quienes recomiendan hacer caso a Occidente y seguir el camino trazado por el Fondo Monetario Internacional: gastar menos, y privatizar más.

El problema es que si Putin tomase ese rumbo, se encaminaría a una colisión con el establishment que él mismo ha alimentado en las últimas décadas, a base de repartir puestos clave en las empresas estatales y garantizar un gasto público que alimenta su maquinaria electoral.

En el ala opuesta está un grupo de economistas que sugiere fomentar un 'Quantitative Easing a la rusa'. Es decir: estímulos fiscales destinados a inyectar actividad en la economía, sin mirar demasiado el déficit que dejen detrás.

De momento no está claro quién va ganando, y algunos temen que Putin picotee ideas de unos y de otros, sin formar un programa de acción claro. Boris Titov, director de uno de los lobbies en contacto con el grupo de Kudrin, resume la situación en pocas palabras: "Putin tiene un montón de preocupaciones, más allá de las económicas. En la reunión del panel de asesores para la reforma económica del pasado mes de mayo, se habló sobre todo de política exterior".

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