
A pesar de la decisión del Banco Central Europeo (BCE) de dejar de emitir nuevos billetes morados de 500 euros a finales de 2018 para evitar el desfalco, en Alemania no contemplan la posibilidad de que deje de existir el dinero físico. Todavía es más que usual que la mayoría de los pagos se realicen en efectivo, en lugar de con tarjeta de crédito o débito. Al no haberse establecido un límite en los pagos en metálico, el billete de 500 euros persiste con fuerza en el país germano y se utiliza con frecuencia.
El febrero pasado el ejecutivo alemán anunció que estudiaba la posibilidad de limitar los pagos en efectivo a 5.000 euros para hacer frente al lavado de dinero. Según su viceministro de Hacienda, Michael Meister, "lo mejor sería una solución común europea, pero podemos imaginar que 5.000 euros sería una buena cifra. Existe riesgo de financiar el terrorismo y también de permitir que se defraude si permitimos cualquier transacción en efectivo".
Esta propuesta no sentó demasiado bien a ciertos sectores de la oposición. Desde las filas de Los verdes, Konstantin von Notz dijo que supondría un ataque a la intimidad y la protección de datos de los consumidores. Nunca ha llegado a implantarse.
Una escena habitual al acudir a algún establecimiento en Alemania es que no se pueda pagar con tarjeta bancaria, salvo en las zonas más turísticas. Incluso en su capital, Berlín, los supermercados suelen aceptar únicamente tarjetas pertenecientes a bancos alemanes, aunque hace pocos meses que se han empezado a permitir también las de tipo VISA como medio de pago a los clientes.
Una utopía
En un contexto así es utópico hablar de la desaparición del dinero material, como ya se plantean en algunos países nórdicos. Así lo expresó la semana pasada el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, quien tranquilizó a la población diciendo que "en Alemania se va a seguir permitiendo el pago y cobro en efectivo, como se ha venido haciendo hasta ahora. La destrucción del efectivo sería un instrumento que dificultaría el impulso de la política monetaria", declaró.
La locomotora de Europa sigue creando empleo a gran ritmo a pesar de la situación general de recesión dentro de la UE y a las complicaciones con la pérdida de poder económico de grandes potencias como China. Su calificación sigue ostentando la triple A en cuanto a solvencia, acompañada solamente por los países del norte de Europa y su vecina Austria. El único temor actual de los agentes económicos alemanes se centra en el referéndum del Brexit que se celebrará el próximo 23 de junio y que modificaría el escenario pecuniario de la actual eurozona si Reino Unido saliese de la Unión Europea.
Según Weidmann, que en Alemania se estile tanto el efectivo tiene que ver más con una costumbre social que con falta de leyes que han supuesto que se siga fomentando ese medio de pago. En una sociedad tan envejecida como la alemana, la instauración de los pagos electrónicos encontraría muchas barreras formativas y necesitaría de un periodo de adaptación prolongado. Es por eso que el gobierno alemán antepone otras prioridades, como la futura reforma de las pensiones.