Quienes paseaban a media mañana del jueves por la ribera del Támesis, en Londres, no sabían si sonreir o llorar ante la escena que se desarrollaba ante ellos. Una flotilla de barcos capitaneada por el ultraderechista UKIP se afanaba en remontar el río hasta el centro de la capital, cuando fue atacada -con música y abucheos- por otro navío comandado por el cantante Bob Geldof.
Bien pasado el alba, y con un tiempo no muy duro de poniente -algo de sol hubo, para ser sinceros-, unas 30 embarcaciones tomaban la desembocadura del río y se dirigían al centro financiero de la capital de Reino Unido, la City. En su mayor parte eran pesqueros adornados con pancartas y banderas partidarias del Brexit, en las que se podía leer "Leave".
"Esta flotilla no es una celebración, no es una fiesta, es una protesta a toda máquina", "queremos que nos devuelvan nuestras aguas", leyó el polémico Nigel Farage, cuyo perfil habitualmente estrafalario quedó pronto desdibujado cuando, bajo el Tower Bridge, apareció un crucero fluvial abarrotado de viajeros en cubierta y escoltado por dos pequeñas barcas, por cuyos altavoces sonaba atronadora la melodía del Baby Please Don't Go ("Nena, no te vayas") de los Them.
Sin orden ni concierto, y en cuanto el Sarpedon (buque insignia del "Remain") tuvo a tiro al M.V. Edwardian, la lujosa barcaza de Farage, la voz improbable de Sir Bob Geldof cortó en seco la música. La ex estrella agarró el micro y comenzó a escupir fuego contra sus rivales en el referéndum, que se celebrará el próximo 23 de junio.
"Nigel Farage es un mentiroso y un fraude" gritaba Geldof. El resto fue pura improvisación, y mucho menos educado. Los ánimos se caldearon tanto que el líder del UKIP terminó refugiándose bajo cubierta para poder seguir adelante con las entrevistas que estaba concediendo, y comenzó el intercambio de salvas dialécticas entre ambos bandos.

Entre risas (solo al principio), abucheos y pitidos, el tiro de gracia lo dio el propio Sire, que terminó haciendo un feo gesto (en la imagen) a sus adversarios. A partir de entonces la cosa no pudo degenerar más.
Farage, que ya había dejado claro que piensa que fuera de la Unión Europea el sector pesquero británico será más fuerte y podrá expulsar a los faeneros españoles, (aunque en los últimos años ha pasado de asistir a 42 de las 43 sesiones que se han celebrado en el comité de pesca del Parlamento Europeo, del que forma parte) puso la vista en el horizonte, nervioso pero altivo: "qué desagradable. Son ricos (los de Geldof) riéndose de los pobres (él y sus pescadores)", se quejaba.
Farage no está solo. "Queremos que nos devuelvan nuestras pesquerías. Hemos destruido casi por completo la industria nacional y dejamos que los barcos de España vengan y se hagan con nuestro pescado. Es vergonzoso", afirma Kate Hoey, del partido laborista, que apoya la campaña de pescadores a favor del Brexit.
A Geldof la fiesta le debió saber a poco, porque cuando la flotilla rival se había ya retirado, remontó un poco más el río para llegar hasta Westminster, y dio orden a su barco de hacer una sucesión de mangas en una regata imaginaria para llamar la atención entre trabajadores y turistas, mientras era hostigado por un enjambre de pequeños pesqueros que no dejaban de tirabuzonear por sus cuatro costados.
Desconcertados en el fragor de esta vergonzosa batalla fluvial se quedaron algunos de los miembros del partido Laborista, dividido sobre la cuestión. Mientras que una partidaria del In decidió abandonar a Geldof después de verle insultar a los del Brexit, otro de los militantes de los laboristas que votará por el Out aplaudía en tierra a la flotilla de Farage: "mira ese estúpido barco (de Geldof). No son nadie. Esa gente viene de Cornualles, de Escocia, y usan sistemas de sonido que son muy caros. Probablemente el barco lo ha pagado Goldman Sachs".
Después de una hora de bocinazos e insultos, llegó al fin la hora de comer y la paz volvió al río. Sólo quedó la sensación, como una estela, de que el único ganador de esta batalla fluvial debe haber sido quien haya tenido la suerte de no presenciar la penosa escena.