Economía

Las numerosas claves de la renuncia de José Manuel Soria

José Manuel Soria, exministro de Industria. Imagen: Reuters

La disolución de una empresa radicada en la isla británica de Jersey, frente a las costas francesas de Normandía, ha descubierto a uno de sus administradores nada menos que catorce años después.

En el estado en que se encuentra la vida pública española, cada ciudadano debe ser responsable de lo que hace y de lo que ha hecho en todos y cada uno de los años de su vida, hasta los más recónditos o los más olvidados.

José Manuel Soria destapó su presencia en Mechanical Trading Limited cuando puso su firma junto a la de su hermano en el documento de disolución, antes de lo cual seguramente habría sido imposible detectar su relación con esa sociedad. Aquella firma en apariencia si importancia, al menos en el lejano 2002, ha venido a irrumpir como un seísmo de incalculables consecuencias en el momento político más delicado de la reciente trayectoria democrática de nuestro país. La salida del quinto ministro del Gobierno de Rajoy que abandona el Ejecutivo atesora una serie de claves de gran importancia para el futuro del Partido Popular y del Gobierno interino que se mantiene en funciones desde hace meses.

Durante los días que ha durado la agonía provocada por las contradicciones de Soria, por sus constantes versiones diferentes sobre su papel en las sociedades ocultas y su negación bochornosa de lo que iban confirmando demoledoramente los documentos publicados, no todos los miembros del Gobierno en funciones han salido a defenderle. Lo hicieron Fernández Díaz. Y De Guindos. Y Alonso. Pero no lo hizo Montoro, el aún todopoderoso titular de la Hacienda pública, que en la sala de prensa del Consejo de Ministros marcó ayer cientos de millas de distancia respecto a la posición de la vicepresidenta, a la que tenía sentada al lado. "Nadie puede estar en el Gobierno si ha operado en paraísos fiscales". Si comparamos eso con lo declarado por Soraya Sáenz de Santamaría, que dio por buenas las responsabilidades políticas asumidas y no concretó si el Gobierno cree o no a Soria, constatamos ese abismo kilométrico.

El último ministro de Industria ha formado parte del grupo más cercano al presidente, miembros del gabinete que han tenido línea directa con él y han cultivado más aún su amistad en los años de durísima gestión ejecutiva. Han compartido lo más ingrato de gobernar, y eso une mucho. Pero cuando apareció el documento de Jersey, Soria perdió el favor presidencial y acabó su recorrido como gestor político. Queda por determinar el efecto que tendrá su renuncia sobre el líder que le nombró y depositó en él y en pocos más el incienso de delfín con posibles opciones de estar en una sucesión que, antes o después, llegará en el PP. Lo ocurrido esta semana puede haber condicionado todo lo que ocurra en los próximos meses, o tal vez semanas.

El Partido Popular no ha salido en tromba a hacer una defensa cerrada del exministro cuando proclamaba la falsedad de todo lo publicado. Más bien al contrario, sus portavoces más jóvenes dejaban en suspenso su credibilidad, al escucharle balbucear explicaciones contradictorias el lunes, el martes y el miércoles. Esa diferencia de sensibilidades acabará teniendo que resolverse, por mucho que se demore en función de la táctica de Rajoy de aparcar los problemas para que fluyan las soluciones sin propiciarlas.

Las ambiciones políticas de José Manuel Soria han sido indisimuladas durante años. Desde que dejó de dedicarse a la gestión de las empresas familiares que ahora le han costado el cargo y su futuro en la política, su ascenso parecería haber estado programado para llegar a lo más alto: presidente del cabildo insular, alcalde, vicepresidente autonómico y ministro. Nunca ocultó sus deseos de escalar posiciones. La noche anterior a su nombramiento como ministro, pocos días antes de la Nochebuena de 2011, a Soria le brillaban los ojos al hablar de su más que probable elección como responsable de algún departamento de peso político. Entre sándwiches y refrescos, y después de dos horas de debate en la televisión autonómica de Madrid, apuraba sus horas como aspirante, comentando a los presentes que no tenía ni idea sobre si su teléfono sonaría esa misma madrugada en la mesita de noche, pero su rostro le delataba: Soria sería ministro de Industria del Gobierno, culminando así su trayectoria política y quedando en rampa de salida para posteriores desafíos de mayor altura. La altura desde la que ahora ha caído.

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