Tras una boyante Edad de Plata, América Latina afronta este año su segundo año de crecimiento negativo. La región históricamente rica en materias primas capea la crisis de sus países importadores con un problema acuciante: la deuda. Brasil, México y Argentina apoderan sumas superiores a 125.000 millones de euros. En el caso de Chile y Uruguay, dichos pasivos superan el 40 por ciento del PIB.
El balance a cierre de año de las economías latinoamericanas ha ido erosionándose desde principios de la crisis mundial de 2007. En datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), entre 2005 y 2008 el crecimiento de la región era del 4,9 por ciento mientras que desde 2001 a 2014 -tras el estallido de la crisis de las hipotecas subprime-fue del 2,9 por ciento. En el caso de la deuda, este desgaste supuso aumentar el préstamo exterior desde los 679.000 millones de euros hasta los 1.115.000 millones de euros en 2014, es decir, creció un 65 por ciento. Si echamos la vista más atrás aún, desde la década de los 80 la deuda externa se ha multiplicado por seis.
A grandes rasgos, la caída de las exportaciones y de la inversión extranjera directa es lo que podría poner en peligro la solvencia de América Latina, al menos a medio plazo, por lo que las decisiones que se tomen al respecto en los años inminentes son de vital importancia. Para la Red Latinoamericana sobre Deuda, Desarrollo y Derechos, ?no se trata de un problema de liquidez como usualmente se presenta a la incapacidad de pagar temporalmente la deuda, sino de un problema estructural que enfrentan las economías de América Latina?.
?Default? argentino
El caso más grave ha sido el de Argentina. En el año 2001 el país se declaró en suspensión de pagos, ya que no podía hacer frente a una deuda que superaba los 85.000 millones de euros. Tras distintas ofertas del Gobierno, en 2005 Argentina negocia el primer canje de deuda por 73.000 millones de euros y logra la adhesión del 76,15 por ciento de los bonistas. Cinco años después, en 2010, en el segundo canje de deuda, este porcentaje se eleva al 92,4 por ciento tras abonar 6.700 millones de euros. A día de hoy, según el juez estadounidense Thomas Griesa que valora el caso, todavía quedan pendientes de liquidar unos 8.000 millones de euros, factura que Argentina quiere rescindir mediante el pago de 5.780 millones de euros. Es la mayor reestructuración de deuda de la historia únicamente superada por Grecia en el año 2010.
También Ecuador luchó por aliviar el peso de la deuda en su balance y, tras algunos dolores de cabeza, consiguió una quita del 65 por ciento. Los antecedentes se hallan en 2007, cuando el presidente Rafael Correa -llegado al poder unos meses antes- encargó una evaluación de la deuda externa. El trabajo de la Comisión para la Auditoría Integral del Crédito Público era examinar cómo se había llegado a un pasivo de casi 16.000 millones de euros retrotrayéndose a informes de hace veinte años atrás. El veredicto expuso irregularidades en las negociaciones durante el periodo de 1976 hasta 2006. El Ejecutivo entonces declaró esta deuda como ilegítima y se negó a pagarla, tras lo que los fondos acreedores optaron por aceptar el montante ofrecido a pesar de ingresar unos 1.800 millones de euros menos.
En ambos casos, no obstante, esta lucha les trajo sus pros y sus contras. Jurídicamente, dichos países consiguieron un aval y crear un precedente para que otros gobiernos demanden si consideran que su deuda es ilegítima. En el caso argentino, este respaldo llegó incluso de la mano de la Asamblea Nacional de la ONU que determinó que los estados tienen derecho a diseñar su política económica, sin que esta esté determinada por ?medidas abusivas?. Así, en este camino, debe haber un principio de buena fe por parte de los deudores y acreedores con un diálogo constructivo. En materia puramente financiera, los default les dejó al margen del mercado internacional de deuda lo que, en aras al crecimiento económico, supone aumentar la dependencia respecto de sus países importadores o, en su caso, de la demanda doméstica.
Ecuador, por ejemplo, tras seis años de abstemia en este mercado volvió a salir a jugar en el mes de junio de 2008. La demanda en su primera colocación de bonos soberanos superó en un 150 por ciento la oferta. En el caso de Argentina, aún tiene restringido el acceso hasta que no solucione el conflicto con los fondos buitre, escenario que su nuevo ejecutivo contempla para finales del mes de marzo. Esta previsión, junto con otras medidas anunciadas como la eliminación del cepo cambiario o el adelgazamiento de la administración, es lo que según el ejecutivo está revertiendo la mirada de los inversores hacia este país.
Hace un mes, el nuevo presidente de Argentina, Mauricio Macri presumía de haberse traído desde Nueva York inversiones por valor de más de 18.000 millones de euros. Algo similar plantea la Red Latinoamericana sobre Deuda, Desarrollo y Derechos como solución: ?promover políticas para aumentar significativamente el ahorro interno, frente a la tendencia de contracción de las posibilidades de atraer el ahorro externo. Esta es una condición sine qua non para estimular un proceso continuo de capitalización interna y superar la pobreza e inequidades cuya mantención perpetúan las condiciones de insolvencia?.
A partir del año 1950 ha habido más de 600 casos de reestructuraciones en unos 95 países, según las cifras que maneja Naciones Unidas. Mirando la última actualización a junio de 2015, los países que más han incurrido en reestructuraciones de la deuda han sido España (14), Venezuela y Ecuador (11), Francia, Costa Rica, México, Perú, Chile y Paraguay (9), Argentina, El Salvador y Alemania (8), Colombia, Uruguay y Portugal (7), EEUU, Bolivia, Turquía, Rusia, Grecia y Austria (6).