
David Cameron apura las negociaciones antes de la decisiva cumbre comunitaria en la que mañana espera recabar el acuerdo para reformar el estatus británico en la UE. De convencer a sus socios europeos, el primer ministro prevé anunciar el referéndum tan pronto como el viernes, con el objetivo de sofocar el descontento reinante en el frente euroescéptico del Gobierno, el mismo que no descarta romper filas y desafiar la neutralidad que Downing Street ha solicitado a ministros y altos cargos hasta consensuar el posicionamiento oficial.
Antes de enfrentarse a las objeciones de los líderes, la estrategia de Cameron se ha basado en ganarse a las instancias comunitarias. Comisión, Consejo y Parlamento europeo se han convertido en interlocutores de referencia, y no sólo porque resultan vitales para persuadir a mandatarios incómodos con las propuestas. El premier es consciente de que organismos como la Eurocámara tendrán la última palabra, incluso si las reformas cuentan con el beneplácito unánime de los socios europeos.
De momento, el número 10 dice haberse anotado un punto con el "apoyo claro" de los responsables de los tres principales grupos del Parlamento comunitario, quienes ayer mismo habrían trasladado a Cameron su compromiso de que promoverán la "legislación necesaria" para implementar los cambios "rápidamente". Con todo, el presidente de la Eurocámara ha recordado que nadie puede asegurar con rotundidad el respaldo de los eurodiputados: "Ningún Gobierno puede ir a un parlamento y decir: Éste es nuestro planteamiento, ¿podéis darnos garantías del resultado?".
Además, Martin Schulz descartó, "por el momento", cambios de tratado para dar validez normativa a las demandas británicas, una posición aprovechada en casa por el sector anti-UE para denunciar que un potencial acuerdo no sólo no es vinculante, sino que el Parlamento europeo podría ignorarlo, una vez el plebiscito británico se saldase a favor de la continuidad.
Sin alternativa al borrador
En cualquier caso, a horas del inicio de la cumbre, no hay una alternativa clara al borrador presentado por el presidente del Consejo a principio de mes. La Comisión se encargó de confirmarlo -"no tenemos plan B", declaró Jean Claude Juncker-, a pesar de que el estado de la negociación es "frágil", de acuerdo con Donald Tusk, quien trasladó un mensaje a los protagonistas de la reunión que decidirá el futuro del proyecto comunitario: "El riesgo de ruptura es real y lo que se rompe no se puede arreglar".
Las diferencias entre los socios abarcan la mayor parte de las propuestas del borrador. Mientras los países del Este han mostrado su malestar con los recortes a las prestaciones de los ciudadanos comunitarios, especialmente las otorgadas por hijo; pesos pesados como Francia desconfían de la "protección" que Londres quiere dar a los países que no pertenecen al euro.