
En una mañana cualquiera en la calle Stournari, en el centro de Atenas, dos hombres de origen asiático saludan educadamente y ofrecen cigarrillos a cualquiera que se cruce con ellos. Por apenas 1,5 euros, los viandantes se pueden hacer con una cajetilla de tabaco que cuesta menos de la mitad que las que se venden legalmente en cualquiera de los kioskos de la capital de Grecia.
Y mientras el primero ministro Alexis Tsipras camina por la cuerda floja, intantando equilibrar las demandas de los acreedores internaciones -que le piden más austeridad- y de los ciudadanos griegos -que le piden más gasto social- la escena cotidiana que acabamos de descubrir expone la realidad de la situación griega. Los griegos podrían salir del agujero financiero con sus propios medios, simplemente pagando los impuestos por el tabaco, la bebida y el juego que sistemáticamente están evadiendo.
"La venta de tabaco ilegal priva al fisco griego de unos ingresos significativos todos los años que podrían usarse para pagar pensiones, salarios y prestaciones sociales", afirma Iakovos Kargarotos, el vicepresidente del socio local de Phillip Morris.
Se calcula que cada año se venden en Grecia más de 4.000 millones de cigarrillos de forma ilegal. Teniendo en cuenta que cada paquete de 20 unidades paga un impuesto del 85% en términos aproximados, si se eliminase ese tráfico ilegal se podrían añadir 670 millones de euros más cada año al presupuesto de ingresos de Atenas.
La cifra también puede compararse con los gastos derivados de los tratamientos sanitarios causados por el tabaquismo. En Grecia, que cuenta con una de las tasas de fumadores más altas del mundo, la Escuela Nacional de Salud Pública estima que cada año deben destinarse 3.000 millones de euros en todo tipo de costes a causa de esta droga legal, desde gastos directos por hospitalización hasta horas de trabajo perdidas.
Algo parecido ocurre con el alcohol. Sólo el tráfico de Tsipouro artesanal, un licor tradicional de Grecia, provoca un agujero de 200 millones de euros anuales en las arcas públicas. Claro que en este caso ni siquiera hace falta recurrir al mercado negro: la tradición de su elaboración está tan arraigada que en 48 horas cualquiera puede obtener una licencia para producirlo en su casa, sin ningún tipo de control y, por supuesto, venderlo sin retener la parte que corresponde al estado en otras bebidas alcohólicas.
El tráfico ilegal de combustible -200 millones de euros anuales de ingresos perdidos- y los juegos de azar -en este caso nadie se atreve a dar cifras siquiera estimadas del daño al erario público- completan un panorama difícil de enmendar para cualquier gobierno griego.
Ilias Lekkos, economista jefe del Banco del Pireo, explica la situación de forma directa: "Es extremadamente difícil poner coto al fraude fiscal, porque hay grandes segmentos de la sociedad griega que se benefician directamente de la evasión fiscal".