Economía

La pérdida de empleos por la revolución tecnológica se coloca en el centro del debate en Davos

Nada se crea si antes no se destruye. Por eso, desde la primera gran sesión del Foro Económico Mundial de Davos ha quedado claro que este encuentro va a ser un combate entre los tecno-optimistas, que creen en las bondades y milagros de la cuarta revolución industrial, y los más cautos, que advierten de la pérdida de empleos y del riesgo de un reparto desigual.

Como resumió Anand Mahindra, el presidente y director de uno de los conglomerados indios más importantes y uno de los principales empresarios de Asia, la tecnología es como la fuerza en Star Wars, que también "puede ser mal utilizada". "La pregunta que nos debemos hacer es si queremos ser jedis or sith", dijo a la élite empresarial y política en un panel sobre las promesas (y riesgos) de la incipiente nueva revolución industrial.

A su lado, la número dos de Facebook, Sheryl Sandberg, tiraba de un torrente de historias personales de mujeres emprendedoras en África o refugiadas sirias en Berlín para armar su optimismo sobre un futuro más conectado. También ordeñaba las historias personales incluso para combatir al ISIS, cuyos miembros han usado la red social para propagar sus mensajes y reclutar miembros. La mejor arma es el contra-discurso, "compartir las historias de aquellos que han escapado de ISIS".

Pero, ¿hasta qué punto esta promesa de un futuro más automatizado, con robots capaces de aprender y mejorar, no supone una amenaza para la creación de empleo justo cuando Europa no termina de recuperarse de las heridas de la gran recesión?

Es un "desafío real", reconoció el jefazo de Microsoft, Satya Nadella, que añadió que "la naturaleza del trabajo va a sufrir un cambio fundamental" como también sucedió en anteriores revoluciones industriales.

Haciendo gala de un optimismo cauto, Nadella priorizó la educación no sólo en las escuelas sino también para los adultos, para proveer de las aptitudes que este mundo más robotizado requerirá. En su opinión, la verdadera cuestión es si los avances digitales se expandirá no sólo entre países sino también entre los diferentes sectores económicos e incluso grupos sociales como sucedió en las anteriores revoluciones industriales.

En su opinión, la revolución industrial que estamos presenciando, caracterizada por la conectividad, la digitalización y el aprovechamiento de los datos, tiene los "atributos" necesarios para ayudar a más gente. Aunque, como reconoció, este es el gran debate.

Como un poderoso recordatorio de que no todo es tan positivo como se observa desde las compañías de Silicon Valley, el Presidente de Rwanda, Paul Kagame, advirtió que África aun está "atascada" en la tercera revolución industrial.

Del mismo modo, y fuera de las paredes del palacio de congresos de Davos, crisis descomunales como la de los refugiados o el riesgo del estancamiento secular mantiene este tecno-optimismo en cuarentena.

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