
Mientras en el Congreso de los Estados Unidos el general retirado Jack Keane, halcón calificado por muchos como artífice de la derrota de la insurgencia iraquí, clama por una intervención en tierra para acabar con el ascendiente de Estado Islámico en Siria, la primera potencia mundial no deja de bombardear objetivos sobre el terreno sin tino.
Si la operación Inherent Resolve, bajo cuyo paraguas se articula la intervención de Estados Unidos en el espacio aéreo de Siria e Irak, debiese juzgarse por su rendimiento en términos económicos, los auditores sólo podrían certificar una cosa: ruina.
Porque pese a las más de 20.000 bajas que según el Pentágono han causado sus bombardeos en las filas del ISIS (sin contar los civiles muertos), el territorio que controlan los terroristas no ha menguado de forma significativa, y Estado Islámico sigue controlando una plaza tan estratégica como es la ciudad iraquí de Mosul.
Dinero muy mal gastado
Conforme a los datos que publica regularmente el Departamento de Defensa de Estados Unidos, el gasto militar no ha dejado de aumentar desde que los F-18 del portaaviones USS George H.W. Bush, entre otros, comenzaran a golpear las posiciones del ISIS en agosto de 2014.
En los 450 días que mediaron desde entonces hasta el pasado 31 de octubre los contribuyentes estadounidenses habían sacado ya de sus bolsillos 5.012 millones de dólares para sufragar la peculiar cuenta de resultados de esta empresa.
Eso supone una media de 11,1 millones de dólares diarios (unos 10,3 millones de euros), de los que apenas 2,5 arden del activo corriente, junto con la munición que costearon, cada vez que el sol se pone sobre el Tigris y el Eúfrates.
El mayor importe corresponde sin embargo al concepto bautizado como OPTEMPO (tiempo de operaciones), en el que se cuantifican los costes de capital (la sustitución por desgaste, similar en cierto modo a la amortización económica, y el deterioro por bajas): 5,7 millones cada día, de los que la práctica totalidad corresponden a los sistemas aéreos (léase aviones) utilizados.
Los costes de apoyo a las operaciones (ejemplo: comida) y de apoyo logístico (ejemplo: transporte y suministro de combustible) se llevan por su parte 1,6 y 1,2 millones de dólares al día, mientras que los gastos en salarios son casi ridículos en el global, con sólo 100.000 dólares por jornada (menos del 1% del coste operativo total).
Por armas de ejército, las fuerzas aéreas consumen 7,5 de los 11 millones de dólares diarios, frente a 1,5 y 1,3 millones que se llevan la Armada y el Ejército de Tierra, respectivamente.
Esta cifra parece demostrar que el grueso de las operaciones aéreas están recayendo sobre aviones con base en tierra -incluyendo no sólo cazas, sino también las nodrizas para repostaje en vuelo, los lentos pero efectivos cañoneros y los sistemas de alerta temprana y control aerotransportado-, y en menor medida en cazabombarderos embarcados en el portaaviones de turno.
Además, el peso sobre los hombros del arma de aire sólo puede aumentar en los próximos meses, puesto que el USS Theodore Roosevelt salió del Golfo Pérsico hace unas semanas y su reemplazo todavía no tiene fecha cierta de llegada.
Una curva siempre ascendente
Finalmente, los datos de esta guerra a distancia y sin mandato de Naciones Unidas que libra Estados Unidos contra el ISIS muestran que el despilfarro de la súperpotencia no ha dejado de aumentar desde que los bombardeos comenzaron.
Si a mediados del pasado mes de julio el coste diario medio (computado desde agosto de 2014) era de 9,2 millones, un mes después ascendía ya a 9,4, y la tendencia no hizo más que crecer: 9,9 millones a mitad de agosto, y 10,9 millones en la primera quincena de septiembre.
La principal razón para este crecimiento súbito en la versión moderna -pero descarnadamente precisa- de 'las cuentas del Gran Capitán' la tienen las operaciones en Siria. Conforme a los últimos datos disponibles, EEUU empleaba cada día 5,6 millones en Inherent Resolve mientras sus operaciones se limitaban al territorio iraquí. Desde que hace más de un año comenzase a actuar sobre la asolada Siria, el coste medio diario se duplicó y subío a 11,7 millones.
Ganar la mano a Rusia
Por fin, el Tío Sam parece haber acelerado aún más su maquinaria militar desde que Rusia entró en el escenario para apoyar a Al Assad en su lucha contra los rebeldes y a Irán contra el ISIS (en su propia guerra por poderes contra Arabia Saudí).
El coste medio diario (computado desde finales de septiembre de 2014) ha crecido un 12,3% en sólo 90 días, para una serie de sólo 11 meses y medio de duración total.
Sin datos parciales (el Pentágono sólo desglosa los gastos para el periodo anterior y posterior a su entrada en espacio aéreo sirio) es imposible saber con exactitud cuánto se han incrementado las operaciones aéreas de EEUU como respuesta a la llegada de los aparatos de Putin.
Sí está claro, sin embargo, que Washington ha acelerado su maquinaria militar de forma notable para no quedarse atrás en la carrera con Moscú para la mesa de negociación siria en un escenario post-ISIS.
En un ejemplo más de esta guerra-dentro-de-la-guerra que han emprendido el ex agente de la KGB Vladimir Putin y el Premio Nobel de la Paz Barack Obama, (y que por cierto recuerda en algún aspecto a las prisas de ambos bandos por ocupar la mayor cuota posible de Alemania en los últimos días del nazismo) Rusia informaba el miércoles del lanzamiento de 34 misiles crucero y del empleo, por primera vez en el conflicto, de bombarderos Tu-160, Tu-95 y Tu-22.
A juzgar por el despliegue respectivo, cualquiera podría pensar que Estado Islámico es apenas una ficha más en un tablero de un juego enrevesado, en una partida por turnos desde la ribera del Potomac hasta la del Moscova. Una bandera temible en calles como las de París, pero que apenas puede verse a vista de satélite.