
Italia parece ver la luz al final del túnel. Los últimos datos macroeconómicos indican que, por fin la recuperación en el país transalpino se está afianzando. El Gobierno de Roma ha revisado al alza las previsiones de crecimiento para 2015, un 0,9% con respeto al anterior 0,7%, el empleo se está recuperando y, tras la reforma laboral aumenta el numero de contratos indefinidos gracias a la transformación de contratos temporales.
Además, el consumo mejora empujado por los bienes duraderos, la producción industrial crece un 1,1% en julio siendo el mejor dato del último año, y además vuelve a subir el crédito.
Sin embargo, el primer ministro Matteo Renzi es consciente de que la recuperación esconde una profunda asimetría. Por un lado, las regiones septentrionales de Italia, las más ricas y más industrializadas, llevan casi un año con el PIB a l alza, mientras en el sur del país todavía sigue en niveles bajos. Por esto, junto a la reformas estructurales que el Parlamento está debatiendo, Renzi quiere igualar una economía dividida en dos.
Su idea es anticipar en el sur de Italia el recorte de impuestos a las empresas que el Gobierno introducirá a nivel nacional en 2017. Roma quiere ofrecer desgravaciones del Impuesto sobre la Renta de Sociedades ( IRES en italiano) a las empresas que decidan invertir en las regiones más desfavorecidas del país. Además, el Gobierno presentará su plan para el sur junto a los Presupuestos para 2016 y quiere favorecer, a través de incentivos fiscales, la nuevas contrataciones en estas regiones.
Inversión en infraestructuras
El plan anunciado por Renzi incluye también inversiones en infraestructuras algo que las regiones del sur de Italia echan en falta. De hecho, los trenes de alta velocidad sólo llegan hasta Nápoles, mientras en el interior ciudades como Matera, capital europea de la cultura en 2019, no una estación de ferrocarril.
Entre las autopistas, la que desciende desde la punta de la bota italiana, de Salerno (al sur de Nápoles) a Reggio Calabria (donde sale el ferry que va a Sicilia) es el ejemplo del fracaso de los planes infraestructurales en esta parte del país, ya que lleva casi veinte años en obras sin que todavía se haya podido cumplir su remodelación y ampliación por culpa de la burocracia y de las infiltraciones criminales. Renzi quiere dar una señal de cambio, pero el éxito del plan para empujar al sur del país no depende de la voluntad del primer ministro, sino de sus negociaciones con Bruselas. Roma pretende utilizar la cláusula introducida por la Comisión de Jean-Claude Juncker, que permite derogar el techo del déficit en caso de "inversiones de relevancia europea", sobre todo en infraestructuras.
La divergencia entre el norte y el sur del país, existe desde hace la unificación de Italia en 1861, pero se ha agravado con la crisis económica. El mismo Renzi, antes de elaborar este plan decidió el año pasado recortar los recursos al fondo de cohesión para las regiones meridionales en hasta unos 3.500 millones de euros que su Ejecutivo ha utilizado en la financiación de la reforma laboral para abaratar las contrataciones indefinidas.
Ahora sin embargo, el Gobierno italiano parece haberse dado cuenta de la situación de estas regiones que cada día es más difícil y su retraso representa un lastre insoportable para la economía nacional. Sólo hace falta ver que la diferencia en la tasa de desempleo entre el norte y el sur de Italia ha llegado a los 11 puntos, dato que muestra a un país dividido entre una parte más europea y otra que parece griega.