
Grecia ha conseguido a duras penas mantener viva la negociación con sus socios del euro, tras haber dinamitado todos los puentes con el referéndum del pasado domingo. La última oportunidad, arrancada a regañadientes a los líderes del euro, llegó ayer con una cumbre extraordinaria, destinada a cuajar un nuevo paquete de ayuda con el que mantener al país en la eurozona.
En lugar de la propuesta sólida de reformas que le pedían sus acreedores a cambio, el Gobierno griego llegó a Bruselas con unas notas esquemáticas tomadas a lápiz en la libreta del hotel en el que se hospedaba, el mismo en el que se alojó el presidente estadounidense Barack Obama en su momento.
De esta manera entró en el Eurogrupo el nuevo ministro de Finanzas heleno, Euclid Tsakalotos. Sin resultados que llevarse a la boca, los socios del euro decidieron mantener una rendija abierta y jugar el partido en dos partes, con una teleconferencia que mantendrán hoy los ministros de Finanzas del euro para que Grecia solicite el tercer rescate.
Pero la bendición del resto de los 18 miembros de la eurozona dependía en gran parte del compromiso político con los ajustes que esperaban arrancar los líderes de la eurozona al primer ministro griego, Alexis Tsipras, en la cumbre que continuaba ayer al cierre de esta edición.
Animadversión europea
Tsipras llegó a Bruselas con la promesa realizada a los griegos de renegociar las condiciones de su abultada deuda pública. Enfrente se encontró la animadversión del resto de líderes no sólo por querer cruzar lo que para muchos es una línea roja, sino también por no ofrecer nada a cambio.
"Si Grecia no viene con propuestas ambiciosas, esto se terminará pronto", ya avisaba a su llegada a la cita el primer ministro holandés, Mark Rutte. Sin estas propuestas, "entonces no podemos ayudarlos, y será la responsabilidad del Gobierno griego".
Más dura fue la presidenta de Lituania, Dalia Grybauskaita, quien apuntó que "para el Gobierno griego cada vez es mañana, para nosotros no puede ser mañana todos los días", dijo recurriendo al español.
Los socios del euro esperaban discutir ayer un compromiso escrito del Gobierno griego con un programa "creíble" de reformas, con el que poder abrir la negociación del nuevo rescate y, sobre todo, mantener la línea de emergencia del BCE en pleno corralito bancario.
Con una nueva decepción sobre la mesa de los líderes, fuentes europeas argumentaron que el objetivo de la cumbre era crear las condiciones políticas para restaurar la negociación, tras cinco meses dando tumbos, y serias magulladuras en ambos lados.
Aunque el tiempo casi se ha agotado, nadie quiere dar un portazo y cortar definitivamente a Grecia del euro. Con un plan de reformas creíble, los europeos aceptan abrir cuanto antes las negociaciones de un tercer plan de ayuda que podría superar los 60.000 millones de euros, según el FMI.
Crédito puente de emergencia
Para antes, los miembros del euro también consideran un crédito puente con el que poder salvar de momento el pago al BCE el próximo 20 de julio. Si no paga los 3.500 millones de euros que debe a Fráncfort, el eurobanco ya no tendrá argumentos para mantener la liquidez al sistema financiero heleno. Sin euros en sus bancos, la salida del país de la moneda común sería una realidad.
Aunque fuentes comunitarias dudan que se pueda concluir un acuerdo antes de esa fecha, el mensaje repetido por la canciller alemana, Angela Merkel, la principal mano en esta partida, es que "si hay voluntad, también existe la manera".
El discurso oficial por ambos lados es que Grecia debe permanecer en el euro. Sin embargo, las maniobras de Atenas y los avisos del resto de europeos parecen reflejar que simplemente se está dejando correr el tiempo antes de que llegue el desenlace fatal.
"Necesitamos restaurar la confianza, sólo entonces seremos capaces de avanzar", avisó el vicepresidente de la Comisión Europea, Valdis Dombrovskis, antes de que arrancara la intensa jornada de reuniones. "Si no se restaura la confianza, una salida de Grecia del euro no puede ser excluida", dijo el comisario letón.
Encuentro previo
Para explorar si existe voluntad real por parte de Tsipras, o es momento de cortar amarras, Merkel, el presidente francés, Francois Hollande, y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se reunieron con el líder griego, antes de que arrancara la cumbre.
Si el griego lograba convencer a sus socios del euro, y concretaba esta voluntad en una lista de propuestas, el Eurogrupo pedirá hoy a la Comisión y al BCE, y probablemente también al FMI, que lance el proceso para acordar este nuevo paquete de ayuda. Para ello, las instituciones analizaría la situación económica y financiera del país, además de la sostenibilidad de su deuda.
Una vez concluido este análisis, las instituciones prepararían un programa de reformas, en línea con las promesas que habría dado Tsipras.
Este paquete incluiría los objetivos fiscales ya aceptados por Atenas, y las reformas que, tras varias concesiones europeas, Tsipras aceptó por carta con mínimas modificaciones.
Pero ayer tanto el jefe del Gobierno griego como su nuevo ministro de Finanzas llegaron al Eurogrupo y a la cumbre sin compromisos en la maleta, y tan sólo dispuestos a sacar pecho con la robusta victoria del no en el referéndum, o el apoyo de todos los partidos de la oposición a su estrategia negociadora. Eso sí, como decían las notas de Tsakalotos en la libreta del hotel, "sin triunfalismos".
Incluso si se abre la negociación de este nuevo paquete de ayuda, el proceso será mucho más complicado que los cinco meses invertidos para intentar cerrar, sin resultado, el programa anterior. Más aún porque Tsipras insiste en mantener entre sus planes una quita a la deuda como condición imprescindible.
"Quien conoce los tratados sabe que una quita no es posible", avisó el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schauble, la voz cantante en el grupo de los duros.
Tsakalotos despidió una intensa jornada negociadora saliendo del edificio donde continuaban reunidos los líderes con un "estamos haciendo progresos". Pero su voluntarismo sonó a poco para solucionar el futuro de un país moroso, un sistema bancario en cuarentena, una negociación sin propuestas y una economía que se aleja del euro.