
En la circense carrera presidencial estadounidense, donde de momento Jeb Bush y Hillary Clinton ya han oficializado sus respectivas campañas. Si repasamos las declaraciones de ambos contrincantes dinásticos a la Casa Blanca se puede determinar que el epicentro que marcará la próxima contienda electoral a este lado del Atlántico consiste en evitar el estancamiento de los salarios y garantizar que la prosperidad económica sutura la brecha social. En estos menesteres, tanto Bush como Clinton tienen mayor capacidad de atraer en masa a los votantes estadounidenses. Un hecho que llega acompañado por una recuperación sólida del mercado laboral, que ha sumado más de un millón de empleos en lo que llevamos de año, y una economía que se contrajo un 0,7 por ciento en el primer trimestre de 2015.
"Estados Unidos se merece algo mejor". Están en juego la "prosperidad" y la "seguridad" del país, aseguraba el ex gobernador de Florida. Durante la presentación oficial de su campaña en Miami, Bush ha dejado claro que su objetivo es tener una economía que crezca al 4 por ciento y genere 19 millones de empleos durante su hipotética presidencia, un hecho difícil de materializar si tenemos en cuenta el contexto actual. Ni el FMI ni el Banco Mundial o la OCDE proyectan crecimientos por encima de la tasa del 3 por ciento para la mayor economía del mundo durante los próximos años.
Por su parte, el pasado sábado, Clinton se presentó a los estadounidenses en un multitudinario acto en Nueva York donde aclaró que intentará hacerse con la presidencia de EEUU para "hacer que la economía funcione para ustedes y para todos los estadounidenses" mientras arremetió contra las fuertes desigualdades que se viven en el país. "La prosperidad no puede ser solo para los consejeros delegados y los gestores de fondos de inversión. La democracia no puede ser solo para los multimillonarios y las grandes empresas", defendió la ex primera dama y senadora de Nueva York, además de Secretaria de Estado, mientras atacó a los republicanos por favorecer a los poderosos con recortes de impuestos y relajando normativas.
Clinton se ha rodeado ya de un equipo formado por más de 200 expertos, donde se incluyen el premio Nobel, Joseph Stiglitz, Alan B. Krueger, profesor de Princeton, o antiguos consejeros de su marido, como Larry Summers y Robert E. Rubin, para intentar formular planteamientos que intenten reducir la brecha social. En su campaña presidencial hace siete años, la ex primera dama centró su mensaje en la clase obrera asegurándoles que si "trabajaban duro y acataban las normas, deberían ser capaces de prosperar". Dicho esto, sus discursos a precio de oro en Wall Street, donde ha cobrado hasta 200.000 dólares por aparición, o el reciente artículo en el New York Times sobre Eaglevale, el hedge fund que dirige su yerno, Marc Mezvinsky, podrían presentar escollos en el futuro a medio plazo.
Por su parte, Jeb Bush, quien en estos momentos traza su agenda económica, podría centrar parte de la misma en rebajar impuestos. Como gobernador de Florida, este republicano aplicó descuentos fiscales por valor de 19.000 millones de dólares además de despedir a un total de 13.000 funcionarios estatales y generar un superávit de 9.800 millones de dólares. Cifras impresionantes pero que son difíciles de replicar cuando se habla de una economía con una deuda de 18 billones de dólares.