
Un empuje a las reformas para callar las críticas tras el resultado poco alentador de las elecciones autonómicas. Matteo Renzi tiene que evitar el atolladero que amenaza con crearse tras el voto del pasado 31 de mayo, cuando su partido -a pesar de conquistar el Gobierno en cinco de siete regiones que renovaban Junta- ha perdido votos con respecto a las últimas elecciones europeas. La oposición interna del Partido Demócrata (PD) no esperaba otra cosa para contestar las reformas liberales del secretario y primer ministro.
El líder lleva tiempo sumido en un pulso con una parte de su mismo partido que está retrasando la agenda de Gobierno: de un lado, hay un presidente que sueña con ser el Tony Blair italiano y guiña el ojo a las empresas y a los electores de centro; del otro, un grupo de diputados y senadores que no quieren abandonar la tradición socialdemócrata y boicotean en el Parlamento las medidas promovidas por el Ejecutivo. Tras el difícil recorrido de la reforma laboral, ahora también la reforma educativa está encontrando muchos obstáculos.
Pero, mientras intenta tirar la rienda de la minoría de su partido, Renzi se guarda también de los otros partidos de oposición. No le preocupa tanto la Forza Italia de Silvio Berlusconi, como la xenófoba Liga Norte, cuyos consensos han subido en varias regiones.
En esta situación la estrategia del primer ministro puede ser solo una: acelerar en las reformas para demostrar que funcionan. Tras el voto autonómico, Renzi pudo lucir los datos del Instituto Nacional de Estadísticas (Istat), que indican una reducción del desempleo en abril. Pero ahora le toca intervenir también en otros campos.
El programa de Gobierno prevé muchas medidas dentro del verano, empezando por la reforma educativa. Frente a las trabas del ala socialdemócrata de su partido, el primer ministro, como ya ha hecho en pasado, intentará dividir el frente de los opositores haciendo algunas pequeñas concesiones con tal de asegurarse los votos para aprobar la reforma en su conjunto.
Otro tema importante son los decretos relacionados con la reforma laboral. Siendo ésta una ley delegada el Gobierno tiene el poder de sacar adelante algunos cambios sin pasar por el Parlamento. Para esta semana, el ministro de Trabajo, Giuliano Poletti, ha anunciado nuevos decretos para "completar" la reforma con novedades en los subsidios y en la formación de los trabajadores desempleados.
Finalmente, el Ejecutivo ha anunciado también su intención de encarrillar otras dos medidas claves: la reforma de las Administraciones Públicas y una reforma de impuestos locales. En ambos casos se trata de leyes que guiñan el ojo al voto de protesta anti-casta que ahora se dirige a partidos como la Liga Norte y el Movimiento 5 estrellas del cómico Beppe Grillo.
Entre las tareas pendientes sobre el escritorio del primer ministro italiano, sin embargo, hay también una patata caliente: el Gobierno tiene que establecer los criterios de la revisión del gasto público necesarios para cumplir con los objetivos de Bruselas y, al mismo tiempo, asegurar la subida de pensiones recién impuesta por una sentencia del Constitucional que ha suspendido los recortes de los anteriores Ejecutivos. Como siempre, Renzi tiene la agenda repleta de compromisos.
El verdadero reto desde que se convirtiera en el primer ministro de Italia es cumplir con todas las promesas que va haciendo. Al joven líder no le falta energía. El problema es que su estilo de Gobierno mal se concilia con las largas negociaciones requeridas por un sistema político inestable y fragmentado. Mientras, el resultado de las elecciones autonómicas amenaza con representar un freno a su programa, Renzi reacciona sacando adelante su agenda con más fuerza. Pero, por una vez, el éxito del plan no dependerá de sus esfuerzos, sino más bien del crecimiento de la economía.