
Atribuía ayer, Álvaro Nadal, el descalabro electoral del Partido Popular, al "coste de percepción" que tiene la política económica del Gobierno. Y no le falta razón al director de la política económica del Gobierno porque, corrupciones múltiples aparte, el divorcio hoy entre el Ejecutivo de Rajoy y la ciudadanía obedece precisamente a eso, a las percepciones.
Así, mientras el Gobierno y el PP se empecinan en vender los éxitos de la recuperación que perciben a través de las grandes cifras macro, lo que perciben los ciudadanos de este país es la realidad de la calle que, ayer mismo, la Encuesta de Condiciones de Vida del INE (que no es sospechoso de antisistema) nos volvía a mostrar en toda su crudeza.
Veamos: un 41,3% de los hogares españoles no puede sustituir los muebles estropeados o viejos, cuatro puntos porcentuales más que en 2009. Uno de cada cuatro españoles no puede irse de vacaciones una vez al año. El 11,8% de los ciudadanos no se puede reunir con familiares amigos para comer o tomar algo al menos una vez al mes, 4,2 puntos más que hace seis años. El porcentaje de familias en las que los niños no pueden disponer de ropa nueva ha crecido del 3,8% al 6,5% y también han crecido hasta el 2,5% los hogares en los que no pueden comer carne, pollo o pescado cada dos días.
Y, qué decir, de los datos que también ayer nos ofrecía el Ministerio de Empleo, con más de 4,2 millones de parados de los que, dos millones, el 45%, no perciben ninguna ayuda por desempleo, cinco puntos más que un año antes. Esto sin añadir que en España hay hoy cerca de 13 millones de personas en riesgo de pobreza o exclusión social y que son casi 700.000 las familias que no tienen ingresos mensuales y muchas más las que viven con menos de 600 euros al mes.
Pues eso, que como dice el refrán, todo es según el cristal con que se mira, pero, a veces, el cristal de la calle es mucho más cierto y, sobre todo, más dramático.