
En lo que llevamos de año, el avance de economías desarrolladas como Europa, EEUU y Japón ha fomentado el optimismo entre los inversores. Las políticas monetarias expansivas y los estímulos que aplican el Banco Central Europeo y el Banco de Japón deberían incrementar la demanda interna al mismo tiempo que la devaluación del euro y el yen servirá de motor para las exportaciones.
Sin embargo, la incertidumbre política que se cierne sobre el Viejo Continente, la posibilidad de un zarpazo inesperado por parte de los halcones de la Reserva Federal y otros factores, como el crudo, se perfilan como los nubarrones en el horizonte que amenazan con tronar sobre la economía mundial.
En primer lugar, Wall Street continúa atento a los acontecimientos referentes a Grecia. Pese a que el país heleno mantiene una extensión condicional de su programa con la Troika, sigue habiendo muchas posibilidades de que las negociaciones no lleguen a buen puerto. Las fugas de depósitos bancarios y la falta de liquidez del gobierno de Alexis Tsipras siguen generando incertidumbre y volatilidad en el Viejo Continente. Una salida de Grecia de la Eurozona incrementaría las tensiones financieras y el riesgo de contagio al resto de países de la periferia.
Al mismo tiempo, la Reserva Federal se encuentra ya mirando los puntos o dots que miden la temperatura de la economía estadounidense. Pese a que los últimos datos indican que la economía podría haber perdido algo de impulso, cualquier señal de inflación o de subida en los salarios podría adelantar el ciclo de fortalecimiento monetario por parte del banco central estadounidense. Esto fortalecerá aún más el precio del dólar generando tensiones entre los países emergentes. Los mercados asiáticos podrían enfrentar más o menos esta situación pero otros, como Turquía o Latinoamérica en su conjunto podrían ser mucho más vulnerables a la subida de tipos de EEUU.
El aterrizaje de China
Si los mercados asiáticos son relativamente inmunes a la Fed, no están vacunados para un aterrizaje forzado de la economía China. Si los datos siguen decepcionando, la debilidad del gigante asiático podría extenderse más allá del primer trimestre y acabar por rebajar las previsiones para el conjunto del año, que en estos momentos se mueven alrededor del 7 por ciento. Los planes anticorrupción o los programas de financiación de los gobiernos locales podrían acabar haciendo mella en el crecimiento económico. Un debilitamiento en China podría significar una caída en los precios de las materias primas, que afectaría negativamente a otros países como Rusia, Colombia, China, Perú, Venezuela y Sudáfrica.
Por último, y ligado también a las commodities, tenemos que poner atención al crudo. En estos momentos podríamos estar acudiendo a cierta estabilización en los precios del petróleo de aquí a finales de año. Sin embargo, el riesgo en la volatilidad del oro negro sigue estando muy presente y podría dificultar las expectativas sobre la inflación en medio mundo. El resultado podría aumentar aún más la incertidumbre y generar una mayor depreciación en el mercado de divisas.