
"Tratamientos radicales para enfermedades económicas inusuales". Así de claro titula Martin Wolf, el columnista más importante del Financial Times, su último artículo, en el que propone alternativas más allá de continuar con el desapalancamiento para acabar con el principal problema económico global, la debilidad de la demanda. Y son propuestas heterodoxas: recuperar el monopolio de la creación de dinero para financiar déficits y penalizar el ahorro para impulsar la demanda.
Wolf cree que estas medidas poco ortodoxas son necesarias para que EEUU, la Eurozona, Japón y Reino Unido consigan superar la principal enfermedad que ha dejado la crisis, el síndrome de deficiencia crónica de la demanda, como lo define. Básicamente, que el sector privado no gasta lo suficiente para 'tirar' de la economía sin el doping de una política monetaria ultralaxa, enormes déficits estatales o ambos a la vez.
Este economista explica la situación utilizando la metáfora del ataque al corazón. Como este, las crisis financieras tienen efectos secundarios, pero el papel del doctor económico no es preocuparse por el estilo de vida del paciente, sino mantenerlo con vida.
Reducir deuda no es suficiente
Tras superarlo, habrá que lidiar con esos efectos, que se podrían resumir en tres: daños en el propio sistema financiero, pérdida de confianza en el futuro y una deuda difícilmente pagable.
Estos efectos han provocado lo que el economista Richard Koo denominó recesión de balance: un periodo en el que el objetivo principal es devolver la deuda. Por ello, las políticas post-crisis deben compensar o faciltar que el sector privado reduzca su endeudamiento.
Como complemento de esto, va ganando fuerza la idea de la reestructuración de la deuda (como propuso su colega Wolfgang Munchau también en el FT), tanto privada como pública. Sin embargo, un proceso organizado de este estilo es muy complicado, especialmente dada la resistencia de los acreedores, lo que acaba provocando que los problemas de deuda se alarguen en el tiempo.
El mundo ha cambiado estructuralmente
Por eso más allá de las cargas que supone la deuda, el principal problema son los cambios que se han dado en la economía mundial y que han provocado que la demanda sea crónicamente débil a menos que se provoquen booms del crédito (con sus problemas añadidos).
¿Qué ha provocado esto? Un exceso de ahorro en los mercados emergentes, cambios en la distribución de los ingresos, el envejecimiento global y la falta de inversión en los países desarrollados. Estos cambios, a su vez, son consecuencia de la globalización, la tecnología y el papel cada vez más importante del sector financiero.
Por ello, ninguna solución vendrá simplemente de hacer borrón y cuenta nueva y volver a depender de una demanda insostenible de crédito para compensar los problemas de una demanda insuficiente para mantener la economía en marcha. Quizá pueda servir para países pequeños y/o casos aislados, pero cuando esta enfermedad afecta a grandes partes de la economía global se necesitan nuevas medidas.
En general, existen tres formas de afrontar este problema, según el columnista del FT. En primer lugar, simplemente vivir con ello. En segundo lugar, aplicar políticas agresivas para incrementar la demanda de manera indefinida, como ha hecho Japón desde su propia crisis de los 90 con escasos resultados. En tercer lugar, y es la propuesta de Wolf, reformas para afrontar este problema de debilidad estructural de la demanda.
Imprimir dinero y gravar el ahorro
¿Y en qué se concretaría esto? Por un lado, se podrían tener déficit fiscales, aún a riesgo de que la deuda pública siguiera creciendo. En este sentido, se puede ir todavía más allá y hacer que los bancos centrales financiaran directamente estos déficits, como propone Adair Turner, ex presidente de la FSA británica (regulador financiero).
Esto implica la nacionalización de la creación del dinero, algo que actualmente está en manos de la banca. De este modo se estimularía la demanda más directamente, en lugar de confiar en las entidades financieras para imprimir indirectamente.
La alternativa a esta solución sería ir directamente al origen de la debilidad estructural de la demanda. Esto implicaría que se redistribuyeran los ingresos desde los ahorradores hacia los gastadores. Y también debería promoverse el gasto privado.
Por ello, por ejemplo Japón, en lugar de subir el IVA, tendría que haber subido los impuestos al ahorro, aunque ello viole el prejuicio de que el propio ahorro es valioso. "En un mundo sufriendo del síndrome de deficiencia de la manda, no lo es. El ahorro improductivo debe ser desalentado".
Más allá de los problemas de la demanda, también existe la posibilidad de problemas estructurales en la oferta. La solución por este lado es fomentar el empleo, la inversión y la innovación, según Wolf. Pero las políticas que se adopten para impulsarlos no deben al mismo tiempo deprimir la demanda.
Ese es el problema de las reformas laborales que se están aplicando en Europa, inspiradas por Alemania. Al recomendar menores salarios y más facilidad para contratar y despedir, el consumo se resiente, especialmente a medio plazo como le está sucediendo a Alemania. Por ello hace falta un enfoque más equilibrado, especialmente en la Eurozona, y no confiar ciegamente en este tipo de reformas.
"La crisis ha dejado un legado triste. Pero los orígenes de la crisis se encuentran en debilidades estructurales a largo plazo. Las políticas deben afrontarlas si no queremos que la salida de la crisis sea el principio del viaje a la siguiente. Las respuestas probablemente serán poco ortodoxas. Pero también lo es la situación económica actual. Las enfermedades raras necesitan tratamientos inusuales", concluye Wolf.