
España gana en competitividad incluso a Alemania gracias a la caída de salarios.
Los expertos lo llaman devaluación interna; los ciudadanos de a pie prefieren verlo como una reducción generalizada de salarios. Sea cual sea su denominación, lo cierto es que el proceso que consiste en un descenso marcado de los llamados costes laborales unitarios (los sueldos en proporción al PIB), y un aumento paralelo de la competitividad en el exterior, se está desarrollando a fondo en España, y aquella variable se encuentra ya más de cinco puntos por debajo de la media de toda la zona del euro.
De acuerdo con los datos más recientes de la Oficina Estadística de la Comisión Europea (Eurostat), relativos al tercer trimestre de 2012, el desembolso por cada trabajador español se ha abaratado también notablemente con respecto al promedio de la Unión Europea (UE).
Para el conjunto de los 27, el coste laboral se sitúa en 111,6 puntos, en una escala sobre 100 que toma su referencia en el año 2005; el resultado español, en idéntico periodo se ubicó 4,4 unidades por debajo, en 111,6. En el caso de la Unión Monetaria, la marca quedó en 112,3 puntos, todavía a mayor distancia.
¿Qué es lo que ha ocurrido en España el año pasado que explique esa disparidad? En primer lugar, lo correoso de una recesión que ha obligado a las empresas privadas y al sector público a continuar haciendo ajustes. En segundo, la entrada en vigor de una reforma laboral que precisamente buscaba propiciar que dicho ajustes se hagan, no de la forma tradicional española, reduciendo plantilla, sino a través de la contención o la rebaja de salarios.
El efecto combinado de esos dos factores ha sido una "acusada desaceleración de los salarios en 2012, tras el repunte que se produjo en 2011", en palabras de los expertos del Banco de España. Las estimaciones del regulador financiero apuntan a una caída del 0,6 por ciento de la remuneración por asalariado en el pasado ejercicio, que contrasta con el incremento que aún se dio un año antes.
Un largo camino recorrido
Ahora bien, la devaluación interna tiene un recorrido que va más allá de 2012. No en vano, en los últimos dos años, los costes laborales españoles han perdido 5,1 puntos, de acuerdo con los cálculos de Eurostat. Durante el mismo periodo, el desembolso por trabajador ha crecido 3,1 unidades en la zona euro; en cuanto al conjunto de la Unión, el avance fue de casi cinco puntos.
Los datos desglosados por países muestran cómo España se ha desmarcado en este ámbito de todas las demás grandes economías europeas. En Italia, los costes laborales han crecido, desde el tercer trimestre de 2010, cuatro puntos. Las dos locomotoras del euro, Francia y Alemania, incluso han batido esa marca, con encarecimientos del factor trabajo de 4,2 y 4,5 unidades respectivamente.
En particular, el país germano presenta una evolución completamente dispar con respecto a España. Es por ello que un reciente informe de Morgan Stanley aseguraba que "España puede ser la próxima Alemania", en el sentido de que la flexibilidad que está alcanzando el marco laboral español, poco a poco, va dejando pequeña a la que es propia de la economía cuya tasa de desempleo está por debajo del 7 por ciento de la población activa.
Y ese hecho no está pasando inadvertido para los inversores y para los clientes que se disputan los exportadores europeos, tal y como defienden los economistas del banco de inversión estadounidense.
Tendencias opuestas
Si España le está pisando los talones a la competitividad del mayor vendedor de bienes y servicios al exterior del mundo, en gran parte se debe a que los costes laborales alemanes hace tiempo que abandonaron la senda de moderación que seguían desde mediados de los 90. Así, los salarios crecen allí desde 2007, mientras que los costes por trabajador españoles no dejan de disminuir desde 2008. Actualmente, los registros de ambos países se encuentran próximos a empatar; a partir de aquí, empezará a abrirse la brecha, si la tendencia a la moderación se mantiene en España.
El Ministerio de Empleo se ha afanado en garantizar que así ocurrirá y, para ello, propicia los descuelgues de empresas particulares de los convenios colectivos, a la hora de abordar la negociación de las remuneraciones. De momento, esa disposición ha encontrado algunas trabas en su despliegue.