
Su mirada de infinita tristeza en medio de un rostro que no volverá a sonreír jamás, deja al descubierto las cicatrices de una vida rota por la necesidad y la injusticia. En realidad, Kawta Kholi no cometió ningún desliz para semejante castigo, pero nació pobre y mujer en el país equivocado: la India.
Entrar en el altar, hace siete años, para contraer matrimonio con un hombre al que no había visto jamás, la condenó para el resto de su vida. Su familia prefirió esa boda de conveniencia al fantasma de la soltería, toda una humillación que en la India tradicional sigue simbolizando el fracaso.
Endeudarse para la boda
De este modo, Kawta Kholi no tuvo más remedio que endeudarse: pidió prestadas 15.000 rupias a un prestamista local para hacer frente al pago de una dote que, en estos casos, es exigencia sine qua non del marido para consentir el enlace. Aunque la tradición de la dote fue ilegalizada en 1961, en la práctica sigue muy presente en la India disfrazada en forma de regalos, gastos de boda o gastos vinculados al matrimonio.
Peor es que, muchas veces, la dote no se limita a un único desembolso, sino que la obligación moral del pago acaba convirtiéndose en una verdadera extorsión a la mujer y su familia a lo largo del tiempo. Eso mismo fue lo que le ocurrió a Kawta Kholi.
Espiral sin fin
Bajo la amenaza del abandono, su marido exigió a los pocos meses un nuevo pago. Y ya que ella no pudo hacerle frente, en menos de un año fue abandonada. "Mi situación económica ahora es terrible. Con los intereses, la deuda de la dote que no puedo pagar ha ascendido ya a 25.000 rupias", afirma. Volver a su pueblo natal en la India rural tampoco es ya una opción, porque allí sólo una temporada agrícola óptima garantiza unos ingresos mínimos. Así que en Thane, distrito imposible en el extrarradio del gran Bombay, no hay mejor trabajo que el de asistenta de hogar. "Cobro 240 rupias al mes; con eso no puedo ni mantener a mi hijo", subraya.
Shyam Tomang, activista de la ONG Apne Aap Women Worldwide que contribuye con ínfimos recursos a que Kawta y otras víctimas de la dote "coman al menos dos veces al día", cree que "es un milagro que Kawta no haya caído aún en la prostitución". En verdad, la auténtica tragedia es que después de ser miserablemente extorsionadas, acaban arruinadas.
Y no lo duden: aunque con distinto impacto, alcanza a todas las clases sociales. Una familia media puede llegar a desembolsar hasta 400.000 rupias, sin incluir joyas y otros lujos. Incluso, estos días se ha hecho célebre el caso de seis familiares del ministro de Desarrollo de Recursos Humanos, Arjun Singh, que se enfrentan a un juicio por extorsión a la mujer de uno de sus miembros.
Maltratadas
Después de pagar seis millones de rupias, la mujer se negó a pagar un vehículo Mercedes y un piso en Nueva Delhi, exigencia de su familia política. Entonces llegó el maltrato, otra consecuencia dramática inevitable que sufren miles, millones de mujeres. Según el Buró Nacional de Registro de Crímenes del país asiático, cada 77 minutos se registra una muerte en la India por violencia relacionada con la dote.
Aunque, a veces, la ruina llega antes que los abusos. "Mi familia se quedó sin casa después de venderla para poder pagar 25.000 rupias a mi marido. Por ello, mis padres vivieron a la intemperie durante años", explica Chand Biwi, de 30 años, que también fue obligada a contraer un matrimonio arreglado a los 13 años. Nueve después, el marido y su familia reclamaron más. Ella no pudo pagar. Así que él la abandonó.
Con dos hijas que mantener, Chand no pudo evitar caer en la prostitución en un burdel del barrio rojo de Thane. "Cuando no hay clientes, no cobro y no como. Cuando hay, gano entre 100 y 200 rupias al día. La mitad de mis ingresos se los queda el propietario; otro 25 por ciento va para el encargado; y el resto es para mí. La dote me ha arruinado la vida", asegura, sin poder evitar que las lágrimas se derramen por sus mejillas. Según Shyam Tomang, de la ONG Apne Aap, lo peor es que el drama de la dote se ha convertido en un fenómeno silencioso, lo que explica que el Gobierno no desvíe recursos para las afectadas. "Las mujeres no hacen público su caso por las consecuencias sociales o judiciales. Y la sociedad echa la culpa a las mujeres al decirles que es su error el casarse con la persona equivocada", remata Shyam.