La euforia bursátil en la India tocó techo el 8 de enero de este año. Ese día, el índice principal de la Bolsa de Bombay marcó un registro histórico: 20.970 puntos. El Sensex estaba imparable, con una revalorización de un 51% en los 12 meses anteriores y un 118% desde enero de 2006. Era la consecuencia lógica de un fenómeno, el viaje indio a la riqueza, que hoy continúa. Pero la inestabilidad de la bolsa y la desconfianza en los bancos ha disparado las compras del metal precioso
A grandes rasgos, el fogonazo bursátil venía estimulado por ese histórico proceso de urbanización a gran escala que sigue impulsando masivas inversiones en infraestructuras y, por tanto, espoleando también las perspectivas de ganancias de las empresas.
Además, el buen comportamiento en los parqués queda respaldado por la solidez de una economía india que, en los últimos ejercicios, ha crecido entre el 7 y el 9 por ciento cada año, disparando un consumo interno que en la estructura del PIB está jugando un papel preponderante.
Pero, incluso en aquellos días de euforia bursátil que abrió el abanico a los inversores y ahorradores, India ha seguido entregada a su gran devoción de siempre: el oro. No hay mejor lugar que el Zevari Bazaar de Bombay para atestiguarlo. Ahí se despliegan más de 700 comercios de compra-venta de oro, plata y joyas en medio de un puñado de callejuelas atestadas de taxis, vacas y vehículos de reparto que se abren paso entre el gentío.
"Muchos indios creen que tener dinero en efectivo implica un riesgo de gastártelo, así que lo cambian a oro para ahorrar. Hasta los pobres, que no saben dónde guardar el efectivo porque no se fían de los bancos, compran oro poco a poco y, si quieren, lo pueden cambiar en medio de la noche. En India se vive para el futuro y con el oro se sienten más seguros", explica a este periódico Nadkurni, uno de los comerciantes minoristas de metales preciosos en Zevari.
El mayor consumidor del planeta
Quizás semejante demanda sea una de las causas que explique que, pese a la fuga hacia una bolsa india que ofrecía rentabilidades más jugosas, el consumo de la materia prima amarilla superase las 715 toneladas en 2007, según el Consejo Mundial del Oro. Lo que es tanto como decir que la India es el mayor consumidor de oro del planeta.
Entonces, el 9 de enero de este año, llegó el derrumbe y caída libre de la bolsa. Desde que el Sensex alcanzó su techo, el desplome rebasa ya el 28 por ciento.
Y aunque los analistas creen en la solidez económica y en la buena salud de las compañías indias, en ese clima de volatilidad en los mercados el oro está sirviendo de refugio imbatible para una parte de la cartera de los inversores. La consecuencia es, por tanto, la esperada: el precio de la onza de oro se ha disparado y roza ya los 1.000 dólares, frontera récord.
Si el pasado mes de julio el mercado pagaba 212 dólares por 10 gramos, a final de la semana pasada esa misma cantidad cotizaba a 320 dólares, un 44 por ciento más. Pero la volatilidad no es la única causa. La debilidad del dólar, que parece no tener fin, hace al metal amarillo más barato para los compradores en otras divisas, a la vez que lleva a muchos inversores a vender sus divisas estadounidenses para comprar el metal dorado (consecuencia de la relación inversa entre ambos).
Además, con el precio del petróleo por las nubes y la Reserva Federal estadounidense recortando los tipos de interés, los inversores están optando por cobijarse en posiciones más seguras que, como el oro, no se vean directamente impactadas por la inflación. En todo caso, mientras permanezca la actual fragilidad de los mercados financieros, el oro permanecerá como refugio seguro.
A ello hay que sumar otro factor en el lado del consumo indio: la celebración, el próximo mes de abril, de las fiestas tradicionales de la Akshaya Tritiya, en la que la demanda de oro para regalos de bodas se dispara.
Con todo, en el lado inversor, Ramakhant, agente de bolsa en Bombay, cree que el parqué indio sigue siendo muy atractivo para los inversores ya que la India vive una historia de crecimiento a largo plazo. "Los indios jóvenes y bien educados de las ciudades prefieren la bolsa al oro", advierte.
Aunque admite que, a día de hoy, el metal amarillo sigue siendo también para algunos un refugio para el dinero negro. "Yo sé dónde tengo que ir para comprar o vender oro y que no me hagan preguntas ni tener que dar mi nombre", remata. Es parte de la fiebre por el oro que vive la India y el resto del planeta.