
Europa se siente impotente frente al castigo que los especuladores infligen al papel español e italiano. Quiere comprar tiempo a la espera de que se suavice la presión sobre los títulos y, sin embargo, no puede. Porque la flexibilización del fondo de rescate, que los líderes de la zona euro acordaron a mediados de julio, sigue pendiente, primero, de que se concreten los detalles y, después, de superar el refrendo parlamentario de cada socio. De momento, el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, hablará hoy por teléfono con el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, y la canciller alemana, Angela Merkel, para tratar la situación de los mercados europeos.
El mercado parece no creer en el último acuerdo de la Unión Europea sobre las ayudas a Grecia y las flexibilizaciones del fondo de rescate que permiten dar créditos preventivos y recapitalice los bancos de países con problemas, aunque no hayan sido rescatados. Una medida esta última que se tomó pensando en España e Italia.
Ante esta situación ya han surgido voces autorizadas en la Unión Europeo que hablan de la posibilidad de aumentar el fondo de rescate. El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, pidió ayer en una carta enviada a los líderes europeos "revaluar rápidamente" las capacidades del fondo de rescate de la zona euro y admitió que la crisis de la deuda se extiende más allá de los Estados periféricos.
Alemania y Holanda ya han mostrado su desacuerdo al respecto. Creen que las autoridades de la zona euro deben centrarse primero en materializar las decisiones adoptadas en el último mes sobre los actuales y futuros rescates y evitar nuevas dudas.
Poner en marcha lo ya aprobado
Fuentes comunitarias, de momento, recuerdan que los contactos entre los 17 no cesan con el objetivo de acelerar todo lo posible el cierre de los últimos flecos, aunque descartan anticipar a día de hoy ninguna fecha concreta.
Una vez ratificadas sus nuevas atribuciones, el mecanismo de asistencia financiera podría comprar deuda en los mercados secundarios, conceder préstamos preventivos a estados bajo presión o financiar la recapitalización de bancos a través de créditos a los gobiernos. Aunque tampoco así conseguiría calmar la incertidumbre que recorre los mercados y alienta el recrudecimiento del riesgo país de Madrid y Roma. El motivo, que conti- nuaría sin contar con la capacidad efectiva de crédito necesaria para soportar los rescates de España e Italia.
O dicho de otro modo, que los jefes de Estado o de Gobierno acordaron flexibilizar sus facultades, pero mantuvieron su cuantía efectiva en 440.000 millones de euros.
De ellos, sin embargo, se tienen que descontar los 17.700 y los 26.000 millones ya desembolsados en las intervenciones de Irlanda y Portugal, respectivamente. Tras la resta nos quedan en torno a 396.000 millones, a los que asimismo debemos volver a sustraer el monto restante de ambas operaciones. En el caso de Dublín quedarían por pagar alrededor de 24.000, dado que Reino Unido, Suecia, Dinamarca y la propia Irlanda contribuyeron al rescate. Mientras que para completar la intervención sobre Lisboa faltarían todavía 26.000.
Por lo tanto, computadas las ayudas del extigre celta y Portugal, además de los recientes 73.000 destinados al segundo paquete de asistencia sobre Atenas -el FMI sumará el tercio restante hasta los 109.000 millones al igual que en todas las operaciones de auxilio-, el fondo contaría con unos 275.000 millones.
Fondos insuficientes
Pero además en caso de que finalmente -según se acordó en la última reunión extraordinaria que mantuvieron los jefes de Gobierno de la moneda única- el mecanismo sustituya al sistema de préstamos bilaterales ad hoc del primer rescate de Grecia, se deberían deducir de nuevo otros 35.000. Lo que se traduce en un montante disponible de en torno a 240.000 millones de euros, manifiestamente insuficiente para socorrer a España, teniendo en cuenta que una presunta operación sobre nuestro país alcanzaría los 600.000 millones. Y menos aún bastaría si se quisiera ejecutar el rescate de Italia, cuando los expertos cifran la intervención en 900.000 millones e incluso en un billón de euros.
Ni siquiera agregando las ayudas de la institución con sede en Washington y los millones con cargo al presupuesto comunitario se podría acometer alguna de las dos operaciones. Dado que en total, con los fondos del FMI y la UE, el mecanismo sólo se acercaría a los 500.000 millones.
Tras tanta solución de urgencia y parches inesperados subyacen las carencias comunitarias para consumar ese verdadero gobierno económico al que los 27 aspiran. Porque, en realidad, el Viejo Continente sólo actúa con una sola voz cuando el curso de los acontecimientos le obliga a ello sin solución de continuidad. Fuentes comunitarias, de hecho, recordaron ayer que ahora ya no se trata de pertrechar a uno o dos países concretos, sino que el reto implica proteger al conjunto de la zona euro. Y para semejante meta, Europa no parece preparada.
Cortafuego para especuladores
Por mucho que desde Bruselas se esfuercen en recordar la urgencia de salvaguardar el futuro de la moneda común, el diseño de los dos mecanismos de rescate no responde al propósito de garantizar la estabilidad de cualquier socio del euro. Basta con atender a las dotaciones de los mecanismos y después reparar en el coste que implicaría rescatar a determinados estados miembros. Sin duda, se diseñaron como parches bajo el convencimiento de que tales cortafuegos detendrían a los especuladores.
Y hoy a la UE sólo le queda confiar en que los Parlamentos nacionales ratifiquen cuanto antes la flexibilización del instrumento tem- poral, mientras los socios en apuros sacan adelante todas las reformas necesarias para calmar el apetito de los mercados. La Comisión, al menos, cuenta con que el estado de las finanzas españolas e italianas dista bastante del que acreditaban los tres socios rescatados hasta el momento. Pero, al mismo tiempo, sabe que no dispondría de demasiado margen respecto a los tijeretazos que se podría exigir a ambas capitales, principalmente a Madrid. Y ello complicaría, y mucho, la justificación con que argumentar las operaciones a socios reticentes como Alemania.
España, de hecho, lleva alrededor de 15 meses aplicando la receta del mazo que Bruselas y Washington dictan para contener la sangría del déficit, con todo un reguero de ajustes. A saber: la congelación de las pensiones contributivas en 2011, salvo las mínimas; un tijeretazo del 5 por ciento de media al sueldo de los funcionarios; estancamiento de la oferta de empleo público y abaratamiento del despido.