
El jinete de la inflación vuelve a cabalgar por la economía europea. Lo hace, además, al galope, desatado, tras haber llevado un tranco tranquilo durante más de un año. Si esta aceleración nunca supone una buena nueva, esta vez se da en un momento aún más delicado debido a la inestabilidad de los mercados finanacieros.
El estallido de la crisis hipotecaria en EEUU, su propagación a los mercados internacionales de crédito y el riesgo potencial de que los problemas se contagien a la economía real, multiplican la amenaza que supone el incremento de los precios.
En otras circunstancias, los dispositivos para frenar su escalada ya se hubieran activado. De hecho, el Banco Central Europeo (BCE) venía avisando del repunte que podría experimentar la inflación en las postrimerías del año. Por eso elevó los tipos de interés del 3,75 al 4% en junio y de ahí, también, que en julio y agosto preparara el terreno para una nueva dosis de medicina monetaria en septiembre. Pero no pudo recetarla. El azote de la crisis financiera le llevó a ser prudente y a guardar la subida prevista -que hubiera situado los tipos en el 4,25%- en el botiquín.
Peligro inflacionista
A priori, era una medida temporal. Pero dos meses después el precio del dinero se mantiene varado en el 4%… mientras la inflación acelera su marcha. Los datos son reveladores. Entre octubre de 2006 y de 2007, los precios repuntaron un 3,6% en España, el ritmo más alto en un año; en Alemania subieron un 2,4%, la tasa más elevada desde 2005; y en Francia aumentaron un 2%, el mayor nivel en año y medio. Y en el conjunto de la zona euro, la inflación creció un 2,6%, una velocidad que no se veía desde septiembre de 2005.
El repunte inflacionista ha puesto fin a un año entero de tranquilidad, o lo que es lo mismo, dentro del marco fijado por el BCE de mantener la inflación por debajo del 2%. ¿Significa esto que el banco central va a verse obligado a retomar la política de subidas de tipos? No parece probable.
Una cosa es que el objetivo estatutario del BCE consista en salvaguardar la estabilidad de los precios y otra diferente que la entidad actúe como una máquina, de forma automática. Del mismo modo que no redujo los tipos cuando la inflación estuvo por debajo del 2% en el primer trimestre de 2004 o entre septiembre de 2006 y agosto de este año, ahora no tiene por qué subirlos instantáneamente porque rebase esa barrera.
Operar con prudencia
Manejar la política monetaria no es sólo una cuestión cuantitativa, sino cualitativa. Requiere tacto para que sea realmente efectiva. Esta sensibilidad obliga al BCE a calmar sus ganas de subir el precio del dinero. Y lo exige en dos sentidos. Primero, porque la incertidumbre que envuelve a la situación económica y financiera demanda prudencia. El propio BCE ha reconocido estos riesgos en sus tres últimas reuniones, por lo que sería una temeridad elevar los tipos en un ambiente tan inestable. Minaría aún más la maltrecha confianza de los mercados, las empresas y los consumidores.
En segundo lugar, el BCE debe ser prudente porque su meta es "garantizar la estabilidad de los precios a medio plazo". Su deber no consiste en responder a fenómenos puntuales, sino en aplicar políticas que sean eficientes a lo largo del tiempo. En este sentido, hay que tener presente que el resurgimiento de la inflación responde a los altos precios del crudo. El barril de petróleo Brent, el de referencia en Europa, acabó octubre en los 90 dólares, un 53,5% más caro que hace doce meses, con el consiguiente impacto alcista sobre los precios.
Y lo peor aún puede estar por venir, ya que la cotización del petróleo cayó en enero pasado hasta los 51 dólares, por lo que, si no relaja su marcha, la inflación podría superar el 3% en la zona euro y el 4% en España a comienzos de 2008.
Muchas dudas
¿Debe subir el BCE los tipos por este motivo? Y si lo hace, ¿qué pasará si el precio del petróleo baja luego con fuerza como el año pasado? ¿Reducirá entonces los tipos? Si actúa así, por impulsos, ¿qué pasará con su credibilidad, transmitirá la confianza que necesita la economía o será visto como una veleta?
Jean Claude Trichet debe exhibir ahora, como nunca antes, un pulso no ya frío, sino gélido. "No se dan las condiciones para que suba el precio del dinero", constatan los expertos de Analistas Financieros Internacionales. Entonces, ¿qué puede hacer? ¿Cruzarse de brazos y contemplar pasivamente cómo escalan los precios? No, puede manejar otro arma que los bancos centrales poseen en su arsenal: la comunicación. De hecho, el BCE ya la está empleando.
En sus comunicados públicos, alude a que la entidad está preparada para elevar los tipos si fuera preciso. Los analistas, sin embargo, sostienen que utiliza este lenguaje para intimidar y contener las expectativas inflacionistas, y no porque realmente esté convencido de la bondad de encarecer el precio del dinero. No conviene olvidar el escudo antiinflacionista que supone la fortaleza del euro y que la ralentización económica prevista para 2008 actuará como freno de la amenaza inflacionista.
El BCE hará bien, por tanto, en guiarse por la templanza y huir de la tentación de subir los tipos. Si al final el panorama financiero se despeja y el crudo sigue caro, siempre habrá tiempo para endurecer las condiciones monetarias. En cambio, hacerlo preventivamente y precipitarse sería un riesgo demasiado elevado, ya que podría agravar la dimensión de los problemas actuales.