Economía

Cierren la puerta a Grecia

  • El rescate supone un riesgo moral que afectará a la estabilidad futura de Europa

El siglo XXI comenzó a toda velocidad en Grecia. Saludó la nueva centuria con su incorporación a la Europa del euro, de la que en principio había quedado fuera pero a la que luego se adhirió en 2001, ya con los criterios establecidos en Maastricht en el bolsillo. Tres años después, volvió a ser la casa de los Juegos Olímpicos. Demasiadas emociones fuertes. Y ahora se están pagando en forma del déficit público más elevado de la zona euro y el riesgo de impago pendiendo como una espada de Damocles sobre el país.

Esta tesitura ha planteado un dilema al resto de eurosocios. ¿Conviene respaldar a Grecia para proteger así al euro? El cuerpo lo pide, pero la cabeza dice que esta maniobra está repleta de riesgos.

Si la Unión Europea (UE) decide salvar la economía helena, sería víctima del riesgo moral, ya que estarían rescatando un país que no ha hecho bien las cosas, lo que enviaría un mensaje equivocado a los mercados y a los demás países. No importa hacer las cosas bien o mal, siempre estarán los grandes de Europa para lavar los trapos sucios. Y Grecia no es un país que se caracterice por su transparencia y veracidad en las cuentas económicas.

Según publicó el financiero británico The Sunday Times, la evasión fiscal es la norma en Grecia. Más de la mitad de los hogares declaran unos ingresos inferiores al umbral contributivo de 12.000 euros anuales, escapando así del impuesto sobre la renta. La mayoría de las empresas también paga unas cantidades mínimas de impuestos. Un cálculo creíble sitúa la evasión fiscal en Grecia en 30.000 millones anuales, equivalente a una octava parte de la economía.

Poner del revés toda una cultura económica que ha tolerado el proteccionismo, nepotismo y la corrupción no va a ser fácil. "A veces, en Grecia nos sentimos como una mezcla del oeste americano y un país de África", reconoce el empresario ateniense Stavros Alexakis.

El precio del rescate griego

El temor de estar tratando con una cuadrilla de vaqueros era la preocupación de muchos líderes en Bruselas la semana pasada. Cuando los gobiernos se propusieron rescatar a los bancos pensaron en el riesgo moral, aseguró el rotativo inglés.

La teoría es que si se excusa la mala conducta en forma de rescate, ¿qué detendrá a otros a hacer lo mismo con la esperanza de que su mala conducta también prescriba? Rescatar a Grecia sería un riesgo moral porque significaría recompensar a un país que ha falsificado sus cifras y vivido como un rajá cuando no podía permitírselo.

Ése era el problema de Merkel. "¿Van a tener los alemanes que trabajar no hasta los 67 años sino hasta los 69 años para que los griegos puedan disfrutar de su jubilación anticipada?", se preguntaba el Frankfurter Allgemeine Zeitung, principal periódico conservador alemán y próximo al partido demócrata cristiano (CDU) de Merkel.

La edad de la jubilación en Alemania ya ha subido a los 67 mientras que, en Grecia, los sindicatos piensan convocar una huelga contra los planes de retrasarla de 61 a 63.

Otros países en problemas

"Si Alemania proporciona efectivamente una garantía para ayudar a sostener a Grecia, entonces también estará presionada para proveer un respaldo similar a Portugal, España y otros países posteriormente", advierten los expertos de la gestora BNY Mellon.

Si otros estados miembros tienen que pagar el precio de un gasto público desorbitado en uno de ellos al rescatarlo, entonces tienen sin duda derecho a decir mucho más en la política fiscal y gasto que los demás", señala Iain Martin, en su blog en The Wall Street Journal. Y concluye: "Si ser malo compensa, ¿para qué ser bueno?".

Según publicó The Sunday Times, Jochen Felsenheimer, de los fondos Assenagon, uno de los analistas de crédito más conocidos en Alemania, opina que "salvar a Grecia conducirá a una desestabilización de la unión monetaria. La motivación de países como Portugal o España de implementar medidas decisivas contra las deudas estatales se esfumará enseguida. Irlanda e Italia tienen serios problemas presupuestarios. ¿La UE se verá obligada a rescatarles también?".

Estabilidad de la moneda única

No está clara la dirección que va a tomar la crisis a continuación, aunque es improbable que los franceses y alemanes estén preparados para sufrir la conmoción que engendraría el colapso del euro. Eso está seguro por ahora.

Lo que sí habrá son repercusiones políticas. Algunos en Bruselas ven los problemas de los últimos meses como una justificación para unir más a los miembros de la UE. Lord Mandelson, secretario de comercio, declaró que el euro ha tenido un "éxito notable" y que, a largo plazo, a Gran Bretaña le interesa unirse.

"El peligro es que, en Bruselas, muchos lo ven como una oportunidad y no una amenaza", explica Mats Persson, director del gabinete de expertos Open Europe. "Hace una década, cuando se creó el euro, dijeron que carecían de herramientas en ese momento pero que, cuando surgiera una crisis, serían capaces de llevarlo hacia delante".

Disponer de herramientas en este caso significaría ampliar las ambiciones federales de la UE de contar con un presupuesto central de tamaño suficiente como para rescatar a sus miembros más débiles.

La semana pasada, Herman Van Rompuy, presidente permanente de la Unión Europea, mostró el deseo de un mayor control central cuando propuso que la UE dispusiera de mayor supervisión de los presupuestos nacionales y que las cumbres de líderes se celebren cada mes y no sólo cuatro veces al año.

La caída de las cifras griegas

En la Cumbre de Bruselas quedó muy lejos del plan de rescate de la economía griega que estaban esperando los mercados. El euro perdió valor contra el dólar. Las bolsas europeas cayeron. Papandreu tampoco estaba satisfecho. Criticó a Europa por su "timidez". Según él, eran "muchos médicos con distintas recetas para el paciente griego".

Según se hizo eco la publicación británica, un analista de Société Générale, uno de los bancos europeos más augustos, amplió la metáfora médica para decir que el rescate era un "esparadrapo" y que sólo pospondría "el desenlace final de la descomposición de la eurozona".

Otros temen que la crisis tenga consecuencias aún peores. Si las dolencias de Grecia no se curan, podrían infectar a otros países del mismo modo que la crisis bancaria se propagó de una entidad a otra hace 15 meses.

Nada más asumir su cargo en octubre, Papandreu heredó una pesadilla económica. En agosto, el anterior gobierno griego había reconocido ir encaminado a un déficit presupuestario del 3,7% del PIB. Un mes después, justo antes de las elecciones, la cifra se revisó al 6%. Y en enero volvieron a revisarse las cifras hasta el 12,7% del PIB, entre acusaciones de que los números anteriores se habían falsificado. El repentino deterioro y las sospechas que se ampliaron a todas las estadísticas económicas griegas asustaron a los mercados y provocaron una crisis del euro.

Cuando los países tienen su propia moneda, ésta actúa de válvula seguridad cuando sube el déficit presupuestario. Una caída de la divisa -como la que le ha ocurrido a, por ejemplo, la libra- ayuda a las economías a salir de la recesión y abarata la adquisición de bonos del estado por parte de compradores extranjeros.

Dentro del euro los países no tienen la opción de devaluar, aparte de abandonar la moneda por completo. Si los mercados deciden que no quieren sostener la deuda del país, el único recurso es un rescate como el que ofrecieron la semana pasada los líderes de la UE.

Los euroescépticos han criticado desde siempre que una moneda única no podría funcionar con economías tan diversas a falta de integración política. Ahora, precisamente, esos defectos sirven para aumentar la integración política.

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