Economía

Se abre a la inversión exterior la última economía planificada de Europa

Ignacio Ortega

Moscú, 2 mar (EFECOM).- Bielorrusia, el último bastión en Europa de la economía planificada al estilo soviético, ha anunciado su intención de abrirse a la inversión exterior tras dos décadas de inmovilismo.

Las autoridades bielorrusas se han visto obligadas a tomar esta drástica decisión después de que Rusia adelantara que dejará de subsidiar en los próximos años la economía de ese país con suministros de petróleo y gas a precios preferenciales.

El primer ministro bielorruso, Serguéi Sidorski, ha anunciado la privatización de las principales corporaciones estatales, aunque matizó que "no costarán unos pocos kópeks".

Uno de los activos más apetitosos para los inversores rusos u occidentales es Belshina, uno de los mayores fabricantes de neumáticos del continente, cuyo coste rondará los mil millones de dólares.

Sidorski adelantó que el nuevo plan de privatizaciones afectará especialmente al sector energético, en particular a las refinerías, "las más avanzadas de la comunidad pos-soviética", y a las empresas químicas.

Entre estas destacan NPZ Naftan, Mozirski NPZ, Polimir, Grodno Azot (nitrógeno), Moguiliov Jimvoloknó y Grodno Jimvoloknó (fabricantes de fibras químicas).

Además, se pondrán a la venta parte de las acciones de la Fábrica de Automóviles de Minsk, Beltelekom -el monopolio bielorruso en telecomunicaciones e internet-, la Fábrica de Cemento de Bielorrusia y la tabacalera Neman.

Las autoridades barajan la posibilidad de poner a la venta compañías del sector alimentario, como la Fábrica de Vinos Espumosos de Minsk, el Combinado de Grasas de Gómel y varias compañías productoras de azúcar.

Los inversores también podrán comprar el 30-40 por ciento de la cervecera Krinitsa y de la productora de malta Belsólod.

Con todo, la joya de la corona es sin duda el consorcio Beltransgaz, que ostenta el monopolio del transporte y tránsito del gas en Bielorrusia, por cuyo territorio pasa el 20 por ciento (44.000 millones de metros cúbicos) de las exportaciones de hidrocarburo ruso con destino a Europa.

Rusia y Bielorrusia acordaron a principios de año que la corporación rusa Gazprom compraría el 50 por ciento de las acciones de la compañía por 2.500 millones de dólares, aunque la transacción aún no se ha hecho efectiva.

Además, las autoridades estudian la venta en concurso público de inmuebles y edificaciones estatales no utilizadas en pequeñas localidades y en el campo, lo que podría afectar a cerca de 2,5 millones de metros cúbicos de superficie edificada (3,5 por ciento del total).

Según los expertos, la apertura de Bielorrusia a la inversión exterior representa un giro copernicano en la política económica aplicada por el autoritario presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko, desde su llegada al poder en 1994.

"Reconozco los errores de nuestra política exterior. Nos apoyábamos en una pata (Rusia), cuando debíamos hacerlo en dos. Tenemos que ser el puente entre Rusia y la Unión Europea", dijo Lukashenko recientemente.

El modelo bielorruso, basado durante los últimos 13 años en el rígido control de la economía por el Estado y el sistema de granjas estatales y colectivas, se sostuvo gracias a que Rusia subsidiaba la economía en un 60-70 por ciento.

Desde su llegada al poder tras la victoria en las primeras elecciones presidenciales de la historia bielorrusa, Lukashenko se mostró partidario de la mano dura contra los oligarcas para evitar el saqueo de las propiedades del Estado, como ocurrió en Rusia y otras repúblicas ex soviéticas.

Ahora, en cambio, el modelo económico que ha conducido a Bielorrusia a crecimientos económicos anuales del 9 por ciento parece estar llegando a su fin.

La causa es el alza de los precios del gas ruso, por el que Minsk pagará 100 dólares por cada mil metros cúbicos, el doble que hasta ahora (46,68 dólares), aunque regirá un sistema de descuentos hasta 2010.

Además, Moscú impuso a Minsk un arancel a la exportación del petróleo ruso de 53 dólares por tonelada, impuesto que reducirá en gran medida los beneficios de las refinerías bielorrusas.

Según economistas locales, el coste de estas medidas para la economía bielorrusa superará los 2.000 millones de dólares y afectará principalmente a los precios (inflación), las pensiones y la competitividad de la economía.

Sidorski reconoció que esas tarifas suponen un fardo prácticamente insostenible para su país y resaltó que "habrá que trabajar mucho para que la economía real tenga la debida rentabilidad".

Por su parte, Lukashenko apuntó que "si las corporaciones occidentales hubieran tenido una parte de las acciones de Beltransgaz, Rusia no se habría comportado con nosotros de forma tan dura".

En línea con los intentos de mantener a flote la economía, Bielorrusia ha solicitado a Moscú un crédito de estabilización de 1.500 millones de dólares, mientras intenta hacer las paces con Occidente, que la considera "la última dictadura de Europa". EFECOM

io/si/jlm

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