Economía

El arancel del 15% recortará hasta un 0,5% el crecimiento de la eurozona

  • Alemania, Irlanda e Italia son las economías más expuestas a Washington
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen y el presidente de EEUU, Donald Trump
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Una de las mayores incógnitas que sobrevuelan las tensiones comerciales exhibidas por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es cuál será su impacto en la evolución de la economía. Las perspectivas son más halagüeñas bajo un gravamen del 15% a las importaciones que un escenario en el que no hubiera acuerdo y se elevara al 30%. Las principales estimaciones apuntan a que el PIB de la eurozona experimentará un recorte de entre un 0,3% y un 0,5% a causa de los aranceles.

Los principales análisis apuntan a que las perspectivas económicas de los países del euro se recortarán entre un 0,3% y un 0,5% con este gravamen del 15%. La perspectiva es que no tendrá un impacto tan grande sobre la evolución del PIB de los Veinte. El experto del think tank Bruegel, Niclas Poitiers, explica que las exportaciones al mercado norteamericano representan el 3% del PIB de la UE, por lo que podría impactar específicamente en empresas expuestas a este mercado, pero no tanto en la economía del bloque.

"La caída estimada del PIB de la UE oscila normalmente entre el 0,2 % y el 0,8 %", sugiere un análisis elaborado por el Centro de Estudios Políticos Europeos (CEPS). Una de las principales controversias del acuerdo es que es una "declaración conjunta", no un documento "legalmente vinculante", esto juega en ambos sentidos. Bruselas se ha comprometido a inversiones de más de 1,3 billones de euros en el mercado estadounidense, pero considera que la cuantía podría oscilar en función de lo que necesiten las empresas.

A la inversa, la falta de concreción en un acuerdo formal da margen a Trump para reinterpretar o cambiar las condiciones pactadas. Es así que si bien, por el momento, concede cierta calma a la economía, la política comercial estadounidense podría cambiar sin un acuerdo vinculante.

El que ha sido uno de los responsables de la negociación con Washington, el comisario de Comercio, Maros Sefcovic, avisaba de que la escalada arancelaria tendría consecuencias negativas para la relación trasatlántica. Reducirá el comercio entre ambas regiones, que se eleva a 1,6 billones de euros, y representa el 30% del comercio mundial, y obligará a desacoplar las cadenas de suministro.

Una de las advertencias desde el Ejecutivo comunitario es que serán los consumidores estadounidenses quienes se verán más perjudicados por la escalada arancelaria, ya que esas tasas de importación más elevadas se verán reflejadas en los precios finales que pagan los consumidores. Y EEUU se ha dispuesto a elevar los gravámenes con todos sus socios comerciales y esta coyuntura puede llevar a una reducción de la demanda en el mercado norteamericano.

No está claro si en todos los casos este precio se repercutirá sobre el consumidor final o si las compañías asumirán parte de los costes para preservar su cuota de mercado en EEUU. El tipo de cambio también contribuirá al impacto final. "La reciente apreciación del euro, agravada por los aranceles, socava aún más la competitividad de la UE en el mercado estadounidense, pero es posible que no dure. Un aspecto positivo es que el consumo estadounidense sigue siendo sólido, impulsado por el extraordinario rendimiento del mercado bursátil estadounidense, que aumenta los ingresos y el poder adquisitivo de los hogares", apunta el análisis del CEPS.

Aunque a efectos prácticos el impacto de los aranceles dependerá de cada Estado miembro. Irlanda, Alemania e Italia resuenan en todas las quinielas como los Estados miembro que sufrirán un mayor impacto. Se trata de las economías más expuestas al mercado estadounidense. En el caso de Irlanda, por la baja fiscalidad empresarial, que ha propiciado que muchas multinacionales norteamericanas establecieran su filial europea en la isla. También destaca la elevada presencia de firmas farmacéuticas, con una alta integración de la cadena de suministro y de líneas de investigación y desarrollo.

La economía alemana es la segunda de mayor exposición al mercado estadounidense. El acuerdo impacta en el sector del automóvil cuyos productos y componentes se verán expuestos a aranceles del 15% y no hay que olvidar que este sector es el motor industrial del mercado germano. Supondrá "una mayor relajación del comercio transatlántico", analizaba el acuerdo el canciller alemán, Friedrich Merz. Una perspectiva que compartida la patronal germana del sector.

En el caso de Italia, su economía se vería castigada al restringirse la venta de moda, bebida y alimentación y vehículos al otro lado del charco. Y queda en incertidumbre, por el momento, la tasa que se aplicará a vinos y bebidas destiladas, en negociación pero por el momento sujeto a un gravamen del 15%, lo que compromete los intereses de la economía gala.

El acuerdo, que ha sido ampliamente tachado de claudicación por parte de Europa, no es un buen acuerdo para el bloque comunitario. La perspectiva es que, a corto plazo, supondrá un alivio al eliminar la incertidumbre que generaba la falta de acuerdo en los mercados, pero sus perjuicios se dejarán sentir a largo plazo. Bruselas no consigue ese arancel del 10% que sí pudo pactar el Ejecutivo británico con Trump pero se aleja de la amenaza de gravámenes del 30% o algo peor, una guerra comercial.

Pero más allá del acuerdo en sí, lo que arroja dudas es la estrategia que se ha puesto en práctica detrás. La efectividad de la amenaza de Trump deja atrás unas relaciones comerciales basadas en la confianza para dar validez a prácticas de coerción, coacción e intimidación explícita. "Esta estrategia suscita serias preocupaciones sobre la equidad en las relaciones internacionales, la previsibilidad en el comercio mundial y, sobre todo, la credibilidad de Estados Unidos como socio de confianza", analiza el CEPS en su estudio.

Desde el Centro de Estudios Políticos (EPC, por sus siglas en inglés) apuntan que este pacto pone en tela de juicio la capacidad de la UE para proyectar disuasión geoeconómica, al no haber aprovechado el acceso al mercado único y haber recurrido al arsenal defensivo impulsado por Bruselas desde la primera presidencia de Trump, principalmente el instrumento anticoerción, el que se llamó bazooka de la UE.

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