
En los pasillos de las instituciones comunitarias ya surgen voces que apuntan a que el soterrado, pero nunca desaparecido, enfrentamiento entre los países del Norte y del Sur de la Unión Europea, resurgirá con fuerza renovadas, con motivo de la negociación del nuevo Presupuesto comunitario. La causa estriba en que serán las economías meridionales las que más tendrán que elevar su desembolso en Defensa en los próximos años, pero ese esfuerzo –paradójicamente– tendrá la mayor repercusión en los Estados septentrionales, aquellos en los que, aun cuando el desembolso militar es ya elevado, se encuentran geográficamente más expuestos a la amenaza rusa, y tienen legitimidad para reclamar una parte mayor del futuro presupuesto común para Defensa.
Los esfuerzos destinados al sur europeo vienen de múltiples frentes. Basta un vistazo a las estadísticas de la OTAN para comprobar el gran camino que en esa área tienen por recorrer, ya antes de que se barajara elevar los desembolsos en seguridad hasta el entorno del 5% del PIB. España es todavía el Estado que menos recursos dedica a este fin, con un 1,28% del PIB y, como máximo según el Gobierno, llegará al 2,1% en el próximo ejercicio. Pero no es un caso aislado en la orilla mediterránea. Italia se encontraba en el 1,49%, de acuerdo con el recuento más reciente de la Alianza Atlántica, y Francia en el 2,06%.
Solo Grecia constituye una excepción por su tensión nunca del todo extinguida con Turquía, y el conflicto que se mantiene abierto entre Atenas y Ankara en la isla de Chipre. El Norte de Europa constituye el reverso de la moneda, ya que Polonia, tradicionalmente amenazada por Rusia, gasta en Defensa el equivalente al 4,12% de su PIB, mientras en la misma línea se encuentran las pequeñas repúblicas bálticas y Finlandia, países estos últimos que incluso comparten frontera con los rusos.

Es una situación de vulnerabilidad que no podrá ser ignorada a la hora de repartir los recursos de las partidas comunes de Defensa y el grueso de estas últimas tendrá que viajar hacia el Norte de Europa. Especialmente, considerando que no ha prosperado la propuesta de países como España, en la que se abogaba por financiar esta rubrica con subvenciones ad hoc, en lugar de recurrir a los fondos que cada país transfiere a la hucha común.
Pero aún hay más facetas en las que el nuevo Presupuesto será inevitablemente desequilibrado en términos Norte-Sur. El ya inevitable recorte de la Política Agraria Común tendrá como grandes víctimas colaterales a Francia, España e Italia, beneficiarios de más de un 10%, en cada uno de los casos, de los recursos que la famosa PAC moviliza. Al otro lado del espectro se encuentran, una vez más, las repúblicas bálticas, que reciben el 1% como máximo, o Finlandia, que se sitúa en el 1,7% de la PAC.
Más antagonismos
Es más, los intereses, en cuanto a las políticas destinadas al campo suelen ser antagónicos desde otros puntos de vista, según se formulen en una capital como Copenhaghe o en Madrid. Los países del Norte son partidarios de posturas mucho más permisivas en cuestiones tan delicadas como las cláusulas espejo.
Esta nomenclatura designa la obligación de reclamar a los productores agrícolas extracomunitarios que respeten los mismo estándares mediombientales y sanitarios que se aplican a sus homólogos de la Unión Europea –los más exigentes del mundo–.
Exportaciones más caras
En el Nortedicha rigidez provoca recelos, ya que encarecería las importaciones de unos productos imposibles de producir en su propio suelo. En el caso de los países del Sur, por el contrario, la no aplicación de las cláusulas espejo frente a competidores como Marruecos supone la ruina de sus explotaciones agrícolas.
No obstante, desde este punto de vista, la brecha entre ambas áreas puede no ser tan profunda como en otros ámbitos. Basta con considerar que Polonia es toda una potencia agrícola y que también goza de una importante participación en la PAC, dado que recibe más del 8% del total de los recursos. Incluso, la tan industrial Alemania cuenta con un importante colectivo de agricultores y ganaderos.
Pero todavía surgirá un tercer punto de fricción, a la hora de negociar el Presupuesto comunitario, que revitalizará la vieja batalla entre los países frugales y los supuestos derrochadores. En Bruselas, de nuevo, el primer grupo reclama al segundo que se replantee partidas de gasto social, y el tamaño de sus Administraciones, para obtener recursos con los que contribuir a las nuevas prioridades de la Unión Europea.