
La economía global navega en un mar agitado, enfrentándose a tres grandes oleajes que avanzan en direcciones opuestas: una guerra comercial que debilita el comercio internacional, un conflicto militar en Oriente Medio que, pese a la supuesta tregua, puede elevar los precios del petróleo y taponar una 'arteria' comercial clave y, al mismo tiempo, un inesperado aumento de la producción petrolera por parte de Arabia Saudí que amortigua parte del daño. Este cóctel de tensiones geopolíticas, decisiones estratégicas y políticas proteccionistas está configurando un escenario volátil, difícil de leer y lleno de implicaciones para el crecimiento mundial.
Así lo advierte el último informe de JP Morgan, que sintetiza el panorama en tres palabras: guerra, petróleo y crecimiento global. "La economía global está absorbiendo tres shocks: la guerra comercial de EEUU, el aumento del suministro de petróleo por parte de Arabia Saudí y el conflicto en Oriente Medio", resumen los economistas Joseph Lupton y Bruce Kasman, autores del análisis. Cada uno de estos factores afecta al crecimiento global y al precio del crudo, pero sus efectos no se anulan entre sí: se superponen de forma inquietante. Mientras que las dos guerras (arancelaria y militar) van a lastrar la actividad global, solo Arabia Saudí y sus aliados tienen la capacidad de impedir que el motor del PIB global gripe por completo.
El primer golpe lo dio la guerra comercial. Los nuevos aranceles estadounidenses, especialmente sobre los bienes chinos y de otros países aliados, tendrán un coste directo en la economía global. JP Morgan estima que "los aranceles actuales reducirán el crecimiento del PIB global en 0,6 puntos porcentuales en 2025", concentrándose en la segunda mitad del año. Este frenazo podría superar el 1% en términos anualizados, al empeorar el comercio y afectar negativamente al sentimiento empresarial.
Aunque Trump ha reculado en sus aspiraciones arancelarias, los acuerdos alcanzados con algunos países revelan, para desgracia de los defensores del libre comercio y la actividad global, que el punto de destino final son unos aranceles de media más altos a los existentes antes del 'Día de la liberación'. La teoría económica demuestra que los aranceles y el proteccionismo pueden tener un efecto positivo en pequeños sectores y estratos de la sociedad, pero en términos agregados el mundo pierde y la gran mayoría (consumidores) vivirá peor.
El segundo movimiento, en principio positivo, llega desde Riad. En un intento por ganar cuota de mercado, Arabia Saudí está ejecutando un plan para abaratar el petróleo y sostener la economía global, Arabia Saudí ha decidido abrir el grifo del crudo."El impulso inesperado provino del aumento de la oferta de petróleo por parte de la OPEP", señalan desde JP Morgan. Esta medida añade unos 600.000 barriles diarios a la oferta mundial y se espera que contribuya a "impulsar el PIB global un 0,4%", especialmente al mejorar el poder adquisitivo de los consumidores.
Sin embargo, esta aparente buena noticia tiene un rival directo: la guerra en Oriente Medio. Aunque Donald Trump ha anunciado una tregua, lo cierto es que los misiles y los ataques siguen sobrevolando el cielo de Oriente Medio, mientras quela amenaza del cierre del Estrecho de Ormuz (arteria por la que pasa 20% de todo el petróleo del mundo) sigue viva. Hasta este lunes, el conflicto entre Israel e Irán había generado un fuerte encarecimiento del petróleo. Desde JP Morgan explican que desde que estalló la tensión, "los precios del crudo han subido un 15%" y el Brent ha llegado a superar los dólares por barril. La subida no se debe a escasez efectiva, sino al "riesgo geopolítico que ligado en el precio", lo que ya está encareciendo la energía a escala global. Lo que se conoce como prima de riesgo geopolítica.
Aunque la situación parece haber cambiado radicalmente en pocas horas, las bombas siguen cayendo y la amenaza sigue existiendo. De prolongarse la guerra o si se interrumpen las exportaciones iraníes (1,8 millones de barriles diarios), JP Morgan advierte que "el precio del petróleo podría subir hasta los 100 dólares por barril", lo que provocaría una caída del PIB global de hasta 2 puntos porcentuales en términos anualizados en el segundo semestre del año. "Esto amenazaría con una recesión global", advierte el informe.
Tres escenarios y un solo mundo
Al cruzar los tres impactos en su modelo, los analistas concluyen que el impulso saudí compensa en parte el daño de la guerra comercial, pero no logra neutralizarlo del todo, aunque sí evitar la catástrofe (una recesión mundial). El efecto neto, incluso antes de considerar el conflicto bélico, sería una pérdida del 0,3% del crecimiento mundial. Si se incorpora el shock de Oriente Medio, "el colchón proporcionado por el aumento de la oferta petrolera desaparece por completo", dejando en pie únicamente el lastre de la guerra comercial.
El análisis también revela cómo estos shocks afectan a los precios. Si se combinan los aranceles y la sobreoferta de crudo, el modelo de JP Morgan anticipa un petróleo cayendo hasta los 55 dólares por barril. Pero la guerra en Oriente Medio contrarresta esta tendencia. Además, este conflicto amenaza con disparar la inflación global hasta en 2 puntos porcentuales anualizados durante los próximos meses.
Para medir estos efectos, JP Morgan aplica un modelo de equilibrio general que estima la elasticidad entre shocks de oferta, demanda y precios. Por ejemplo, una caída de un millón de barriles diarios en la oferta global puede elevar el precio del crudo un 37%. Por eso, incluso amenazas parciales sobre la oferta, como las actuales, se traducen rápidamente en un encarecimiento para todos los consumidores del mundo.
La 'salvadora' Arabia Saudí
La paradoja de esta situación es que un movimiento 'generoso' (entrecomillas porque Arabia Saudí se frota las manos con la subida del petróleo y la expectativa de la destrucción de Irán) por parte de Arabia Saudí, al aumentar su producción, ha resultado ser un salvavidas momentáneo, justo antes de que se disparase el conflicto geopolítico. "Las noticias del aumento de la oferta han pesado sobre los precios del Brent durante el segundo trimestre, proporcionando un alivio bienvenido al poder adquisitivo de los consumidores", destaca el informe. Pero ese alivio se está desvaneciendo.
Pese a todo, los economistas de JP Morgan mantienen que la economía global aún tiene cierta capacidad de resistencia. En un escenario sin una interrupción total del petróleo iraní, el crecimiento global podría desacelerarse, pero no detenerse. "Nuestro pronóstico contempla un aterrizaje suave hacia un crecimiento del 1,4% anualizado en la segunda mitad de 2025", explican. Aun así, subrayan que "el riesgo a la baja es considerable" si el conflicto se intensifica. Aunque no parezca tráfico, lo cierto es que un PIB global creciendo al 1,4% es una auténtica catástrofe económica. En los últimos 20 años, las dos únicas veces que el PIB global ha crecido menos de un 1,4% fue en 2020 (covid) y en 2008 (crisis financiera), según los datos del Fondo Monetario Internacional (FMI).
El modelo también anticipa una respuesta desigual entre economías desarrolladas y emergentes. Mientras que el golpe para los países desarrollados es más severo, el impacto en los emergentes podría ser más contenido gracias a su mayor elasticidad. Aun así, todos sufrirán los efectos de una energía más cara y de un comercio más fragmentado.
En conjunto, el mundo se enfrenta a un delicado juego de equilibrios: un petróleo más barato habría sido una bendición en tiempos de guerra comercial. Pero si el precio del crudo vuelve a subir por la tensión militar, la combinación de factores se convierte en una amenaza latente para el crecimiento. En palabras de JP Morgan, "el nuevo shock de guerra en Oriente Medio borra exactamente el colchón que proporcionaba el aumento de la oferta de la OPEP".