
El Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB en inglés) ha anunciado la apertura de una nueva sede en Singapur. Esta noticia, que podría parecer un mero titular breve, representa la mayor amenaza para el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Una segunda lectura del titular podría ser la siguiente: el centro financiero más importante de Asia albergará una delegación de la principal herramienta de China para destruir el legado de Bretton Woods. El AIIB es la institución multilateral con la que Pekín está tejiendo lentamente su propia constelación de organismos internacionales mientras el país comunista se autoproclama defensor del libre comercio.
Con un portfolio de proyectos aprobados que alcanza los 61.000 millones de dólares (54.000 millones de euros), el AIIB ya cuenta con más de 100 países miembros, entre los que se incluyen naciones Occidentales como Alemania, Canadá o España. En la actualidad, es el segundo prestamista multilateral más importante del planeta, justo por detrás del Banco Mundial, que el año pasado desembolsó 89.000 millones de dólares (78.000 millones de euros). Su apertura en Singapur tras desembarcar en Abu Dabi en 2023 es el último capítulo de su expansión internacional. El objetivo: relegar el orden financiero estadounidense que el mismo Trump desprecia.
Todo empezó en un resort
En las faldas de la cordillera Presidencial de Nuevo Hampshire (EEUU) se encuentra la localidad de Bretton Woods, una colección de hoteles y resorts históricos de la costa este norteamericana. En 1944, dos economistas reputados, Harry Dexter White y John Maynard Keynes, marcaron los cimientos del orden financiero mundial rodeados de los bosques continentales del monte Washington. De sus ideas surgieron el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, así como la configuración del dólar estadounidense como unidad de medida de estas (y de la economía planetaria).
Sobre los acuerdos de Bretton Woods se ha escribido largo y tendido, pero en esencia suponía ratificar el poder de EEUU frente al resto del mundo tras acabar la Segunda Guerra Mundial. Para que a nadie se le olvidara esa idea, tanto el fondo como el banco establecieron sus sedes en Washington. Esta situación de dominio ha permanecido casi intocable desde entonces. Ni siquiera la liberación de las monedas fíat de las tasas de cambio con el oro en 1971 alteró en profundidad el sistema. El dólar seguía siendo el rey y todas las demás monedas giraban en torno a él.
El único rival de China es Europa
El avance de Pekín como fábrica mundial y la crisis financiera y posterior depresión de Occidente en 2008 sirvieron a China para lanzar su propio banco de inversiones en 2014, que comenzó a operar efectivamente dos años más tarde. Aunque el apelativo de "asiático" hace que en teoría sea una institución pensada para financiar proyectos de ese continente, la realidad es que China ha ido expandiendo su influencia con el banco de inversión en todo tipo de lugares. De hecho, el principal receptor de ayudas del Banco Asiático es la India; país asiático, pero también rival de China.
La única institución que le puede hacer sombra es el Banco Europeo de Inversiones, que el año pasado financió 89.000 millones de euros (100.000 millones de dólares, superando al Banco Mundial) en proyectos. Sin embargo, a diferencia de la institución de China o de la creada por EEUU, el BEI centra la mayor parte de su actividad en el Viejo Continente.
Independientemente de quien gane la partida de ajedrez por hacerse con la supremacía financiera, el peso que el AIIB y el BEI han adquirido con los años ponen en tela de juicio el binomio conformado por los estadounidenses Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional. El desprecio abierto de Donald Trump y el Partido Republicano por las instituciones internacionales derivan en que EEUU dé la espalda a sus propias creaciones. El presidente está agrandando una ventana de oportunidad para que otras naciones ocupen su lugar en el mundo.
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